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Mensajes de las elecciones en Bolivia

“Alerta temprana” para Evo Morales

jeudi 20 mai 2010   |   Pablo Stefanoni
Lecture .

En Bolivia persisten los ecos de las elecciones regionales del 4 de abril. Aunque los resultados le dieron un claro triunfo al oficialista Movimiento al Socialismo (MAS), no alcanzaron a satisfacer las expectativas del Gobierno : transformar en poder territorial el “huracán” del 6 de diciembre de 2009, cuando Evo Morales fue reelecto con el 64% de los votos. De ahí la disociación entre los números favorables que en la noche electoral presentó Evo Morales y su rostro de alegría un tanto forzada.

La aritmética no deja lugar a dudas : en 2005, cuando Evo Morales llegó al Palacio Quemado empujado con un inédito 53,7% de los votos, su partido sólo conquistó tres de las nueve prefecturas (hoy llamadas gobernaciones bajo el nuevo régimen autonómico) ; ahora gobernará seis con el aval de las urnas. También controlará más del 60% de las alcaldías. Y si en la esquiva Santa Cruz tenía once gobiernos locales, ahora gestionará veinticinco y es el partido con más cantidad de municipios en esa región.

Aunque la derecha se quedó con la gobernación cruceña por amplio margen, en Tarija y Beni la oposición retuvo los gobiernos departamentales con el MAS pisándole los talones, por lo que el oficialismo tendrá una buena cantidad de representantes en los nuevos consejos departamentales (una suerte de parlamentos locales) (1). Por eso, los gobernadores opositores reelectos hicieron gala de un discurso conciliador hacia el poder central. Sin duda, los comicios del 4 de abril dejaron en evidencia que el MAS sigue siendo el único partido de alcance nacional : la debilitada oposición se presentó con siglas creadas por los diferentes caudillos locales y –pese a la reelección de Rubén Costas como gobernador– la derecha cruceña no logró recuperarse del golpe recibido por la complicidad de varios de sus líderes con el plan del boliviano-húngaro Eduardo Rózsa Flores para organizar grupos armados separatistas en esa región oriental (2). Por éste y otros casos judiciales, varias figuras de la derecha se encuentran autoexiliadas en Perú o Estados Unidos.

Con todo, el “voto consigna” a los candidatos de Evo Morales se verificó sólo a medias, y el capital político del Presidente y la ingente propaganda electoral resultaron limitados a la hora de levantar candidatos grises, impuestos a dedo o éticamente cuestionados. El oficialismo recibió un duro golpe en su principal bastión : luego de la ruptura de la alianza con el Movimiento Sin Miedo (MSM, izquierda urbana moderada), el partido del actual alcalde Juan del Granado logró derrotar al MAS y retener la principal alcaldía del país con casi el 50% de los votos. Se confirmaba así que la “guerra sucia” declarada por el partido de Gobierno contra sus ex aliados resultó contraproducente ; el MSM se quedó también, sorpresivamente, con la alcaldía de Oruro, otro bastión evista.

De hecho, de las diez principales ciudades del país, el MAS sólo ganó tres : El Alto, Cobija (Amazonia) y Cochabamba, esta última por un porcentaje mínimo. En Santa Cruz, la alianza con el “populista” Roberto Fernández, ex aliado de la derecha e hijo de un magnate de la cerveza, y ahora candidato del MAS comprometido con “el cambio”, no permitió mejorar significativamente la votación partidaria.

Quedó ratificada, así, la desconfianza ciudadana hacia la capacidad de gestión del MAS, que a diferencia del Partido de los Trabajadores brasileño nunca basó su legitimidad en sus buenos gobiernos locales, caracterizados por fuertes peleas faccionales. Pero, adicionalmente, la ruptura y los ataques hacia el MSM –que continuaron luego del 4 de abril (3)– están contribuyendo a dar vida a una inédita oposición de centroizquierda, para lo cual los “sin miedo” cuentan con cuatro diputados, una veintena de alcaldías, presencia en cien municipios y un referente con prestigio social : proveniente del viejo Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), Del Granado deja la alcaldía paceña a su sucesor con la imagen del mejor alcalde de Bolivia (al punto que Morales, poco antes de la ruptura, dijo que había que “clonarlo” para mejorar las gestiones municipales), y todos recuerdan los tiempos en que jugó un papel destacado para lograr el encarcelamiento del ex dictador Luis García Meza.

Y los nubarrones llegaron a El Alto, donde Evo Morales obtuvo cerca del 90% de los votos en las elecciones presidenciales de diciembre de 2009. Allí, el candidato del MAS y líder de la Central Obrera Regional (COR), Edgar Patana, ganó con apenas el 38%, desafiado por una desconocida joven de 29 años, postulante del centrista Unidad Nacional. Soledad Chapetón, con el apoyo del rico empresario y líder de su partido Samuel Doria Medina, sedujo a los alteños con la consigna “Por un Alto libre de drogadicción, de alcohol y de ladrones” ; obtuvo un 30% de los votos y volvió a dejar en evidencia que esta urbe indígena de un millón de habitantes está lejos de ser un “ayllu urbano” (4), como la presentan ciertos intelectuales indianistas, y que sus habitantes votan de acuerdo a intereses sociales diversos, pese a identificarse masivamente como aymaras. “La Sole” duplicó al MAS en ciudad Satélite –zona de clase media alteña– y su votación muestra, al mismo tiempo, el fuerte desgaste de la COR y la Federación de Juntas Vecinales, poderosas organizaciones atravesadas por el clientelismo y la corrupción, en una ciudad que aún guarda el aura de vanguardia de la “guerra del gas” de 2003, que acabó con el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada y dio inicio a un nuevo ciclo político que abrió las puertas a la victoria electoral de Evo Morales en 2005.

En síntesis, es posible leer los resultados del 4 de abril como una visibilización de las limitaciones del MAS, un “instrumento político” fundado en 1995 sobre la base de la autorrepresentación de los sindicatos, en un primer momento agrarios. La “democracia corporativa” que reina en este partido sui generis mostró sus primeros problemas en 2002, cuando su rápida expansión a las ciudades forzó la incorporación de sectores urbanos no sindicalizados : los “clasemedieros” fueron incluidos como “invitados”, es decir, en un lugar inorgánico, subordinado a los “campesinos-originarios”, lo que suele dar lugar a constantes rispideces. Pero, al mismo tiempo, el apoyo corporativo al MAS, por encima de una adhesión programática, genera conflictos permanentes que solamente el liderazgo carismático e indiscutible de Evo Morales es capaz de resolver.

Si en las elecciones nacionales el “costo” de salirse del MAS y armar estructuras paralelas es muy alto por razones políticas (el peso de Morales) y económicas, las elecciones locales, especialmente en pequeños municipios, habilitan una proliferación de agrupaciones ciudadanas locales. Esto es lo que ocurrió el 4 de abril. Así, en varias localidades donde el MAS eligió a dedo a sus candidatos, las comunidades cumplieron con su promesa de voto castigo : el oficialismo quedó tercero en Achacachi, un simbólico municipio aymara, protagonista de los épicos bloqueos a La Paz en 2000 y 2001 y conocido por los Ponchos Rojos, guardia originaria de Evo Morales durante sus dos asunciones en Tiwanaku. Pocos días antes de la elección, los campesinos silbaron a los candidatos “masistas” en presencia del propio Morales y se negaron a ponerse los tradicionales ponchos para el acto de cierre de campaña oficialista.

“El MAS, sin duda, estabiliza su presencia hegemónica nacional. Pero debían aparecer contradicciones en un bloque hegemónico de tal magnitud. Voces urbanas ganaron espacio en el occidente [andino] boliviano este 4 de abril, y se debilitó el monopolio del MAS sobre el discurso del cambio”, sintetizó a el Dipló la ex parlamentaria del MIR Erika Brockmann

Sin elecciones en los cinco próximos años, el Gobierno tiene el desafío de concentrarse en la gestión, el talón de Aquiles del proceso de cambio ; al tiempo que deberá definir el rumbo entre la retórica “pachamámica” liderada por el canciller David Choquehuanca y las prácticas desarrollistas que, no obstante, chocan con la escasa densidad estatal heredada por Morales. “Crecientemente, se va construyendo un discurso de Estado –cargado de términos como descolonización, movimientos sociales, socialismo comunitario, Estado plurinacional, proyecto de cambio, democracia, nuevo proyecto civilizatorio…– que al mismo tiempo que aumenta su circulación va vaciando de contenido las palabras”, dice la ex asesora de la Asamblea Constituyente y parte del Movimiento de Mujeres Presentes en la Historia, Roxana Zaconeta. En ese marco de ausencia de debate estratégico y de consolidación creciente de una nueva burocracia sindical que pivotea entre las organizaciones sociales y el Estado, la lógica caudillista se va expandiendo como forma de ejercicio del poder. Y el pragmatismo y el “peguismo” (5) van ganando espacio entre las filas oficialistas. 

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Notas :

(1) La candidata del MAS y ex Miss Bolivia Jessica Jordan –de 25 años, sin pasado político– quedó sólo dos puntos detrás del reelecto gobernador del Beni, Ernesto Suárez, representante de los grupos de poder locales. El MAS ganó, por escasísimo margen, la gobernación de Pando, en el extremo norte del país, donde en 2008 se produjo una masacre de campesinos que acabó con el reinado del “cacique” Leopoldo Fernández, preso a la espera de juicio en un penal de La Paz. Allí el MAS se alió con parte de las élites políticas tradicionales.

(2) Rózsa Flores fue abatido en abril de 2009 por la policía de élite boliviana, luego de que intentara armar una milicia para resistir al gobierno nacional con apoyo de ex combatientes de los Balcanes.

(3) El Viceministro de Régimen Interior y Policía, Gustavo Torrico, amenazó a Del Granado con la cárcel –por supuestas irregularidades en la Alcaldía– en el tramo final de la campaña. Una semana después de las elecciones, Evo Morales dijo en la televisión que le devolverá al alcalde una frazada que éste le regaló en los años 90, una de las veces que el actual Presidente estuvo preso como dirigente cocalero.

(4) Comunidad indígena, sostenida por lazos familiares y una economía étnica.

(5) Se llama “peguismo”, en el lenguaje popular, a la búsqueda de un empleo en el Estado (“pega”).





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