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16 000 FALLECIDOS

El Mediterráneo, mortífera frontera

dimanche 15 juillet 2012
Lecture .

Por XAVIER FERRER-GALLARDO y HENK VAN HOUTUM, investigadores en el Nijmegen Center for Border Research, Radboud University Nijmegen, Nimega, Países Bajos.

Desde la apertura de las fronteras interiores de la Unión Europea y el cierre paralelo de sus fronteras exteriores, el Mediterráneo se ha convertido en una trampa mortal –y en una enorme fosa común– para refugiados e inmigrantes irregulares que viajan rumbo al Norte. Hoy, la frontera exterior de la UE es, en todo el mundo, la frontera donde más muertes se producen. Son más de 16.000 los fallecidos contabilizados entre 1993 y el mes de febrero del año en curso. Y la cifra no contempla los desaparecidos...

El 29 de marzo pasado, la senadora holandesa Tineke Strik presentó, en nombre de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, un informe titulado “Vidas perdidas en el Mediterráneo. ¿Quién es responsable ?” (1). El documento reportó lo que podría definirse como el no-rescate consciente de un bote de inmigrantes que había zarpado de Trípoli (Libia) el 26 de marzo de 2011 hacia la isla italiana de Lampedusa. En él viajaban 72 refugiados. Tras dos semanas a la deriva, el oleaje devolvió la embarcación a las costas de Libia con sólo 11 supervivientes a bordo. Dos de ellos morirían en los días posteriores.

El relato de Strik fue contundente. Señaló que la tragedia se podía haber evitado de no haberse producido un encadenamiento de errores por parte de las autoridades libias, de los Centros de Coordinación de Salvamento Marítimo de Italia y Malta, y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Los hechos tuvieron lugar en el transcurso de la intervención militar de la Alianza Atlántica en Libia. El informe denunció, en particular, la falta de socorro de dos fragatas de la OTAN, una de ellas española, que estuvieron cerca de la barcaza en la que viajaban los refugiados, y que pudieron haberles salvado la vida. No lo hicieron.

Este trágico incidente no es un acontecimiento excepcional. Por el contrario, se trata de un ejemplo de la dureza inherente al actual régimen de gestión de la movilidad humana hacia la Unión Europea (UE). Actualmente, la frontera exterior de la UE es, en el mundo, la frontera donde más muertes se producen. Son más de 16.000 los fallecidos contabilizados entre 1993 y el mes de febrero del 2012. Y esta cifra no contempla los desaparecidos (2)...

Durante 2011, al tiempo que se intensificaba la retórica comunitaria de acercamiento y apoyo a una orilla Sur (3) en plena convulsión geopolítica, el número de inmigrantes procedentes del continente africano fallecidos en las costas de la UE alcanzó un pico dramático. Según un informe reciente del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, en 2011 más de 1.500 inmigrantes perecieron en el Mediterráneo (4). Fue el año más mortífero desde la entrada en vigor de los Acuerdos de Schengen (1997).

Estos datos ilustran, de nuevo, que el actual modelo de fronterización exterior de la Unión Europea no es inocuo. Para muchos observadores, de derecha y de izquierda, estas muertes representan el “daño colateral” de la defensa de la riqueza y el confort en la Unión Europea. Pero la pérdida de vidas humanas en el umbral de la UE no es colateral, sino consustancial. En las puertas de Europa tiene lugar una distinción mortal entre seres humanos. La vidas de los ciudadanos de la UE se valoran de forma distinta a las de aquellos que llegan en botes de forma irregular y desean integrar la UE. Eso es parte integrante de la política fronteriza. A los inmigrantes nacidos y procedentes de países pobres se les niega con frecuencia el acceso. En cambio, los inmigrantes nacidos y procedentes de países “occidentales” ricos son acogidos con entusiasmo.

La consecuencia de este régimen discriminatorio es que, con la demanda continua de mano de obra barata en la UE, muchos migrantes están condenados a viajar a través de vías ilegales. Y, no en pocas ocasiones, éstas resultan letales. Basar una política en la “lotería del nacimiento” y no fijarse en las competencias y cualidades individuales implica alentar una forma de apartheid (5). De ahí que, en lo tocante a la pérdida de vidas en las fronteras exteriores, la igualdad entre seres humanos con independencia del lugar de nacimiento –un valor al que la UE sostiene adherirse con firmeza en su acción política internacional– se vea reducida a semántica barata. Este régimen de apartheid, así como la muerte masiva que ocasiona, representan una de las mayores vergüenzas con las que esta parte del mundo –autodeclarada “ilustrada”– debe lidiar en la actualidad (6). El régimen de fronterización exterior de la UE ha demostrado ser inefectivo y hallarse en estado de bancarrota moral. Este drama lega a Europa una inmensa deuda ética. Con todo, y pese a lo lacerante que resulta, el foco de la atención política y mediática no apunta a la deuda moral con respecto a la no-Europa, si no que apunta a la crisis financiera y a sus consecuencias sociales internas, sin duda dramáticas pero sin comparación con la desesperanza de una parte de la humanidad pobre. ¿Estaremos viviendo una época narcisista ?

Por supuesto, el análisis de las funestas cifras de 2011 resultaría incompleto si no se contemplara la influencia crucial de la primavera árabe sobre las dinámicas de movilidad humana en el Mediterráneo. Pero las causas de fondo de la acumulación de inmigrantes fallecidos en las costas de la UE son de más largo recorrido. No pueden desgajarse del modelo de interacción territorial entre la UE y su entorno. En dicho modelo anida una tensión esencial : la que se produce entre la retórica idealista de aproximación geopolítica y ­geoeconómica hacia los vecinos no candidatos, por un lado, y la realpolitik de remarcaje fronterizo y obstrucción de la libre circulación para la enorme mayoría de ciudadanos de los países vecinos, por otro.

Sive, Rabit, Poseidon, Hera, Nautilus, Minerva, Indalo, Hermes, Frontex... En el transcurso de la última década, la nomenclatura de la securización del perímetro exterior de la UE se ha multiplicado. En paralelo, y en el marco de iniciativas como la Política Europea de Vecindad y su imbricación con las inercias del Proceso de Barcelona-Unión por el Mediterráneo, los intentos de la UE por dar con un modelo más fluido de cooperación e integración con sus vecinos de la orilla Sur también han proliferado (7).

En el contexto posterior al estallido de la primavera árabe, la UE ha seguido sumando capas a su palimpsesto discursivo de ensamblaje en relación a la orilla sur del Mediterráneo (8) : “Nueva y ambiciosa Política Europea de Vecindad”, “Partenariado para la Democracia y una Prosperidad Compartida con el Mediterráneo Sur”. Los Veintisiete han reconfigurado, asimismo, su Enfoque Global sobre Migraciones (9), enfatizando la necesidad de fomentar determinadas formas de movilidad a través de sus fronteras exteriores. Al mismo tiempo, la UE ha seguido avanzando en la consolidación del Sistema Europeo de Vigilancia de las Fronteras Exteriores (Eurosur) (10) y en el apuntalamiento de la dimensión exterior de las políticas de control migratorio.

Durante los últimos años, la llamada estrategia de externalización ha incorporado a los países vecinos (o vecinos de los vecinos) de la UE –por cuyo territorio discurren o del que parten rutas de inmigración irregular– en las tareas de securización de las fronteras exteriores de la Unión. La cooperación de terceros países en la lucha contra la inmigración irregular se ha desarrollado a cambio de cooperación económica y de una relación bilateral más fluida.

Así, de modo creciente, la contención de los flujos migratorios no deseados empieza en los países de origen mediante las políticas de visados y las campañas de disuasión (11). Las operaciones de la Agencia Europea de Fronteras (Frontex) contemplan, por ejemplo, el despliegue de patrullas fronterizas de países europeos sobre suelo y/o aguas territoriales de terceros países. El régimen fronterizo de la UE, por tanto, no sólo se proyecta sobre los confines territoriales de la UE. También se materializa, y de modo creciente, en el establecimiento de acuerdos de cooperación al desarrollo firmados entre la UE y terceros países ; en bases de datos biométricos ; o en centros de detención de inmigrantes situados tanto en el interior como en el exterior de la UE. La deslocalización de las tareas de control fronterizo ha acentuado el perfil difuso, volátil, disperso, de los límites espaciales de la UE.

La política de subcontratación legal y moral del control migratorio por parte de la Unión ha transformado países como Marruecos, Libia, Argelia, Túnez o Mauritania en una suerte de “cordón sanitario” de contención de la llegada de inmigración irregular. Pero esta política tiene consecuencias. Como se encargan de recordar, año tras año, organizaciones como Migreurop o la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía e iniciativas de denuncia como Tribunal 12 (12), en los márgenes territoriales –y en ocasiones jurídicos– de la UE, el respeto a los derechos fundamentales de los migrantes no está asegurado. De forma gradual, las nuevas prácticas de control migratorio y gestión fronteriza han ido configurando un archipiélago de “áreas de espera” para inmigrantes y refugiados. Con frecuencia, estos centros de espera a través de los cuales la UE canaliza su control fronterizo aúnan ­con­diciones materiales deplorables y estándares humanitarios dudosos.

Frente a este escenario, en el transcurso de los últimos años, de modo silencioso y pese al poder fracturizante de las prácticas de securización de la frontera exterior de la UE, una red de lamento e indignación ha ido tejiéndose entre el norte y el sur del Mediterráneo. La bancarrota moral del régimen fronterizo de la UE está siendo impugnada de modo creciente. Por lo menos, en el ámbito de la sociedad civil. Varias organizaciones en Túnez, Italia, Alemania, Marruecos, Malí, Francia y los Países Bajos articulan en la actualidad acciones de protesta frente al régimen fronterizo de la UE. Durante los últimos meses han forjado el proyecto ­“Boats 4 People” (13). Este verano, coincidiendo con el encuentro internacional preparatorio del próximo Foro Social Mundial de Túnez 2013, que se celebra en el puerto tunecino de Monastir entre el 8 y el 16 de julio de 2012, una flotilla de pequeñas embarcaciones atravesará el Mediterráneo. Durante el recorrido –Palermo, Lampedusa, ­Túnez, Monastir, Sfax– sus integrantes ­alzarán la voz contra el régimen fronterizo discriminatorio de la UE. Sin duda, la acción conformará un buen recordatorio del sueño utópico con el que arrancó la construcción europea. Esto es, la ausencia de guerra y la solidaridad a través de las fronteras. Igual que los gobernantes que nos representan desde Bruselas, quienes denuncian la discriminación en las fronteras de la UE también desean enorgullecerse de Europa y de su progreso.

Saquémosle provecho al informe del Consejo de Europa. Convirtamos esta crisis humanitaria en una oportunidad para reconsiderar y reequilibrar normativamente el régimen fronterizo de la UE. El Mediterráneo no pertenece a la UE. Fronterizar este mar, y quebrantar por tanto los puentes que unen África y Europa, tiene consecuencias letales. Devolvamos la dignidad al Mediterráneo. 

(1) “Lives lost in the Mediterranean Sea : who is responsible ?” Report. Committee on Migration, Refugees and Displaced Persons. Rapporteur : Ms Tineke Stik, Netherlands, Socialist Group http://assembly.coe.int/CommitteeDocs/2012/20120329_mig_RPT.EN.pdf

(2) http://www.unitedagainstracism.org/

(3) Expresada en comunicaciones de la Comisión como la relativa a la “Asociación para la Democracia y la Prosperidad Compartida con los países del Mediterráneo Meridional” del 8 de marzo de 2011. Véase : http://europa.eu/rapid/pressReleasesAction.do?reference=IP/11/268 . O en el Programa SPRING, lanzado el 27 de septiembre de 2011. Véase : http://europa.eu/rapid/pressReleasesAction.do?reference=MEMO/11/636&format=HTML&aged=0&language=EN&guiLanguage=en

(4) http://www.unhcr.org/4f27e01f9.html

(5) Henk van Houtum  (2010), “Human blacklisting : the global apartheid of the EU’s external border regime”, en : Environment and Planning D : Society and Space 28(6) 957 – 976.

(6) Henk van Houtum y Freerk Boedeltje, (2009), “Europe’s shame : death at the borders of the EU”, Antipode, Vol. 41 n°2, pp 226–230.

(7) Véase : Xavier Ferrer-Gallardo y Olivier Kramsch, “El Archipiélago-Frente Mediterráneo. Fractura, ensamblaje y movimiento en el contorno sur de la UE”. En : Ricard Zapata-Barrero y Xavier Ferrer-Gallardo (eds.), Fronteras en Movimiento. Migraciones hacia la Unión Europea en el contexto Mediterráneo, Edicions Bellaterra Barcelona, 2012, pp.79-99

(8) Y las comunicaciones de la Comisión Europea tras el estallido de la “primavera árabe” en el norte de África. Véase Comisión Europea (2011) 200 final, 8/III/2011 http://ec.europa.eu/commission_2010-2014/ fule/docs/news/joint_communication-a_partnership_ for_democracy_and_shared_prosperity_with_south_med_en.pdf

(9) http://ec.europa.eu/home-affairs/news/intro/ docs/1_EN_ACT_part1_v9.pdf

(10) La Comisión prevé que, en 2013, Eurosur, el Sistema Europea de Vigilancia de Fronteras, esté en pleno desarrollo. Véase : http://frontex.europa.eu/eurosur

(11) Ana María López Sala y Valeriano Esteban Sánchez, “La nueva arquitectura política del control migratorio en la frontera marítima del suroeste del Europa : los casos de España y Malta”. En María Eugenia Anguiano y Ana María López Sala, (coordinadoras), Migraciones y fronteras. Nuevos contornos para la movilidad internacional, Icaria, Barcelona, 2010, pp. 75-102.

(12) Véase : http://www.migreurop.org/IMG/pdf/ En_los_confines_de_Europa_Migreurop_2011.pdf y http://www.apdha.org/media/FronteraSur2012.pdf

(13) http://www.boats4people.org/index.php/en/





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