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La nueva América Latina

Grandes progresos en la lucha contra la pobreza

jeudi 14 avril 2016   |   Enrique Yeves
Lecture .

América Latina es la región del mundo que más ha avanzado en la reducción del hambre y la pobreza desde el inicio del siglo XXI. Los datos son contundentes y no dejan lugar a dudas. A finales de los años 1990 había unos 66 millones de personas –es decir, el 14,7% de la población latinoamericana– que padecía hambre o que no podía acceder a los alimentos necesarios para llevar una vida sana. En década y media, dicho porcentaje disminuyó al 5%, reduciendo en 34 millones el número de afectados (teniendo en cuenta, además, que, en dicho periodo, la población aumentó en unos 130 millones). ¿Cómo ha sido posible este avance y a qué se ha debido ?

En América Latina, el comienzo del siglo XXI coincidió con un giro político progresista decidido desde las urnas. Hugo Chávez había sido elegido presidente en Venezuela en 1999, mientras que el 1 de enero de 2003 iniciaba su mandato presidencial en Brasil el entonces recién elegido líder sindical Luis Inácio Lula da Silva. Pocos meses después lo hacía Néstor Kirchner en Argentina. Abrían con ello una nueva etapa en Latinoamérica con un efecto dominó hacia la izquierda que marcaría la década y media siguiente en toda la región. En Chile, la socialista Michelle Bachelet alcanzaba el poder en 2006, el mismo año en que lo hacía en Bolivia el primer líder indígena del continente, Evo Morales. Le seguirían Rafael Correa en Ecuador (2007), Daniel Ortega en Nicaragua (2007) y, algo después, entre otros, el carismático José “Pepe” Mujica en Uruguay (2010).

Si algo caracterizó a dichos gobiernos fue la implementación de nuevas políticas económicas y sociales reñidas con la escuela neoconservadora imperante que venía impuesta desde Washington y que había dominado en los años 1990 (1). Haciendo caso omiso a las recomendaciones de instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el ­Banco Mundial, el Gobierno de Lula puso en marcha un revolucionario sistema de protección social que incluía la trasferencia directa de fondos hacia las capas más desfavorecidas. El programa “Hambre Cero”, impulsado y creado por el entonces ministro de Seguridad Alimentaria, José Graziano da Silva (hoy al frente de la FAO), iba a convertirse en el modelo de mayor éxito en la reducción del hambre y la pobreza. “Hicimos lo contrario de lo que nos decían los economistas clásicos que debíamos hacer”, ha dicho en numerosas ocasiones Graziano da Silva. En menos de una década, Brasil se convertía en el campeón mundial de la lucha contra el hambre con unos resultados impresionantes.

Desde 2003 salieron de la extrema pobreza más de 36 millones de brasileños. La mortalidad de los menores de 5 años se redujo en un 45% en 11 años. La pobreza general descendió del 22 al 8% entre 2001 y 2013 mientras que la extrema pobreza bajó del 14% al 3,5%. En esa década, los ingresos del 20% más pobre de la población se multiplicaron por tres en relación con los del 20% más adinerado.

La “mano” nada invisible del Estado era evidente en ese cambio de políticas. El gasto en programas sociales se triplicó desde el 2002 mientras que la proporción del Producto Nacional Bruto correspondiente a estos programas aumentó un 31%. El resultado de todas estas medidas ha sido que, en algo más de una década, desde que se pusiera en marcha el primer Programa “Hambre Cero” (seguido por otros complementarios, como “Bolsa Familia”), Brasil de­saparecía, en 2015, del mapa del hambre que la FAO elabora anualmente y cumplía el Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir a la mitad el hambre y la pobreza para ese mismo año. Pero Brasil no estaba solo en el continente. Avances similares tuvieron lugar en otros países de la región. En Bolivia se redujo el porcentaje de personas subalimentadas desde el 32,8% en el año 2002 al 15,9% actual. Venezuela bajó del 15,3% en el 2000 hasta menos del 5% actual. Situaciones similares se vivieron en Argentina, Chile, México, Ecuador o Nicaragua, por citar algunos (2).

La historia del éxito de la región es fruto del compromiso político al más alto nivel en un contexto de estabilidad macroeconómica y política que permitió un mayor gasto público en materia social destinada a los más vulnerables. Los países de la región se comprometieron, en 2005, a la erradicación del hambre a través de la Iniciativa América Latina y Caribe Sin Hambre (IALSCH) (3). La región fue pionera en asumir este reto, y ha respondido a él a través de su principal órgano de integración, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que está implementando un ambicioso Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre (4). Este acuerdo político sin precedentes está fortaleciendo y dinamizando los esfuerzos regionales para poner fin, de manera definitiva, al hambre.

Aunque el panorama general en América Latina y el Caribe es positivo en su conjunto, el análisis pormenorizado a nivel nacional muestra importantes diferencias. Son mayores los avances en los grandes países sudamericanos, donde los niveles de subalimentación se ­encuentran por debajo del 5%. En Centroamérica, el avance es menor y el hambre afecta al 6,6% de la población, mientras que en el Caribe la proporción se eleva a casi el 20%. Las cifras en esta zona vienen lastradas por la situación en Haití, donde está el 75% del total de personas que sufren desnutrición en todo el Caribe.

Por otra parte, la gran paradoja actual de un continente exportador neto de alimentos que produce mucho más de lo que necesita para alimentarse es un daño colateral inesperado : el aumento de la obesidad que afecta ya al 22% de los adultos de la región. Es particularmente preocupante en el caso de las mujeres, ya que su tasa promedio de obesidad alcanza el 29% en comparación con el 18% en el caso de los hombres. Eso quiere decir que una de cada tres mujeres de América Latina y el Caribe son obesas, y uno de cada 5 hombres lo son también (5). El reto no es ya sólo que la población se alimente sino que se alimente correctamente, una mejora de la nutrición empieza a ser tan fundamental como el acceso a los alimentos de las capas más desfavorecidas.

Aunque la región ha dado un gran salto adelante, los desafíos pendientes aún son considerables : 34 millones de personas viven con hambre y 27 millones viven todavía en pobreza extrema. Si el liberalismo de los años 1990 fue ­reemplazado por un enorme giro antiliberal que coincidió con una década dorada de crecimiento económico en la región y que permitió implementar políticas de distribución más equitativas, el futuro en la región se enfrenta a retos complejos en una coyuntura económica no tan favorable.

Las economías latinoamericanas crecieron, entre 2003 y 2012, por encima del 4% anual, según datos de la CEPAL (6). Desde los años 1960, la región no había registrado un periodo tan intenso. Sin embargo, las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) señalan que la economía latinoamericana acabará 2016 con una recesión del 0,3% (7). La causa principal es la caída del precio de las materias primas. Entre 2011 y 2015, los precios de los metales y de la energía (petróleo, gas y carbón) cayeron en casi el 50%. Sólo en 2015, los productos energéticos cayeron un 24%.

Brasil enfrenta ahora la recesión económica más importante desde los años 1990. Los datos de evolución del Producto Interior Bruto (PIB) en 2015, dados a conocer el pasado mes de marzo, indican que la economía brasileña se contrajo en un 3,8% con relación al año anterior, según datos difundidos por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). El resultado es el peor de la historia de las Cuentas Nacionales del IBGE, que comenzaron a ser divulgadas en 1996, y todo apunta a que, en 2016, continúe la misma tendencia. El año pasado, 1,5 millones de brasileños perdieron su empleo, un hecho insólito después de diez años seguidos de crecimiento (8).

Y como a perro flaco todo son pulgas, otras inesperadas adversidades se han sumado, en América Latina, a esta tormenta. El brote actual del virus Zika está provocando no sólo el pánico entre la población sino que afecta ya a una industria tan importante como la del turismo. Aunque es temprano para cuantificar dicho impacto, un reciente estudio indica que las economías de México y Perú serían las más afectadas si el virus se propaga por toda América Latina. El turismo representa casi un 9% del PIB en ambos países. En contraste, Brasil, donde la mayoría de los casos reportados están localizados, estaría entre los menos afectados, ya que el turismo representa apenas un 3,5% de su PIB.

Además, las condiciones más cálidas y húmedas creadas por el cambio climático aumentan la frecuencia e intensidad de los desastres naturales, los cuales causaron pérdidas por 11.000 millones de dólares en el sector agrícola de la región entre 2003 y 2013. Un tercio de la población de la región vive en zonas de alto riesgo de desastres. La sequía seguida por exceso de lluvias e inundaciones severas, por ejemplo, tiene efectos devastadores en el llamado Corredor Seco que atraviesa El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, donde más de un millón de familias viven de la agricultura familiar de subsistencia.

Volviendo al panorama general en la región, es difícil vislumbrar si la contracción de la economía latinoamericana provocará una oleada de cambios políticos invirtiendo la tendencia hacia la derecha, como algunos observadores ven en la victoria de Mauricio Macri en Argentina o la derrota del referéndum boliviano para alargar la continuidad de Evo Morales (9).

Lo que sí está claro es que los avances en la reducción de la pobreza y el hambre han mostrado el camino de una forma de hacer política e incluso historia en Latinoamérica. El continente debe mantener el liderazgo que logró para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de la ONU para avanzar en los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), asumidos por la comunidad internacional durante 2015. Los dos primeros Objetivos de Desarrollo Sostenible de erradicar la pobreza extrema y el hambre antes de 2030 son los compromisos más importantes jamás hechos en la historia de las Naciones Unidas (10).

La experiencia en América Latina en la última década y media demuestra que es posible alcanzar esos objetivos si hay voluntad política al más alto nivel. Lo que hace pocas décadas parecía una meta inalcanzable, hoy se vislumbra al alcance de la mano. Es el sueño de toda una generación : una América Latina y el Caribe libre de hambre y plenamente sostenible. 

 

NOTAS :

(1) “El Estado de la inseguridad alimentaria en el mundo”, FAO, Roma, 2015.

(2) “Panorama de la Inseguridad Alimentaria en América Latina y el Caribe”, FAO, Roma, 2015.

(3) IALCSH : La Iniciativa América Latina y Caribe sin Hambre (IALCSH) : http://www.ialcsh.org/es/la-iniciativa/

(4) CELAC/FAO : Plan para la Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre de la CELAC 2025 : http://www.fao.org/3/a-i4493s.pdf

(5) Léase el discurso de apertura del Director General de la FAO, José Graziano da Silva, en la Conferencia Regional para América Latina y Caribe, México, 2 de marzo de 2016.

(6) CEPAL : Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2015 : http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/38713/S1500733_es.pdf?sequence=106

(7) FMI : Actualización de Perspectivas de la Economía Mundial (Informe WEO), enero de 2016 : http://www.imf.org/external/Spanish/pubs/ft/survey/so/2016/RES011916AS.htm

(8) El País, Madrid, 4 de marzo de 2016.

(9) El País, 28 de febrero de 2016.

(10) ONU : Objetivos de Desarrollo Sostenible : http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/





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