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La competitividad, Sísifo neoliberal

Viernes 13 de septiembre de 2013   |   Bernard Cassen
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Este otoño, en Francia y sin duda en otros países, la conmemoración del centenario del nacimiento del escritor Albert Camus, premio Nobel de Literatura en 1957, dará lugar a una abundante producción editorial. Se pondrá de manifiesto, en particular, la actualidad de su libro publicado en 1942: El Mito de Sísifo. Ensayo sobre el absurdo.

Si leemos o releemos hoy dicho texto, pero a través del prisma de un entorno en el que los decididores están mucho más ávidos de notas de coyuntura financiera que de trabajos filosóficos, no podremos dejar de establecer una similitud con los mitos –en cierta forma paralelos al de Sísifo– sobre los cuales funciona ideológicamente el sistema neoliberal. Entre ellos, los más presentes en el debate público se llaman “mercado”, “crecimiento” y “competitividad”.

Lo absurdo de invocar esta última noción, por no hablar aquí de ninguna otra, no tiene efectivamente nada que envidiarle a la de los esfuerzos de Sísifo, héroe de la mitología griega condenado por los dioses a empujar montaña arriba una roca que se le escapa justo antes de llegar a la cumbre, rueda hasta el valle, y Sísifo tiene nuevamente que volverla a subir. Y así hasta la eternidad...

El discurso sobre la competitividad, presentado en Berlín y en Bruselas como la solución a la crisis de casi todos los países de la Unión Europea (UE), se basa en una mistificación intelectual: una empresa no es competitiva por sí misma; lo es (o no) con relación a otra. Dicho de otro modo, la competitividad no consiste en alcanzar cierto nivel de excelencia, sino en mantener o conquistar por todos los medios una ventaja sobre sus competidores. Es toda la diferencia entre lo absoluto y lo relativo. Por definición, las empresas no pueden al mismo tiempo ser todas competitivas con relación a todas las demás.

No se trata aquí de preconizar el fin de toda la competencia, sino más bien de regularla en función del doble objetivo de justicia social y de exigencia ecológica, y todo ello a escala nacional, europea y mundial. Las herramientas –política monetaria, fiscalidad, proteccionismo altruista (1), democratización de las instituciones políticas, etc.– no faltan. Basta con querer utilizarlas. No es el caso de la Unión Europea que optó por un abanico de medidas púdicamente bautizadas “reformas estructurales” y de inspiración radicalmente contraria: carrera desenfrenada entre Estados en la deflación salarial, en el desmantelamiento de la protección social y del Derecho laboral, y en la pauperización de los servicios públicos prometidos a la privatización.

Un mito debe poder encarnarse, y este es el papel que le toca a Alemania: quien era, hace quince años, el “hombre enfermo de Europa”, se habría convertido, gracias a las leyes Hartz, en campeona de la competitividad. Y tanto da si este logro se asienta en la ausencia de salario mínimo, la proliferación de “mini jobs” sin cobertura social ni derecho a jubilación, y en la existencia de 8 millones de trabajadores pobres.

El comisario europeo Olli Rehn acaba de proponerle a España dos variantes de este modelo –las de Irlanda y de Letonia–, solicitando al Gobierno de Rajoy una rebaja del 10% de todos los salarios... Tuvo especial cuidado en no revelar que, en esos dos países, las “reformas estructurales” llevaron a una destrucción masiva de empleos a tiempo completo: 20% en Letonia, un tercio en Irlanda (2). Lo importante es asegurar la supervivencia del mito…

NOTAS:

(1) http://www.protectionnisme.eu/Un-protectionnisme-altruiste_a75.html

(2) Léase: http://www.social-europe.eu/2013/08/can-spain-achieve-what-ireland-and-latvia-did/?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+social-europe%2FwmyH+%28Social+Europe+Journal%29





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