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ENCUENTROS CON PERSONALIDADES

José Vidal-Beneyto, la impaciencia apasionada

vendredi 1er mai 2015   |   Ramón Chao
Lecture .

Periodista y escritor, Ramón Chao es autor de varias novelas inolvidables. Fue también, en París donde reside, director de Radio France Internationale y corresponsal del mítico semanario Triunfo. A lo largo de esas experiencias conoció a numerosos creadores. En una serie de textos que venimos publicando desde hace más de un año, Ramón Chao va recordando cada mes, para nuestros lectores, algunos de sus encuentros con genios como el sociólogo José Vidal-Beneyto (1927-2010), de quien nos habla esta vez.

“Una de las personas más inteligentes y mejor preparadas de su generación”, decía Enrique Tierno Galván de José (“Pepín”) Vidal Beneyto. Nacido el 26 de junio de 1927 en Carcaixent (Valencia), Vidal-Beneyto estudió filosofía, sociología y derecho en las universidades de Valencia y Complutense de Madrid, donde se doctoró en derecho. Amplió estudios en la Sorbona de París, en Cambridge, Heidelberg y Frankfurt. Con este personaje irrepetible y difícilmente clasificable –al que Tierno Galván me presentó– mantuve una relación estrecha y afectuosa solo interrumpida por su muerte.

Estaba destinado para Europa. Contaba que, cuando en los desangelados anocheceres de invierno lo llevaba su padre a la estación de mercancías de Carcaixent, para asistir a la carga de los vagones cuya expedición estaba prevista a todos esos lugares de Europa tan evocadoramente míticos para un exportador valenciano de agrios : Clermont-Ferrand, Dusseldorf, Copenhague, Rennes, Bruselas… Luego volvían al despacho, pasada la noche, para confirmar telegráficamente los envíos y volvían a sonar lugares lejanos y familiares. Pero ¿estaba de acuerdo con la Europa neoliberal que nos preparaban ?...Ya en los principios expresaba sus dudas en El País, diario del cual fue uno de los fundadores y colaboradores : “Tendremos, sí, un marco constitucional que nos garantice que todo sigue en manos del Estado : El proyecto fija, gracias a la Carta de los Derechos Fundamentales, los principios rectores de la Unión, clarifica y simplifica su marco operativo, extiende la práctica de la mayoría cualificada a nuevos ámbitos, da mayor visibilidad a los grandes cargos y con las acciones de iniciativa popular y las cooperaciones estructuradas o reforzadas abre dos portillos para avanzar en la investigación. Pero para ello se paga el alto precio de dejarlo todo en manos de los veinticinco Estados, cuya abrumadora mayoría no quiere una Europa política”.

Hijo de buena familia e hijo del régimen en definitiva, Vidal-Beneyto desempeño un papel crucial en la lucha antifranquista durante casi treinta años. Se empeñaba en cambiar las cosas que no le convencían. En 1977, un par de meses antes de que entrásemos en democracia, publicó Del franquismo a una democracia de clase, un relato de la resistencia popular durante la transición. Y, en 1981, realizó un primer balance de esa época en Diario de una ocasión perdida.

 

Como se deduce del simple enunciado de ambos títulos, declaraba : “Me distancié de la transición, según la cual el franquismo se había autotransformado en democracia, y afirmaba, por el contrario, que fue el resultado de la convergencia de una moderada pero continua presión exterior de las democracias occidentales así como de las internacionales democráticas –liberal, socialista y democristiana–, que en los años 1970 coincidieron con una notable movilización de las fuerzas populares en el interior de España, sobre todo del mundo del trabajo, con más de 15.000 acciones de contestación en los últimos cinco años del régimen franquista. En cualquier caso, era evidente que la autocracia del general Franco, aunque se hubiera suavizado y normalizado, era incompatible con el concierto occidental de naciones, donde sólo cabían los países democráticos. Había pues que pasar a otra cosa”. Su compromiso se orienta primero hacia el marco del movimiento democrático español, que va a mantener hasta la muerte de Franco, en 1975.

A finales de los años 1950 intimó –entre otras personas europeas y españolas del exilio–, con Enrique Gironella. Con su ayuda (y la muy decisiva de Edgard Morin), creó en 1962 el Congreso Europeo de Múnich, que el franquismo temeroso bautizó como "contubernio antipatriótico". Lo pusieron en práctica dentro del marco de la gauche européenne, con el gran apoyo institucional de Robert van Schendel (Movimiento Europeo), Fernando Álvarez de Miranda y sus amigos de la Asociación española de cooperación europea (AECE).

Plantearon algo difícil para aquellos tiempos de oscurantismo y de guerracivilismo : que españoles, vencedores y vencidos, del interior y del exilio, se dieran la mano y coincidieran en un punto de partida común : Europa y sus libertades e instituciones democráticas. No conseguiría Vidal-Beneyto, aunque lo intentó, que los comunistas fueran invitados, pero aquello fue ya un paso grande : el horizonte utópico a veces lleva a concesiones pragmáticas.

Importante fue también la participación de Pepín Vidal en la creación y, sobre todo, extensión de las Juntas Democráticas de España, como organismo antifranquista de unidad en 1974. En cierto modo, aunque los escenarios eran distintos, ahora con un franquismo en descomposición, Pepín abogaba por aplicar el previo esquema de Munich, en el sentido de que el dispositivo unitario fuese no sólo entre partidos, sino también de sectores diversos de la sociedad civil, más los datos de la movilización popular (PCE e izquierda) y profesionales. Su activismo fue total : Santiago Carrillo lo definiría como “el ministro de Asuntos Exteriores de la Junta”.

Era un hombre de flechazos. El primero, víctima del Opus Dei, se lo asestó el catolicismo en el colegio de los escolapios de Zaragoza. A los dieciséis, allí conoció –y admiró– al fundador de la Orden : Escrivá de Balaguer. Pepín actuó algo así como de su secretario personal, pero dejó el Opus Dei, todavía estudiante, sencillamente, como diría, "porque perdí la fe" ; aunque, sentimental siempre,- mantendría un afecto especial por el citado fundador, más tarde marqués y santo.

Pierde la fe religiosa y encuentra otra, la resistencia al franquismo. Quería entender Europa como centro interpretador para alcanzar la democracia en España. No se hacía muchas ilusiones, como refleja un artículo suyo en El País : “Hace casi medio siglo, más precisamente 47 años, que 118 españoles, de los cuales 80 venían del interior de España y 38 procedían del exilio, se reunieron en Múnich, en el marco del Movimiento Europeo, para proclamar la vocación europea de la España democrática. Un admirable exiliado catalán, Enric Adroher, al que llamábamos Gironella, fue decisivo para su organización. El franquismo, de alguna manera, se había acogido unos meses antes a esa condición, cuando al solicitar la admisión en la CEE había admitido que ello implicaba que España fuese una democracia como exigía la Comunidad y había establecido la doctrina formulada en enero de 1962 por el eurodiputado Birkelbach. Pero el dictador, cuya aceptación había sido simple estratagema, no podía tolerar que, en Múnich, se hubiera sellado la reconciliación de las dos Españas y se hubieran pactado las condiciones del establecimiento de un régimen democrático. Su reacción fue implacable e inmediata. Suspendió el art. 14 del Fuero de los Españoles, lo que equivalía a cancelar la libertad de circulación de los ciudadanos y obligaba a los que se desplazaron a la capital bávara a elegir entre un lejano confinamiento durante dos años o el exilio.”

Su tesón, y su ardor le ayudaron a lograr la unión necesaria de los republicanos emigrados y los rebeldes del interior. Este primer encuentro se produce en 1962. Vidal-Beneyto pretendió que se organizara primero en Mallorca, pero finalmente el régimen lo impidió. Europa era democracia ; la bestia negra del franquismo. Así que la reunión tuvo lugar en Múnich. Era el año 1962 y se desató una campaña de prensa en contra, calificando aquello de contubernio, lo que los propios conspiradores hicieron suyo con ironía una historia que desvela su espíritu imaginativo y creativo, del que había sido otro de sus grandes amigos, el político Marcelino Oreja.

 

Pepín era el perfecto embajador de la causa democrática española gracias a su don de lenguas (hablaba seis idiomas), su capacidad como relaciones públicas y sus contactos. "Tenía muchas relaciones ; sobre todo con intelectuales europeos. Nos era enormemente útil”, explicaba Raúl Morodo.

Se volcó en la prensa, en la escritura. Autor de crónicas periódicas en “El País” que, por su altermundialismo, se alejaban un tanto de la línea editorial. Escribió unos diez libros sobre economía y sociología. En “La corrupción de la democracia” arremete contra los “nuevos filósofos”, en particular contra Bernard-Henri Lévy : “Debelador de todos los totalitarismos como él se define, su inteligencia solo se activa con la televisión delante. Participa en muchas manifestaciones, pero limita su presencia al tramo en el que están presentes las cámaras. Amigo de todos los grandes de la clase dominante francesa, es íntimo de Arnaud Lagardère, heredero y hoy patrón del grupo aeronáutico que lleva su nombre, también de François Pinault, dueño de los grandes almacenes más importantes de Francia (…), se ve a sí mismo como el gran contendiente de los opresores. Aunque a veces se equivoque de opresor : por ejemplo, cuando en 1985 se alistó en la Contra nicaragüense al lado de la CIA y de la extrema derecha de dicho país. A propósito de Kosovo, fue un permanente defensor de la tesis del genocidio y propagó la noticia, nunca verificada, de los vagones cargados de gente, cerrados y sellados, destinados al exterminio”.

Además de ejercer de catedrático en la Universidad Complutense de Madrid, Vidal-Beneyto fue director del Colegio de Altos Estudios Europeos Miguel Servet de París, Secretario general de la Agencia Europea para la Cultura de la UNESCO y Presidente de la Fundación del Área Mediterráneo-latinoamericana (AMELA). Falleció el 16 de marzo de 2010, en el hospital Salpetrière de París. A sus ochenta y dos años, Pepín –así le llamábamos los amigos– conservaba un rostro de eterno adolescente y una mirada cariñosa. Poco antes había escrito una Carta a los Reyes Magos que fue, en cierto modo, su testamento : “Queridos Reyes Magos. Les escribo en mi nombre y en el todos los que, como yo, no nos resignamos a vivir en un mundo en el que reina el mercantilismo ; un mundo en el que la injusticia, la indignidad y la mezquindad actúan a su guisa, sin que se vean alternativas válidas. Os pediría tantas cosas. Lo más urgente es que nos hagáis más llevadera la vida colectiva, acabando con el robo y la corrupción que lo roen y lo pudren todo. Por ejemplo, en Francia, desde donde os escribo, la casi totalidad de los jefes de partidos de derechas o de izquierdas han sido procesados por este motivo, y algunos han sido condenados.” Y así sigue, con toda ingenuidad y convicción.

Lo fuimos a visitar al hospital. Ignoro si nos oyó ; esbozó una sonrisa, pero tal vez ya no podía hablar : ¡Pepín mudo ! ¡Lo último que podíamos concebir ! Ya no mostraba su célebre carácter entusiasta, ni sus épicos berrenchines, ni su invasor malabarismo verbal. Después de siete días de sufrimientos se lo llevó una legionelosis. Quiso que lo enterraran entre los valencianos naranjos de su padre.





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