La sélection du Monde diplomatique en español

Hipocresía, doble rasero, fariseismo

Suecia y Cuba

jeudi 15 avril 2010   |   René Vázquez Díaz
Lecture .

La trágica y lamentable muerte en una cárcel de Cuba, el 23 de febrero último, del disidente Orlando Zapata, tras una larga huelga de hambre, ha servido de pretexto a algunos países europeos para hacer añicos las intenciones del Gobierno español de acabar con la Posición Común de la Unión Europea hacia Cuba. Esa Posición Común, adoptada en diciembre de 1996, que sanciona a Cuba y bloquea cualquier posibilidad de diálogo con La Habana, pone particularmente de manifiesto la actitud farisea de un país como Suecia que se empeña en perpetuarla pese a las consecuencias que afectan duramente a todos los ciudadanos cubanos. El atrincheramiento unilateral contra La Habana resulta de la obsesión de un grupo de Estados (Alemania, Reino Unido, República Checa, Países Bajos y Suecia) decididos a recrudecer las vicisitudes de los cubanos más vulnerables.

Propuesta por José María Aznar, la Posición Común de la Unión Europea fue adoptada en diciembre de 1996 en un marco de relaciones internacionales que ha cambiado sustancialmente. Aznar pasó a la “Historia universal de la indecencia” como partidario de un golpe de Estado (el 11 de abril de 2002) para derrocar una “democracia indeseable”, la de Venezuela.

Cuba fue sancionaba porque, en legítima defensa de la seguridad de sus ciudadanos, el 24 de febrero de 1996 se había visto obligada a derribar dos avionetas de una organización terrorista (Hermanos al Rescate) con sede en Miami que violaron repetidamente el espacio aéreo de la Isla. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, nadie pone en duda el peligro que ese tipo de vuelos puede representar.

Hoy la economía estadounidense depende en parte de un Estado dominado por un Partido Comunista : China. De igual modo, los países de Europa se benefician del comercio con el régimen chino que, estructuralmente, se diferencia poco del cubano. Puesto que no existe una “Posición Común Europea” para que China cambie de sistema, hay que desmantelar esa pretendida Posición Común que exige que el sistema político cubano cambie.

Cuba mantiene relaciones diplomáticas con 183 Estados, y en La Habana radican 109 misiones diplomáticas extranjeras. En el hemisferio occidental, Estados Unidos es el único país que no tiene, porque no quiere, relaciones diplomáticas normales con Cuba. La resolución de Naciones Unidas que anualmente condena el bloqueo económico y financiero contra la isla obtuvo, el 28 de octubre de 2009, 187 votos (de un total de 192) : una mayoría abrumadora de la humanidad está en contra de la agresión de EEUU.

La comunidad de cubanos en el exterior también ha cambiado. Hoy existen 106 organizaciones de cubanos emigrados en 61 países, que se pronuncian contra la Posición Común Europea y contra toda fuerza política que merme la soberanía y la capacidad de desarrollo de su país, al que consideran agredido y difamado. En octubre de 2009, se reunieron en Barcelona casi trescientos cubanos, representantes de asociaciones de emigrados residentes en una veintena de países europeos, para exigir un trato no discriminatorio a Cuba. En el mismo espíritu se reunieron en febrero de 2010, en La Habana, 450 cubanos, en representación de numerosas organizaciones de emigrados radicados en 47 países. La mayoría procedía de Estados Unidos. El deseo explícito de los 296.000 cubanos de la emigración que visitaron su país en 2009 es que cese la hostilidad unilateral de Estados Unidos contra Cuba, y se desmantele la Posición Común. La Unión Europea debe tener en cuenta esa poderosa corriente de opinión de cubanos que viven lejos y defienden el derecho de Cuba a decidir su destino sin injerencias foráneas.

Por su parte, el Gobierno (de derechas) de Suecia predica solemnemente que la Revolución Cubana es “dictatorial”, y que por eso se opone a que Europa abra relaciones comerciales normales con La Habana. La Cancillería sueca tiene la obligación moral de explicar cuál es su concepto de dictadura si quiere que esa toma de posición contra la salud, el bolsillo y el bienestar del pueblo de Cuba tenga un mínimo de credibilidad. Porque Suecia es uno de los países europeos que más protegen y promueven a dictaduras sanguinarias, violadoras de todos los derechos humanos. Lo hace en el más inmoral de los campos : la exportación de armamento bélico.

En el papel, el Parlamento sueco estipula, en sus directivas a la Inspección de Productos Estratégicos (IPS en sus siglas suecas), que toda exportación de armamento militar debe basarse en “casos de excepción”. Sólo en el papel. Violando la voluntad del Parlamento, que prohibe explícitamente la venta de armas a países en guerra o que menosprecian los derechos humanos, los sucesivos Gobiernos suecos (de izquierdas y de derechas) han armado y arman hasta los dientes a regímenes poco recomendables : Egipto, Arabia Saudí, Omán, Pakistán, Emiratos Árabes Unidos, etc. En 2008, Suecia batió su propio récord de exportación de armas a ese tipo de dictaduras.

La ilegal invasión estadounidense a Irak en 2003 resultó un negocio fabulosamente lucrativo para la industria armamentista sueca. El “superproyectil” de 155 mm Excalibur, guiado por GPS, (producido, en colaboración con la estadounidense Raytheon, por la empresa sueca BAE Systems Bofors, y considerado como la “munición de artillería más precisa de la historia”) ; las mirillas de punto rojo –M-68 CCO (Close Combat Optic)– para armas automáticas de la empresa Aimpoint AB de Malmö ; así como las devastadoras granadas de racimo ADM 401 producidas por Saab Bofors Dynamics, son armas vendidas masivamente al Ejército de Estados Unidos a pesar de que el Parlamento sueco prohibe su exportación a “países agresores, violadores de los derechos humanos o involucrados en conflictos armados”.

En 2002, una delegación del Departamento de Defensa de Suecia viajó a Arabia Saudí, una dictadura particularmente odiosa, para abrir el camino a la venta de material de guerra. En 2004, le siguió una delegación de comercio, en la que participó nada menos que la princesa heredera Victoria, sin el menor resquemor ético. El 15 de noviembre de 2005, Estocolmo recibió con todos los honores al príncipe Khaled ben Sultan, ministro-adjunto de la Defensa de Arabia Saudí, nieto del rey-dictador Abdallah ben Abdelaziz Al Saud, electo por nadie en ninguna elección democrática. Da vergüenza la foto sonriente de la entonces ministra de Defensa Leni Björklund (socialdemócrata) junto al príncipe saudí. Cuando un periodista le preguntó a la ministra si no era hipócrita hablar de democracia y al mismo tiempo elaborar un millonario convenio militar en contubernio con esa dictadura petrolera, uno de los regímenes religiosos más integristas, más retrógrados y más intransigentes del mundo, la ministra contestó : “Arabia Saudí juega un papel importante en Oriente Próximo y por eso es un interlocutor interesante”.

Ese mismo año, Suecia firmó, sin ningún escrúpulo, un contrato de colaboración militar con Arabia Saudí que incluye espionaje electrónico en el éter. Mientras Estocolmo preconiza sanciones contra Cuba, no duda en armar hasta los dientes a un régimen en el que las mujeres ni siquiera pueden tener permisos de conducir, no hay partidos políticos, se aplican tormentos públicos a latigazos, múltiples penas de muerte (siempre públicas) por decapitación con sable, y represión feroz contra todo tipo de disidencia política o religiosa. Según Amnistía Internacional, 1.100 personas han sido ejecutadas en Arabia Saudí en los últimos veinte años. Muchos reos fueron simplemente acusados de “desprecio al Islam”, “brujería” o homosexualidad. Jamás se ha visto a un diplomático sueco en casa de ningún prisionero saudí, aunque haya sido torturado. Ya desearían los homosexuales saudíes disfrutar de una milésima parte de la libre gozadera sexual institucional que impera en la República de Cuba.

En 2005, algunos políticos de la derecha criticaron la colaboración militar con esas dictaduras. Pero cuando llegaron al poder la desarrollaron aún más. En el establishment político sueco existe un oprobioso consenso en lo concerniente al apoyo militar a países violadores sistemáticos de los derechos humanos como Pakistán o Arabia Saudí. Urban Ahlin, portavoz de Relaciones Exteriores del Partido Socialdemócrata (oposición) y uno de los más enfermizos detractores de Cuba, ha declarado : “Nosotros apoyaremos la exportación de material de guerra. Suecia posee la tradición, la técnica, la competencia y los conocimientos sobre la construcción de armas. Sería estúpido desaprovechar todo eso”. Al mismo tiempo, este proveedor de armas –que prefiere cerrar los ojos para no ver el uso que hacen de ellas algunos regímenes represivos–, dice defender, junto con el actual ministro de Relaciones Exteriores, Carl Bildt, la causa de “una transición hacia una democracia pluralista y el respeto a los derechos humanos” –pero sólo en Cuba–.

¿Por qué no defienden esa “noble transición” en casa de sus clientes : Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos o Pakistán ? ¿Hasta qué punto de abyección puede llegar la clase política de un país que impide que Cuba tenga relaciones comerciales normales con Europa para adquirir alimentos y medicinas, mientras no ve inconveniente en proveer de material bélico a satrapías en las que la Unión Europea no evalúa la “situación de las libertades civiles” ni les exige la liberación de nadie ni ninguna transición a nada ?

Un periodista preguntó a la actual ministra de Empresa y Energía, Maud Olofsson, si no era una hipocresía decir, por un lado, que no se debe exportar armas a países en guerra o que violan los derechos humanos, y, por otro lado, vendérselas a Estados Unidos y a Arabia Saudí. “Yo no lo llamaría hipocresía”, respondió la ministra, partidaria de “modernizar” la legislación para facilitar las exportaciones de armamento.

Eso se llama indecencia política y moral. Tanto el ministro de Relaciones Exteriores, Carl Bildt, como los partidos (en la oposición) que forman la coalición de izquierdas (los verdes, los ex comunistas y los sociademócratas) hablan con lengua bífida. El demócrata-cristiano Alf Svensson resulta más sincero. A la misma pregunta que le hicieron a la ministra de Economía, Svensson contestó : “Es que somos tan dependientes de Estados Unidos...”

Ese es el quid de la cuestión. Suecia se ha convertido en el octavo país exportador de armas. En los diez últimos años, el volumen de exportación militar se ha triplicado. Entonces Estocolmo, sencillamente, tiene que obedecer a Washington en su trabajo sucio para doblegar a los cubanos.

Durante la Guerra Fría, la industria del armamento de Suecia creció en íntima conexión con los estadounidenses. Si Estocolmo no colaborase con Washington, éstos privarían a la industria sueca y a sus instituciones de defensa, de material e intercambios de alta tecnología. Pero también existe un sutil factor racista-cultural : la identificación con los primos estadounidenses. Una islita mestiza no tiene derecho a desafiar a los aliados y compinches imperiales de Suecia. Eso explica que ningún político sueco hable de la indecencia que implica mantener magníficas relaciones con China, Egipto o Arabia Saudí, y a la vez condenar a Cuba “porque es una dictadura”.

Semejante actitud hostil de Estocolmo en el seno de la Unión Europea afecta el derecho a la vida de los cubanos. La llamada “Posición Común” obliga a Cuba a seguir siendo el único país de la región sin un acuerdo de cooperación con la Unión Europea. Lo cual impide que La Habana pueda contrarrestar los efectos desastrosos del bloqueo económico en la salud, la nutrición y la vivienda. Un ejemplo : en diciembre de 2009, el Gobierno de Estados Unidos impuso una multa de 536 millones de dólares al banco Credit Suisse por el insólito delito de realizar transacciones que “violaron las leyes del bloqueo” contra Cuba. Si existieran leyes de bloqueo similares contra Arabia Saudí, ¿cómo podría Suecia vender sus armas ? Si existieran leyes similares contra China, ¿cómo sería el comercio planetario actual ?

Pero se trata de la “peligrosísima” Cuba. La “violación” del banco suizo consistió en 32 transferencias electrónicas por un valor de 323.648 dólares, en las que empresas cubanas tenían interés. Eric Holder, Fiscal general de Estados Unidos, calificó esas transacciones como “una conducta criminal asombrosa del Credit Suisse”.

Ahora el Gobierno sueco esgrime la trágica muerte en Cuba de Orlando Zapata, fallecido el 23 de febrero último en la cárcel tras una larga huelga de hambre, para perpetuar la Posición Común. Esa postura es falaz. En diciembre de 2001, las autoridades suecas “se olvidaron” de los derechos humanos y cedieron ante la presión de Washington para que la CIA secuestrara clandestinamente, en territorio sueco, a los ciudadanos egipcios Ahmed Agiza y Mohamed Al Zery. Un avión de la CIA aterrizó en el aeropuerto de Bromma (Estocolmo), agentes enmascarados despojaron a los dos hombres de sus ropas, los aherrojaron, encapucharon y se los llevaron a Egipto donde fueron torturados.

Póngase la conducta “asombrosa” del banco suizo, al facilitar 32 transacciones absolutamente pacíficas, al lado de ese secuestro gansteril y de los negocios armamentistas suecos con sus socios saudíes. Entonces se verá cómo la defensa sueca de la Posición Común es una forma de indecencia verdaderamente asombrosa en el mundo actual.

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