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¿Una unión cada vez más estrecha?

Jueves 14 de abril de 2016   |   Bernard Cassen
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Los preámbulos y otras partes de los tratados europeos que tratan sobre los valores y los objetivos de la construcción comunitaria no son, parecería, lectura cotidiana de los dirigentes de los Veintiocho. Hacen falta circunstancias excepcionales para que esos textos llenos de buenas intenciones y de votos piadosos irrumpan en el debate público. Tal ha sido recientemente el caso del brexit –la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE)–, que se resolverá mediante el referéndum convocado para el próximo 23 de junio.

Entre las reivindicaciones de David Cameron figuraba, efectivamente, el cuestionamiento de una cláusula presente en todos los tratados europeos desde el Tratado de Roma de 1957 que estipula que los Estados miembros estaban “resueltos a sentar las bases de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos europeos”. Como era políticamente imposible modificar esos tratados, sus socios tuvieron que convencer al Primer Ministro británico de que esa cláusula podía interpretarse de varias maneras, incluso de tal forma que se entendiera casi lo contrario…

David Cameron había desenterrado una frase que parece surrealista cuando es confrontada a las políticas europeas que se supone que debe inspirar. Así, la forma en que Grecia ha sido tratada por la UE –en primer lugar, por vía de la funesta troika, por la Comisión y por el Banco Central Europeo–, así como por los otros Estados –y primeramente por Alemania– no tiene vocación de acercar a los pueblos griego y alemán, y menos aún hacer de la UE y del euro ejemplos de solidaridad con todos los países puestos bajo alta vigilancia por Bruselas y por Fráncfort. Si existe una “unión cada vez más estrecha” es más bien entre los defensores –Gobiernos e instituciones– de las políticas de austeridad.

Es significativo que, en la prensa, se encuentren cada vez más títulos de artículos del estilo “Portugal frente a Europa”, como si “Europa” fuese una entidad que no incluye ese país. Es cierto que se trata de un atajo periodístico, pero expresa una verdad profunda: apenas un Gobierno toma o piensa tomar medidas que rompan, por poco que sea, con los dogmas neoliberales, éste es en cierta forma llevado ante el tribunal de “Europa”. Y como esa “Europa” es una simple mampara del poder de Berlín, no es de extrañar que nunca aparezcan artículos titulados “Alemania frente a Europa”.

Y sin embargo, Alemania se ha encontrado bastante aislada en el seno de la UE en su gestión del problema de los migrantes. Al principio decidiendo unilateralmente, en un primer momento, acogerlos sin límites; a continuación, en una espectacular media vuelta, negociando directamente con el Gobierno turco para que los reagrupe en su territorio y seleccione entre refugiados potencialmente beneficiarios del derecho de asilo en un país miembro de la UE y migrantes económicos llamados a la expulsión. Todo ello a cambio de compensaciones financieras (6.000 millones de euros), de la aceleración de los procedimientos de entrega de visados a los turcos y de una reapertura de las negociaciones de adhesión de Ankara a la UE. Esta vergonzosa tercerización de responsabilidades fue aprobada el pasado 18 de marzo por el Consejo Europeo.

Cuentan los historiadores que Abraham Lincoln consultó un día a los siete miembros de su Gobierno sobre un tema importante. Se llevó a votación y todos se pronunciaron en contra de su propuesta de decisión. El Presidente sacó una conclusión inapelable: “Cuento siete ‘noes’ y un ‘sí’. Los ‘síes’ ganan”. Contrariamente a Lincoln, y confundiendo unión con vasallaje, Angela Merkel ni siquiera simuló consultar a sus veintisiete socios…





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