r. v.– El Pacto del euro nos está llevando a más austeridad y crisis ¿por qué se obstina en ello la Unión Europea a sabiendas de las consecuencias ?
m. e.– Simplemente es lo que conviene a los intereses dominantes, al gran capital en general. A este, lo que le interesa es que le dejen hacer lo que quiere. Eso es el neoliberalismo : dejar hacer al capital lo que quiere, sin trabas. Ahora bien, cuando las cosas se tuercen, se recurre al Estado sin ningún sentido del pudor. Han estado cuarenta años diciendo que el Estado no tiene que intervenir en economía, y en el momento en que ha habido problemas fíjese a qué niveles están participando los Estados.
r. v.– ¿Estamos viviendo la agonía del capitalismo, o bien una crisis provocada para reinventar el propio capitalismo ?
m. e.– No hay ningún sistema eterno, y por lo tanto el capitalismo en algún momento se acabará. ¿Cuándo ? No lo sé. Hay indicadores de que, al capitalismo, cada vez le resulta más difícil reproducirse. Ahora bien, creo que las crisis no son provocadas voluntariamente, son producto de la propia dinámica del sistema. Las enfermedades y la muerte son inherentes al ser humano. Pues bien, en el capitalismo, las crisis son inherentes a la propia dinámica del sistema. Y no creo que sean voluntariamente impulsadas, pues son peligrosas para el propio capitalismo : algunos pierden mucho dinero.
r. v.– Si existe deuda existen acreedores. ¿Quiénes son estos ?
m. e.– Los grandes capitales. ¿Usted sabe quiénes son los mayores capitales del mundo ? Los fondos de pensiones privados, detrás de los cuales siempre hay personas. Los gestores de esos grandes fondos de pensiones, que normalmente están implicados en su capital, son los que realmente están marcando la pauta. Y después hay grandes fortunas, que son los grandes capitalistas que tienen enorme poder de decisión. Los que se reúnen en Davos, el grupo Bilderberg, la Trilateral... Todos ellos tienen mucho poder. Pero el capitalismo es un sistema muy complejo, y todos esos nombres y apellidos operan muchas veces a través de inversores institucionales. En España, las Sicav [sociedades de inversión de capital variable], por ejemplo, son instrumentos de inversión donde teóricamente pueden tener cabida personas con poco dinero, pero en la práctica son instrumentos para que las grandes fortunas no coticen a Hacienda. Las grandes fortunas están ahí, lo que pasa es que no aparecen con nombres y apellidos sino como un fondo de inversión.
r. v.– Los mercados están desregularizados, ¿no ?, las normas no funcionan para ellos...
m. e.– En el fondo, las reglas y las leyes están hechas por los mercados y para ellos. Porque el poder político es un mero servidor del poder económico. No hay más que ver la puerta giratoria : cómo los políticos se convierten en grandes gestores económicos ; y cómo los grandes gestores económicos cuando, por alguna razón, dejan de serlo –como en el caso de Mario Monti, en Italia– pasan a regir la política. Esto, en la UE, está documentado. La dinámica de las elites dirigentes es esa vinculación... Pero, cuidado, siempre con el capital mandando.
r. v.– A pesar de que los estudios internos del Fondo Monetario Internacional (FMI) demuestran que la desreglamentación de los mercados produce mayor inestabilidad, el propio FMI, por presión de los mercados, promueve esa liberalización. ¿No hay nadie que pueda exigir responsabilidades ?
m. e.– Sólo alguien está por encima de todo eso : la ciudadanía. Pero, por una parte, la ciudadanía está enormemente desperdigada, y por otra, tremendamente atemorizada ante lo que puede pasar. En tercer lugar, una parte importante de la ciudadanía tiene los mismos valores que los dominantes... Porque el capitalismo no es sólo una dominación económica. Es también una dominación ideológica. Nos han vendido que las cosas sólo funcionan en el capitalismo. Lo cual es una mera creencia.
r. v.– ¿Cómo dominan ideológicamente ? ¿A través de los medios de comunicación ?
m. e.– La desinformación es muy importante. Y el miedo. Cuando una persona tiene sólo su trabajo para vivir, tiene mucho miedo de perderlo. Porque –aunque el pasado nunca fue mejor– incluso en la Edad Media tenían tierra. El señor les exigía muchos tributos, pero el uso de la tierra lo tenían. Hoy, si estoy parada, no tengo de qué vivir. Por ello, mucha gente se aferra a su trabajo, incluso consciente de que lo que está pasando no es justo. Por tanto, hay que ser muy consciente, muy valiente, y tener claro que es una lucha colectiva importante para decidirse a romper con esto.
r. v.– ¿Hacia dónde vamos ?
m. e.– Hacia una mayor facilidad de reproducción del capitalismo para obtener beneficios. Hacia la desregulación total. Todo el programa neoliberal no es otra cosa : libertad de comercio, libertad de producción, competitividad global, desregulación laboral, desregulación de los mercados, del capital, desregulación medioambiental...
r. v.– Pero si la mayoría se empobrece, ¿quién va a consumir ? ¿cómo van a seguir enriqueciéndose los capitalistas ?
m. e.– El consumo es uno de los talones de Aquiles del capitalismo. Desde hace cuarenta años, el programa de la política económica era la exportación. La orden era : “¡Ustedes tienen que exportar !”. Esa ha sido la recomendación de las organizaciones internacionales para todos los países, igual para Nicaragua que para Alemania... Lo que pasa es que, al parecer, no se dieron cuenta de que todos los países no pueden exportar... Alguno tendrá que importar en términos netos. El capitalismo no tiene un plan a largo plazo. Tiene, como plan : “Sobrevivamos ahora, ganemos dinero, y ya veremos luego.” Y otra cosa : hay una parte significativa del consumo que es el de lujo. Ellos cuentan con que haya un consumo desorbitado para una minoría. Y no nos olvidemos de las armas, producidas para generar deuda y para generar actividad económica. Por tanto, el diseño tiene su lógica. El poder se está concentrando cada vez más. Hay una concentración enorme de capital. Una parte se pierde, pero otra se concentra y se hace más poderosa.
r. v.– Las pequeñas empresas han aprendido a aceptar que algunos clientes no les van a pagar. En cambio, no ocurre así en el mercado. ¿Por qué se permite ?
m. e.– Por el propio dominio ideológico, que refleja una de las grandes contradicciones del capitalismo. En esta crisis, por ejemplo, en España, miles de pequeños empresarios están desapareciendo cada año. Sin embargo, esos empresarios tienen una percepción ideológica de que sólo se recuperarán a través de una vuelta a lo que hacían antes. Muy pocos de ellos son capaces de situarse con el resto de la población. Los pequeños empresarios no se identifican con los trabajadores, cuando realmente, en este momento, los pequeños empresarios están hechos polvo... Y no digamos los trabajadores autónomos... Muchos de ellos se consideran diferentes de los trabajadores. Piense, por ejemplo, en el propietario de un camión. Es un trabajador autónomo que, además, tiene que pagar el crédito... Un trabajador muy explotado por las grandes empresas para las que hace transporte. Pero el capitalismo ha tenido la habilidad de injertarle en la mente que él no es un trabajador, es un patrono. E ideológicamente, el camionero se lo ha creído. El dominio ideológico les lleva a alinearse siempre con unos poderosos empresarios que son precisamente los que están destruyendo su actividad...
r. v.– Algunos economistas defienden que un gran banco no puede caer porque caería la economía...
m. e.– Me niego a aceptar eso. La quiebra de un banco tiene consecuencias catastróficas para los accionistas del banco. Si se salvaran –como se tendrían que salvar–, a través del fondo de garantía de depósitos, los depósitos de la gente modesta que tiene el dinero en el banco... no pasaría nada. Los accionistas perderían su capital y se acabó. Igual que pierde usted su capital si pone una tienda de moda mañana y no consigue vender lo suficiente. Pero estamos hablando del dominio ideológico del capitalismo, que ha metido en la cabeza de la gente que no se puede permitir la quiebra de ningún banco.
r. v.– Once bancos éticos se han unido en una Alianza Global por una Banca con Valores. Plantean el concepto de “finanzas responsables”. ¿Se lo cree ?
m. e.– Soy enormemente escéptica. Banca y ética son dos palabras de sentido contradictorio. Creo que, en el sistema global actual, en el momento en el que tú te constituyes como banca, tu dinámica tiene que trascurrir por unos canales que no puedes elegir. A mí me merecen mucha más confianza las pequeñas iniciativas que existen de cooperativas, de mutuas que ponen el dinero y se conoce directamente a dónde va ese dinero, que no transcurre por los grandes bancos. Porque en el momento que el dinero entra por los grandes canales financieros es imposible seguirle la pista. Ahora bien, creo que hay gente de buena voluntad que no quiere participar en la banca tradicional y recurre a la “banca ética”. Pero es más bien un tranquilizador de conciencias que verdaderamente un elemento de transformación de la realidad.
r. v.– El grupo Bilderberg, el Foro económico de Davos, la Trilateral, etc. ¿Tienen realmente estos grupos poder de decisión ?
m. e.– De lo poco que sé, deduzco que no deciden como grupos de poder, sino que intercambian opiniones sobre la situación mundial y opinan sobre cómo sería conveniente que evolucionara. Pienso que eso basta para que cada uno de ellos, en su ambiente, tenga el poder de tomar esas decisiones. La verdad es que no sé cómo lo hacen, pero que tienen muchísimo poder, sí. La prueba es que casi nadie sabe lo que hay dentro.
r. v.– La “economía verde”, ¿es una alternativa o una utopía ?
m. e.– No confío en el capitalismo. Por tanto, cuando no confías en la base, los paisajes que le pongas alrededor no valen. Y no confío, porque la “economía verde” hay que pagarla. Y el capital no está dispuesto a pagar. Europa tenía ya un Estado del bienestar, pero como le costaba caro, lo está destruyendo. Es posible que haya algunas iniciativas verdes que vayan adelante como las energías alternativas, pero sólo si proporcionan beneficios. Eso sí, el que contamina paga, por tanto si usted paga yo le puedo vender (...) Y entonces los países pobres, como contaminan menos, pues podrán vender a los ricos, por precios irrisorios, su “derecho a contaminar”... Lo que se ha creado ahí es otro mercado más. Al capitalismo se le están acabando los mercados, y esa es una de las razones por las que quieren acabar con el Estado del bienestar, para poder recuperar el mercado de la salud, el mercado de la educación, el mercado de las pensiones privadas (...) Lo mismo pasa con “lo verde”.
r. v.– ¿Se llegará a la violencia, al apoyo a partidos extremistas...?
m. e.– Le tengo mucho miedo a la violencia, pero a la que genera el poder. La amenaza a Grecia y a Irlanda para condicionar su voto fue pura violencia. Y en España, en cierta manera, también la hay. Sé asimismo que, si realmente la sociedad avanzase hacia una transformación, los poderes fácticos utilizarían la violencia, como la han utilizado en el pasado. En el seno de la UE, cada vez más los políticos elegidos por los ciudadanos –a pesar de todas las deficiencias que tiene la democracia–, son ahora con frecuencia eliminados para poner en su lugar a unos técnicos del capital... Eso es cargarse la democracia. La violencia no viene del lado del pueblo. Viene del otro.