Para empezar, cabe destacar que Capitán América no es liberal, sino republicano. Pero no en el sentido que muchos podrían interpretar como defensor de la cosmovisión del Partido republicano de Estados Unidos. No es republicano porque esté en contra de las minorías, de la diversidad sexual y a favor del modelo de familia patriarcal o del imperialismo americano. Su nombre y su atuendo confunde a quienes no conocen a este personaje, pues tienden a creer que es un patriota WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant), es decir, en el sentido conservador de defensa de la nación estadounidense, cuando lo que realmente sucede es que es un patriota constitucional, en el sentido habermasiano, no en el sentido del Partido Popular (PP) español. Es decir, defiende a Estados Unidos en la medida en que este país encarna los valores cívicos de la libertad, la igualdad, la fraternidad y la participación activa en la polis.
El “patriotismo constitucional” del PP español se basa más bien en la idea esencialista de que la Constitución no debe tocarse en cuestiones que afecten precisamente a su visión clásica del patriotismo, esto es, permitir una mayor descentralización, reconocimiento de nacionalidades históricas o incluso la independencia de parte del territorio.
El patriotismo constitucional del Capi llegó al punto de que, en la década de 1970, abandona su identidad de Capitán América cuando descubre que el Gobierno de Estados Unidos está infestado de corruptos (el Watergate). Más recientemente, el movimiento del Tea Party fue criticado (muy brevemente) en las páginas de la novela gráfica (que sirve de base a la película), pero, para evitar la polémica, esta referencia fue censurada en sus ediciones posteriores. Ya sabemos que en el capitalismo hay libertad de expresión en la medida en que esta libertad no dañe el negocio... El censor del Estado es reemplazado por el ejecutivo del departamento de marketing.
El Capitán América es pues republicano en el sentido de la filosofía política que parte de la tradición de Grecia y de la Roma republicana. Por un lado, la República romana surgió como medida para impedir la tiranía en la que podía desembocar la monarquía, para imposibilitar que un solo hombre pudiese ir contra los intereses del conjunto de los ciudadanos (o de la oligarquía, como realmente fue el caso). Por otro, las convulsiones de la República tardía llevaron a que pensadores y políticos romanos fueran conscientes de que las tensiones entre oligarquía, demandas populares, corrupción y políticos sin escrúpulos podían finiquitarla, como sucedió. También fue la filosofía política en la que se sustentaron las ciudades-Estado italianas, en su lucha contra el Papado y contra el Imperio, y que defendió Maquiavelo. La dimensión reactiva contra la tiranía del pensamiento republicano se acompañó de la defensa de los valores cívicos.
Esta visión de la necesidad de que la ciudadanía sea virtuosa para que la República pueda subsistir se complementa con la idea de la libertad como no dominación, frente a la idea, de los liberales, de libertad como no interferencia. Según los liberales es suficiente con que cada uno se limite a atender sus asuntos particulares, sin entrometerse en la vida de los demás, para que exista libertad. Por ello, cuando el Estado fracasa al garantizar estos límites privados el cine de acción justifica el uso privado de la violencia. Para los republicanos la idea de libertad es más exigente, pues obliga a que no haya nadie tan poderoso como para poder comprar la voluntad de los demás ni nadie tan débil que se vea obligado a vender la suya propia.
El Capitán América desentona en el universo de los héroes contemporáneos de acción precisamente por cómo encaja en esta definición de los valores republicanos clásicos. Los buenos del cine de acción ejercen la violencia en nombre de la familia, un valor privado, mientras que los malos son los que la ejercen en nombre de la política (yihadistas o mafiosos de Europa del Este) o de los negocios, a veces ilícitos (fundamentalmente cárteles latinoamericanos o del Este) a veces lícitos en apariencia, como directivos de grandes corporaciones (en cuyo caso son normalmente varones, maduros y WASP). En el caso de la película Soldado de Invierno (segunda parte cinematográfica de Capitán América) es una gran corporación, dirigida por un WASP, la auténtica villana, como mandan los cánones del mainstream [cultura principal o corriente] progresista. En esta película la trama se asienta en la tensión entre seguridad y libertad. Los “malos” prefieren aumentar la seguridad a costa de la libertad y la privacidad, como pasó en EEUU con la ley Patriot Act tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
El mensaje del cine de acción convencional es claro : se afirma, de forma subliminal, que la única lucha que importa es la defensa de la vida privada, y que no vale la pena poner la misma energía en la transformación sociopolítica de la sociedad en la que vivimos. Por ello, este cine no es político en sentido explícito, pero es político a la hora de presentar cómo debe ser la buena vida en la polis : preocúpate de tus asuntos, no le des importancia a la participación en la “cosa pública”. Si es cine de derechas, la justicia se toma como venganza personal, pues no importa la polis, sólo los lazos de sangre. La búsqueda de justicia no es la búsqueda de la virtud de una sociedad en la que se repare el daño causado, se reconozca al culpable y el castigo ejemplar sirva para reforzar los lazos de la comunidad política. Es simplemente venganza, sin tener en cuenta la espiral que así se desata. Si es progresista, el individuo anónimo con pocos recursos vence al malo gracias al buen funcionamiento de las instituciones, en cuyo caso sí entronca con la virtud republicana de hacer cumplir las leyes que nos permiten luchar contra los poderosos.
Pero en el caso del Capitán América la búsqueda de la justicia es cívica : defiende la libertad y la democracia. En la primera película se ve claramente que su motivación es la lucha contra el nazismo. Es un héroe comprometido con un ideal, no un sádico aprovechado de las buenas causas para dar salida a sus instintos asesinos.
En Los Vengadores, película en la que se unen varios superhéroes, se plantea la tensión entre los dos tipos de héroes en el debate entre Iron Man y Capitán América. Iron Man es el héroe que, en el fondo, tiene buen corazón, pero que prefiere presentarse como un macho duro, hedonista y cínico, pues el compromiso moral público está pasado de moda. Por el contrario, el Capi sí defiende esta visión tradicional de compromiso público que puede llegar al sacrificio personal : morir por la causa, y no matar por ella. Lo importante es el compromiso cívico, no buscar excusas para una buena pelea. De hecho, en uno de los cómics, en sus orígenes, cuando es recluta, se plantea que su posible vocación sea entrar en la vida política. Si la democracia se limita a la “votocracia”, una vez cada cuatro años, se disuelve en un juego oligárquico. Para que subsista es necesario que toda la ciudadanía se implique activamente en la vida de la polis.
En el caso del Capitán América, el uso de la violencia siempre está muy controlado y su motivación original no es ningún ajuste de cuentas personal. Por ejemplo, en su pelea contra el Soldado de Invierno está dispuesto a dejarse matar antes que matar a su antiguo amigo, al que le han lavado el cerebro. En los cómics, defiende a los enemigos que se rinden. Pero sobre todo es apreciado por su capacidad de liderazgo y por su inteligencia táctica, no por el uso de la fuerza bruta. Las peleas se ganan pensando y coordinando un equipo, como se ve en Los Vengadores, y no siendo el más macho, más individualista, violento y temerario.
El Capitán América es un personaje desubicado : es un joven voluntario de la Segunda Guerra Mundial que, tras permanecer hibernando durante décadas, reaparece en nuestro presente, en el que ve que se ha echado a perder el sueño americano. Esta desubicación se muestra en tres elementos. Por un lado, se crió en una época en que era fácil distinguir entre el Bien y el Mal, entre aliados y pro-nazis.
Por otro lado, el mundo de las grandes corporaciones modernas, con sus organigramas e intrigas palaciegas, le resulta totalmente ajeno. No es capaz de aclararse con los enredos de trabajar en organizaciones en las que las partes no se comunican entre sí, incluso luchan entre ellas, como sucede con la gran corporación de seguridad SHIELD. Y por último, su rectitud moral es de otra época, como venimos señalando.
¿Y cómo participa el Capi en la política ? En un cómic intentan aprovecharse de su prestigio para promoverlo como candidato de un partido populista en EEUU, pero se da cuenta a tiempo de que lo quieren emplear como un pelele al frente de un partido movido por turbios intereses. Pero no por eso considera que todos los políticos sean iguales, y decide implicarse en la campaña electoral, a favor de quien defiende a los más débiles, como él hace como superhéroe (y como propone Rawls). Eso sí, por su virtud pública participa como un ciudadano anónimo, yendo puerta por puerta para defender a su candidato, no aprovechándose de su situación de poder.
El republicanismo no sólo está en el Capi. Fue, recuérdese, la principal inspiración ideológica de José Luis Rodríguez Zapatero, hasta el punto de que invitó a uno de sus principales pensadores contemporáneos, Philip Pettit, a evaluar su primera legislatura. De dicha evaluación Zapatero salió más o menos bien parado, con su apuesta por el reconocimiento de derechos de las mujeres, de la diversidad sexual, por su pacifismo, reconocimiento de derechos a los inmigrantes, por la cooperación internacional, por los dependientes, por las subidas de pensiones mínimas y no contributivas por encima del crecimiento del poder adquisitivo, por el diseño de las becas como derecho estable y no como premio impredecible... A lo que debemos añadir : el fin del terrorismo, o cómo se potenció la fiscalía anticorrupción, sin que ningún miembro de su Gobierno fuera encontrado culpable de delitos de ese tipo.
Pero, a diferencia del Capitán América, el fallo de Zapatero estuvo en que mantuvo la economía al margen del republicanismo. La audacia republicana a favor de los derechos civiles y sociales no fue acompañada por la lucha contra la burbuja inmobiliaria ni en contra de las concentraciones oligopólicas en la economía española. Seguro que hoy, viendo cómo el Capitán América se enfrenta a las grandes corporaciones enemigas de la Res Pública, Zapatero debe lamentar no haber sido lo suficiente republicano como para controlar al sistema financiero.