La sélection du Monde diplomatique en español

AUTOBIOGRAFÍA DE CIRO BUSTOS

El hombre que no traicionó al Che

jeudi 31 octobre 2013   |   Richard Gott
Lecture .

Este 9 de octubre se cumplen cuarenta y seis años de la muerte de Ernesto Che Guevara, asesinado en La Higuera (Bolivia) por soldados bolivianos siguiendo órdenes de la CIA. Varios miembros de la guerrilla del Che sobrevivieron. Entre ellos el argentino Ciro Bustos quien fue detenido, junto con el francés Régis Debray, en los días que precedieron a la muerte del Che. Después de años de detención, exilio y silencio, Ciro Bustos publicó su apasionante testimonio en una extraordinaria autobiografía cuya traducción al inglés acaba de publicarse en Londres.

Ciro Bustos es el último superviviente del famoso intento de Che Guevara de lanzar una guerra revolucionaria en Latinoamérica a través de dos movimientos guerrilleros establecidos en Argentina y Bolivia en los años 1960. Bustos, que tiene actualmente ochenta y un años, ha estado viviendo en el exilio desde hace cuarenta años en Malmoe (Suecia). Fue otra víctima más de la ola de dictaduras militares que devastaron Bolivia, Chile y Argentina en los años 1970. Ahora se acaban de publicar en inglés sus memorias (1) (Ann Wright las ha traducido y John-Lee Anderson, el biógrafo del Che, ha escrito la introducción) y ha viajado a Londres para hablar sobre los acontecimientos de aquel lejano pasado.

Su libro –El Che quiere verte– es una fascinante narración de lo que significó involucrarse en la vorágine de la Revolución Cubana y, aún más excepcionalmente, recibir una palmada en el hombro para trabajar con el Che en un proyecto especial. He aquí el elemento definitivo y fundamental, aunque asimismo olvidado, que completa el rompecabezas de la excepcional vida de Che Guevara, así como la asombrosa historia de un hombre, Ciro Bustos, que trabajó con el Che para llevar la revolución a Argentina y a Latinoamérica, y que pagó un elevado precio con años de cárcel y exilio. Y es también un libro de maravillosa lectura, escrito con energía y humor.

Bustos es un artista (pintor) que creció y trabajó en Mendoza, pequeña ciudad de los Andes argentinos. A principios de los años 1960, como si fuera una palomilla, se sintió atraído por la llama de la revolución cubana, y en abril de 1961 viajó a La Habana como voluntario ; pronto lo enviaron para que dirigiera un taller de cerámica en Holguín, una ciudad de provincias. En su libro, describe maravillosamente la atmósfera utópica de los primeros años de la revolución, cuando principiantes inexpertos intentaron hacer cosas imposibles, entorpecidos por el sectarismo del Partido Comunista. Un año después, en 1962, Che Guevara lo reclutó para que trabajara en sus planes de llevar a cabo una revolución en Argentina.

Bustos saltó a la opinión pública por primera vez cuando, unos años después, fue capturado en Bolivia, en abril de 1967, junto con el escritor francés Régis Debray, que ya era famoso. Ambos habían salido del campamento guerrillero del Che con tareas organizativas que debían emprender en el exterior. Cuando los militares les detuvieron en Camiri, ciudad petrolera situada en el este de Bolivia, se temió inicialmente por sus vidas. Régis ya era un escritor muy conocido que tenía contactos dentro de la elite política francesa ; pronto obtuvo el apoyo del general De Gaulle, entonces presidente de Francia. Ciro Bustos, en cambio, era un argentino desconocido. Armado con un seudónimo, se hizo pasar por un activista ingenuo al que habían invitado a una conferencia de la cual no sabía mucho. Dio la talla, y consiguió pasar desapercibido.

Lo sé porque estuve allí. Le vi en Camiri en agosto de 1967 cuando él y Régis todavía permanecían encarcelados. Lo que no supe entonces, algo que Ciro había mantenido en secreto ante los interrogadores del Ejército boliviano y de la CIA a lo largo de los meses anteriores, fue que había sido el principal hombre de contacto del Che en Argentina durante los cuatro años anteriores. También había sido el responsable de establecer enlaces con los grupos políticos y de organizar cuadros de apoyo, así como de enviar reclutas para que se unieran al incipiente Ejército guerrillero. Si las autoridades hubieran descubierto quién era realmente, sus torturadores pronto habrían destapado sus contactos. Lo cual procuró evitar a toda costa, creándose una imagen de sí mismo de observador neutral que no apoyaba ni a las guerrillas ni al Ejército boliviano.

Cuando los oficiales en Camiri averiguaron que Bustos era un artista, le pidieron que lo demostrara dibujándoles retratos de los guerrilleros con los que había estado. Así procedió y, además, fueron bastante buenos. Fue acusado de traición, aunque el bosquejo de las caras de los guerrilleros no sirviera para capturarlos. Los militares ya se habían apoderado de sus pasaportes. Bustos fue también acusado de revelar la presencia del Che, al igual que Débray, aunque los bolivianos y la CIA ya sabían claramente que el Che estaba en Bolivia, incluso antes de la captura de estos dos extranjeros en abril de 1967. Los estadounidenses habían hecho planes para su propio campo de entrenamiento fuera de Santa Cruz ese mismo mes de abril.

La historia extraordinaria que Bustos había mantenido en secreto se remonta a cuatro años atrás. Cuando primero vivió en Cuba, y más tarde trabajó como ceramista en Holguín, inevitablemente se relacionó con otros argentinos, en particular con Alberto Granados, el compañero del Che en el viaje que hicieron juntos en motocicleta. Pronto se encontró con Jorge Masetti, un periodista argentino a quien Guevara había asignado la tarea de preparar un campamento guerrillero en el norte de Argentina. Cuando todo estuvo preparado, se planeó que el mismo Guevara –que todavía trabajaba como ministro cubano de Industria– encabezaría la lucha. Bustos se incorporó al proyecto y le asignaron la tarea de organizar la inteligencia y la seguridad.

En un principio, Masetti se había desplazado a Cuba, en 1958, como corresponsal de la radio argentina para informar acerca de la guerra revolucionaria en Sierra Maestra ; después, Guevara le pidió que dirigiera Prensa Latina, la agencia de prensa internacional cubana. También participó en el contrabando de armas que se realizó desde Cuba con destino al argelino Frente de Liberación Nacional que luchaba contra los franceses en Argelia. Parecía ser la persona ideal para organizar el primer intento del Che de llevar la llama de la revolución a Argentina.

Los detalles del proyecto de Masetti en Argentina nunca se habían expuesto anteriormente de manera tan clara, y este libro de Ciro Bustos describe los pasos que se dieron para establecer una base guerrillera. Se compró una granja en el lado boliviano y un puñado de aspirantes a guerrilleros, tanto argentinos como cubanos, recibieron entrenamiento en Cuba. La tarea de Bustos consistía en establecer contactos con grupos políticos afines en Buenos Aires y en otras ciudades, y en encontrar reclutas potenciales para la embrionaria guerrilla.

El camino fue arduo y costoso, e incluso hubo cierta falta de cooperación del Estado cubano. Cuando el primer grupo fue desde Cuba hasta Praga (no había vuelos directos desde La Habana al continente americano en aquella época), sus componentes se vieron atascados en Praga en enero de 1963 sin ningún medio para llegar a Bolivia o a Argentina. La solución de Masetti fue llevarlos a todos ellos en avión a Argel, donde disfrutaron de una cálida acogida por parte de los nuevos dirigentes argelinos, Ben Bella y Bumedian. Allí continuaron su entrenamiento antes de proseguir su periplo hasta llegar a Sao Paulo y La Paz. Una vez en Bolivia, se desplazaron hasta la granja comprada cerca de la frontera argentina.

La zona se componía de bosques espesos que eran virtualmente infranqueables, con senderos interrumpidos por anchos ríos y profundos precipicios. Al final, se estableció una nueva base en el lado argentino y a Bustos lo enviaron a buscar nuevos reclutas. Hubo momentos de optimismo y de tragedia. Encontraron nuevos reclutas pero hubo asimismo desertores e incluso polémicas ejecuciones. Fue un episodio amargo y difícil y el relato de Ciro Bustos no perdona a nadie. En ningún momento la situación estuvo lo suficientemente desarrollada como para que el Che pudiera unírseles, y al poco tiempo terminó en desastre. Alguien, aunque no Bustos, había reclutado a un par de policías espías que se habían infiltrado en un grupo del Partido Comunista en Buenos Aires. Enviados al campamento guerrillero en marzo de 1964, los espías alertaron a la policía de su llegada, y las guerrillas pronto fueron eliminadas. Capturaron a muchos guerrilleros y algunos desaparecieron, incluidos Masetti y un camarada ; nunca más se supo de ellos.

Tras este desastre, el grupo político superviviente en Argentina que había apoyado a Bustos, compuesto de izquierdistas que no eran ni comunistas ni peronistas, sino que simplemente estaban comprometidos con los ideales de la Revolución Cubana, decidió oficialmente que no había futuro para la lucha armada en Argentina. El país era demasiado grande como para que estos pudieran copiar el ejemplo cubano. Pero Bustos y un camarada argentino, cuando fueron citados, en La Habana, en julio de 1964, para realizar un análisis con el Che de lo sucedido, no pudieron explicar al gran comandante de la revolución latinoamericana que sus ideas eran erróneas, sin duda alguna en el caso de Argentina. Permitieron que el Che creyera que su proyecto todavía era viable y le dieron su apoyo. De todas maneras, el Che no admitió discusión. “Tenéis que empezar de nuevo”, les dijo.

Un año después, en 1965, los grupos argentinos decidieron de manera definitiva que no podían apoyar la estrategia de la lucha armada. A Bustos le dijeron que trasladara esta información al Che. Pero esta vez el Che estaba lejos... combatiendo en el Congo. Bustos tuvo que esperar hasta abril de 1966 para recibir el mensaje de que viajara de nuevo a La Habana.

Cuando llegó allí, no había ni rastro del Che. Quizá aún estuviera en Praga, donde había permanecido varios meses después de la expedición del Congo. A Bustos le encargaron que escribiera un informe acerca de las condiciones en Argentina, pero no hubo nadie con quien pudiera discutir la falta de entusiasmo argentina por la lucha armada. Le dijeron que volviera a su casa de Córdoba y esperara instrucciones.

Entonces, en un estrambótico intervalo, invitaron a Bustos a China. Allí lo ensalzaron como si fuera un héroe revolucionario de Latinoamérica, como si del mismo Che se tratara. Era el principio de la Revolución Cultural a mediados de 1966, y después de una cena formal con el alcalde de Pekín, citaron a Bustos para que se entrevistara con Kuo Mo-Jo, uno de los dirigentes más veteranos de la Revolución China. “Cuando regreses a tu país –le dijeron–, debes dirigir a tus camaradas en una campaña de denuncia pública del papel revisionista, en complicidad con el imperialismo, desempeñado por Fidel Castro, quien ha traicionado la revolución.”

Bustos pensó que había oído mal o, quizá, que la traducción no era lo suficientemente buena. El intérprete dijo de nuevo las mismas palabras, y Bustos se vio obligado a responder : “Nuestro proyecto [en Argentina] es independiente de la Revolución Cubana –afirmó–, y nuestro camarada es el Che y no Fidel Castro, pero para nosotros y para todos los latinoamericanos comprometidos en la lucha revolucionaria, el ejemplo a seguir es la Cuba de Fidel”. La entrevista acabó bruscamente y, en seguida, condujeron a Bustos al aeropuerto.

Varios meses después, en enero de 1967, el Che envió a Córdoba una emisaria, la famosa Tania, quien tenía un mensaje simple para Bustos : “El Che quiere verte”. La segunda parte del libro trata sobre la expedición boliviana, acerca de la cual se sabe públicamente más que del anterior desastre de Masetti. Bustos llegó finalmente al campamento guerrillero en Ñancahuazú en marzo de 1967 y se reunió con el Che. Este le dijo que el objetivo estratégico de su presencia en Bolivia era hacerse con el poder... en Argentina.

Esto se ha conjeturado durante mucho tiempo, aunque es la primera vez que oímos el relato de Bustos acerca de este destacado encuentro. El Che resumió así sus planes : “Quiero entrar en Argentina por la zona que estabas explorando, con dos columnas de alrededor de cien hombres, argentinos, en un espacio no superior a dos años. Tu trabajo de ahora en adelante consistirá en enviármelos : quiero que coordines qué ha de hacerse para que la gente venga aquí, la logística de ello. Intenta mantener tu escondite tanto tiempo como te sea posible, antes de que también te veas obligado a unirte a nosotros”.

Este era el plan, pero no cabe duda de que fracasó tan pronto como Bustos abandonó el campamento y fue capturado en Camiri, y posteriormente sentenciado a treinta años de cárcel. Al mismo tiempo, el grupo de guerrilleros de Guevara se vio envuelto en violentas batallas para poder sobrevivir. En octubre, capturaron y ejecutaron al propio Guevara. Bustos fue amnistiado en 1970 y se fue primero a vivir al Chile de Allende y después a Argentina. Lo expulsaron de ambos países cuando se establecieron las dictaduras militares. Al final, le concedieron asilo en Suecia, donde vive desde entonces. Su historia única y original, narrada de una vez por todas, es una brillante contribución al relato eternamente fascinante de los movimientos revolucionarios latinoamericanos de los años 1960.

 

NOTAS :

(1) Ciro Bustos, El Che quiere verte. La historia jamás contada del Che, editorial Vergara, Buenos Aires, 2007. Versión inglesa : Ciro Bustos, Che wants to see you, the untold story of Che Guevara, Verso, Londres, 468 páginas.





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