Algunos cantan, otros agitan pancartas y otros exhortan a viva voz para que avancen los de delante. Ese 3 de diciembre de 2011, en las cercanías del Consejo Supremo Electoral (CSE), en Managua, se llevó a cabo una manifestación sin incidentes. Cuando Fabio Gadea tomó la palabra, se produjo una calma relativa. Luego de obtener el segundo puesto en las elecciones presidenciales del 6 de noviembre con el 31% de los votos, el representante del Partido Liberal Independiente (PLI) cuestionó la victoria del candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Daniel Ortega (62,46%), afirmando que él mismo había recogido el 62% : “Queremos que estas elecciones sean declaradas nulas y que se realicen nuevamente, en presencia de observadores de todo el mundo”. En efecto, es al mundo –la famosa “comunidad internacional”– a quien está dirigido el mensaje. Incluso en Nicaragua, queda en la nada. Los manifestantes habían anunciado la concurrencia de cien mil personas. Fueron cinco mil, tal vez diez mil, en el mejor de los casos.
La editora de la revista Envío, María López Vigil, quien se declara “sandinista”, pero opuesta al poder, piensa que es muy difícil que prospere el famoso “62% de Gadea” (antes de las elecciones, todas las encuestas le atribuían el 30%). Ella se considera más creíble : “Creo que hubo una paridad y no sé si este empate colocaba a Ortega un poco por delante de Gadea o a Gadea un poco por delante de Ortega. Fueron muchas las irregularidades... Estuvieron las del día de la votación, pero lo peor había sucedido antes”. Sofía Montenegro, directora del Centro de Investigaciones de la Comunicación (CInCo), es mucho menos moderada al hablar. Para ella, “Ortega es un dictador”. Cuando se le pregunta “¿Pero qué le reprocha ?”, ella contesta, sin detenerse en detalles, “¡Todo !”.
Blanco, negro, bueno, malo... Se desaconseja frecuentar Nicaragua a quienes sólo soportan las situaciones “confortables”. A la tradicional brecha derecha/izquierda, se suma una lucha feroz entre hermanos que se han vuelto enemigos. Y, en este enfrentamiento, ninguna de las partes puede declararse por completo inocente.
Tras derrocar a la dictadura de Anastasio Somoza en 1979, el FSLN tuvo que hacer frente, durante los años 1980, al conflicto que le impuso Estados Unidos a través de los contrarrevolucionarios –los contras–. La conflagración arruinó al país. En las elecciones del 25 de febrero de 1990, los nicaragüenses se mordían las uñas hasta sangrar : si volvían a votar “sandinista”, la guerra se extendería hasta la noche de los tiempos. Si eligieron a Violeta Barrios de Chamorro, permitiendo el regreso de la derecha, fue más por cansancio que por convicción.
El golpe para el FSLN fue duro, ya que no esperaba perder el poder. De pronto, se vio atravesado por intensos debates internos. Al haber liderado una guerra de guerrillas y luego una resistencia militar ante la agresión estadounidense, el Frente fue, por necesidad, un partido centralizado, vertical, sin tradición de debate. Con la nueva situación de una Nicaragua en paz, algunos deseaban transformarlo. En 1994, ganaron los “ortodoxos”, liderados por Ortega. Muchos líderes, artistas e intelectuales dejaron el partido, sin demasiada elegancia, y otros fueron expulsados. Así surgió, en 1995, el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), creado por el ex vicepresidente Sergio Ramírez y la ex comandante Dora María Téllez. Desde entonces, se atribuyen a la “pandilla Ortega” acusaciones de “caudillismo”, de “autoritarismo” y de “privatización del FSLN” (1).
Pero únicamente dicho así –y esa es la versión más extendida–, se trataría de la triste historia de un partido que perdió el norte y se hundió... Esta versión refleja la realidad sólo de modo parcial.
Un calor sofocante impregna las modestas oficinas de los “veteranos” sandinistas, en San Judas, un barrio populoso de Managua. Miembro de la guerrilla urbana en tiempos de Somoza y luego de las tropas de choque frente a la “contra”, Mario José Cienfuegos evoca sus recuerdos : “Al día siguiente de la derrota de 1990, nosotros, los ‘combatientes históricos’, convocamos a Ortega. Llegó solo, sin escolta. Ya no era nada, sólo el ‘comandante’ Daniel, era muy impresionante. Después de mucha discusión, se decidió que había que seguir luchando para recuperar el poder”. ¿Pero sobre qué bases ? “Todo esto coincidía con la caída del bloque socialista –completa Orlando Núñez, actual asesor en asuntos sociales del jefe de Estado–. Dentro del Frente, muchos consideraron que era el fin de la historia. Al descubrir la democracia burguesa que no habían conocido en tiempos de Somoza, decidieron que el proyecto histórico del FSLN había sido superado. Como el socialismo y el anti-imperialismo “ya no tenían razón de ser”, para ellos se trataba de reposicionar al Frente como un partido “moderno” de centro izquierda. Este enfrentamiento ideológico, así como el dominio de un clan sobre el FSLN, provocaron la escisión.
A partir de entonces, como reconoce el “renovador” Ramírez, “Daniel dio muestras de una gran tenacidad ante la adversidad. Cuando se produjo la ruptura (...), él se quedó solo, sin dinero ni aparato partidario. Multiplicó las visitas por los barrios y los pueblos y construyó su propio liderazgo (2). “De hecho, el pueblo sandinista no le soltó la mano a su líder. En ocasiones hubo que tener muchas agallas para seguirlo...
En 1996, surgieron el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y Arnoldo Alemán (51% de los votos). Dado que la embajada de Estados Unidos había amenazado al país con un futuro sombrío, Ortega sólo reúne el 37,7% de los votos. Para los demás partidos, se produjo una derrota absoluta : el MRS obtuvo el 1,33%.
Hasta entonces, para apostar por la reconciliación, el FSLN no había ahorrado esfuerzos para con sus más feroces adversarios del pasado, la Iglesia Católica y los ex miembros de base de la “contra”, básicamente campesinos. Pero fue un poco más allá cuando, asumiendo las propuestas de la derecha dura del PLC, llegó a un acuerdo –el “pacto”– que estableció un bipartidismo de hecho. “Perdió su alma en esta historia –considera el investigador Ángel Saldomando, abriendo los brazos en señal de desaprobación–. Cuando los neoliberales acentuaron las reformas de mercado, haciendo desaparecer al sector público o al liberalizar la esfera de la salud, el FSLN, prisionero de su alianza, se dejó atrapar. Con el tiempo, quienes tomaron más peso en su seno fueron los que estaban haciendo negocios”.
Volviendo a colocarla en su contexto, Núñez da una explicación de la secuencia vivida desde el otro campo : “En el Parlamento, éramos minoría. Sin embargo, por nuestra influencia en la gente, nuestros rivales tenían la clara voluntad y el poder de destruirnos. Si no hubiéramos hecho alianzas, habríamos corrido el riesgo de desaparecer. El método no nos complacía especialmente, pero era una cuestión de relación de fuerzas : para poder convencer a la gente de que un día volviera a darnos la mayoría, era imperativo que siguiéramos existiendo.”
Efectivamente, el “pacto” permitió sobrevivir al FSLN y –para mayor beneficio del muy corrupto presidente Arnoldo Alemán– lograr la estabilidad política, dado que el Frente controlaba los sindicatos y ejercía una fuerte influencia dentro de la policía y el ejército. Por supuesto, este “pragmatismo” contra natura tuvo un precio : “El estigma, la demonización y la deslegitimación del Frente por parte de la izquierda mundial fueron muy duros –admite Núñez–. Pero teníamos que hacerlo y lo hicimos”. En la propia Nicaragua, la maniobra no fue ajena a la derrota en las elecciones de 2001.
Después del gobierno de Alemán, el de su ex vicepresidente, el conservador Enrique Bolaños, elegido en 2001, continuó con las privatizaciones, la concentración de capital y la administración del ajuste estructural, hundiendo al 46% de la población en la pobreza y al 15% en la indigencia. Al mismo tiempo, profundas fracturas fueron debilitando a la derecha : Bolaños encarceló a su predecesor, Arnoldo Alemán, quien fue condenado a veinte años de prisión por enriquecimiento ilícito (3). ¿Cómo evitar, por lo tanto, que el voto se inclinara a favor del FSLN en 2006 ?
Los liberales se sacaron del bolsillo un proyecto de ley que penalizaba el aborto, incluso para las mujeres en riesgo de muerte o que hubieran sido violadas. Las jerarquías católica y evangélica orquestaron una campaña y ejercían presión sobre los candidatos. Una vez más, el cálculo político reemplazó todas las demás consideraciones : para evitar molestar a la Iglesia, el Frente apoyó la propuesta.
Además de sus funciones dentro del CInCo, Sofía Montenegro fue una de las fundadoras del Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM). Está furiosa : “El aborto terapéutico existía aquí casi desde la independencia. ¡Ni siquiera Somoza lo tocó ! Sin embargo, Ortega lo suprimió porque –ya sea sinceramente o por especulación–, se convirtió al fundamentalismo cristiano. Su esposa (Rosario Murillo), supersticiosa y oportunista, sólo tiene a Dios y a la Virgen en la boca todo el día”. El episodio resultó doloroso, especialmente en los sectores progresistas internacionales. La causa era justa y el feminismo tenía allí sus portavoces. En Nicaragua...
Aquel famoso año de 2006, Ortega fue elegido en primera vuelta con el 37,99% de los votos (4). Blandiendo el eslogan “Cristiano, socialista y solidario”, se sucedió a sí mismo a finales de 2011 con un porcentaje mucho más alto, aunque se haya visto a una entusiasmada Rosario Murillo decir, en referencia a una niña de 12 años, violada, que acababa de dar a luz : “¡El nacimiento de esta criatura es un milagro ! (...) Agradezcamos a Dios por tanta luz, tanta fe y tanto amor”.
Uno de nuestros interlocutores sandinistas nos confía : “Tenemos una iglesia muy conservadora y sigue teniendo mucha fuerza, trabaja barrio por barrio. Incluso cuando no está de acuerdo con ella, el pueblo le manifiesta un gran respeto. Tenemos que trabajar juntos. No se puede dejar atrás el sentimiento popular, pero tampoco podemos ir más adelante que él”. ¿Es esto chocante cuando uno se proclama progresista ? Por supuesto. Sin embargo, Lucy Vargas, referente del Frente en el barrio Larreynaga de Managua, no oculta su irritación : “En muchos países, el aborto es libre, pero no se ocupan de la salud de las mujeres y los niños, ¡y muchos pierden sus vidas ! Aquí, se ayuda a las mujeres, aunque más no sea a través de la sanidad gratuita. También es un derecho”. Los métodos anticonceptivos están disponibles para cualquier mujer que lo desee, de forma gratuita, en los centros de salud. Además –y sin minimizar el problema–, el gobierno no busca particularmente hacer que se cumpla la ley : en los hospitales, si la vida de una mujer embarazada está en peligro, el comité médico generalmente toma la decisión correcta, sin pedir autorización.
Ciudad Sandino, una ciudad-dormitorio situada en las afueras de Managua, confirma estas afirmaciones de modo unánime. ¿La sanidad ? Por supuesto, hoy está disponible, al igual que los medicamentos y los médicos cubanos, “nuestros compañeros del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), que van a domicilio cuando los necesitamos”. ¿La educación ? También volvió a ser gratuita. “No pagamos ni un centavo por la escuela ; los niños reciben una comida y los más necesitados también una mochila, zapatos y uniformes.” Bromas, risas, abrazos, palmadas... Delante del pequeño almacén que vende artículos de primera necesidad a precios subsidiados, el bullicio de pronto gana en intensidad. “Hay arroz, frijoles, aceite, azúcar, etcétera. Antes, sólo podíamos comprar o uno u otro. La libra de frijoles costaba 18 córdobas (0,75 euros), hoy está a 8 córdobas”.
Mientras que la derecha se quedaba a la derecha y los “renovadores” se aturdían con discursos y escritos que glorificaban la “sociedad civil”, el “consenso nacional”, la “identidad de la ciudadanía democrática”, las “alianzas amplias y plurales” , la “gobernabilidad” y la “institucionalidad”, el gobierno de Ortega puso en marcha alrededor de cuarenta programas sociales coordinados por Murillo, lo cual la convirtió en una especie de superministra.
“No vengan a hablarme de redistribución de pequeñas cosas a las personas –reacciona Saldomando, con la voz cargada de ironía–. Si se suma todo eso y se intenta construir un proyecto político, no se llega a nada.” No es lo que piensan las decenas de miles de pobres que, gracias a la distribución de 854.000 chapas de zinc pudieron cubrir las casas que goteaban por todas partes durante las tormentas tropicales. No es lo que declara Rosalía Suárez, beneficiaria del plan “hambre cero”. Al igual que otras ochenta mil mujeres, recibió una vaca, un cerdo y seis pollos : “¡Mi vaca ya me dio dos terneros ! Vendo la leche que no bebo y mis hijos comen huevos... Antes no teníamos nada”. Tampoco es lo que constatan otras mujeres, a menudo madres solteras, a quienes los créditos del plan “usura cero” ayudaron a montar una panadería, una pequeña empresa para vender nacatamales (tortas tradicionales) o tortillas de maíz, incluso a fundar cooperativas para unir fuerzas.
“Lo que ha hecho este gobierno es lo mínimo, y sólo para las personas que lo apoyan –objeta, llevando la mirada al cielo, un habitante de la capital en medio de la agitación del mercado Muembe–. Los que no están de acuerdo con él no tienen derecho a nada.” Una acusación que se repite, debido al papel de los Consejos de Poder Ciudadano (CPC), organización sandinista de base muy involucrada en la gestión de los programas sobre el terreno.
Cuando cada uno tiene su propia historia, se va dibujando una realidad más matizada. Yaira Mayorga vivía entre los escombros de un edificio destruido por el terremoto de... 1972. Al igual que sus trescientos sesenta vecinos –de los cuales casi una cuarta parte se declara “no sandinista”–, se ha construido una verdadera vivienda. “Mire lo hermosa que es mi casa !”, declara, exultante. El plan “vivienda digna” pasó por allí.
“Yo no era sandinista ni nada –destaca la joven Rosario García–. La política no me interesaba. Pero vi lo que hizo el comandante...”. Espontáneamente, como muchos otros, el pequeño comerciante y campesino Walter Silva nos confía : “Le digo algo, sinceramente : yo era liberal y nunca nos dieron nada. ‘El hombre’ nos ayudó mucho. Por eso cambié de opinión y muchos compañeros me siguieron”. Esta adhesión explica –infinitamente más que un eventual fraude– el espectacular salto del 38% de 2006 al 62,46% de 2011.
Nadie, por supuesto, se atrevería a hablar de “socialismo”. Los inversores extranjeros y organizaciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) no encuentran nada para decir de la gestión de los últimos cinco años. El sector privado –del que forman parte opulentos empresarios sandinistas, entre ellos el propio Ortega– está más que a salvo. Incluso participa de las decisiones estratégicas del poder : al integrarse en el ALBA y mirar hacia América del Sur se abrió a nuevos mercados. Estructuralmente, el país no ha cambiado, pero –y esto no es trivial– el gobierno ha cambiado las prioridades del Estado. Al mismo tiempo, la ayuda masiva de la Venezuela de Hugo Chávez –“esa seudoizquierda ortodoxa, estéril, reaccionaria y autoritaria” que provoca picos de adrenalina entre los “renovadores”– ha permitido la ampliación y el éxito de los programas sociales.
El aspirante a la vicepresidencia Edmundo Jarquín, quien, bajo la bandera del MRS había recogido el 6,29% de los votos en 2006, se alió en esta ocasión con Gadea, el candidato del PLI. Este último, muy conservador y antiguo líder de la “contra” en Costa Rica –“pero sólo era un ‘contra’ civil”, matiza sin reírse María López Vigil–, era en realidad el candidato de Eduardo Montealegre, banquero y ex ministro de Alemán y Bolaños. También perdió en 2006 (28,30% de los votos) ante Ortega : involucrado en un escándalo financiero, difícilmente Montealegre podía volver a presentarse (y tampoco lo deseaba, pues el juego ya se anunciaba como perdido).
“Esta alianza PLI-MRS no se basa en compartir un proyecto o una ideología –admitía antes de la elección López Vigil–. Su único objetivo era impedir la deriva dictatorial del Frente Sandinista y de Ortega”. Una especie de “pacto”, en cierta forma. Desesperanzados por dieciséis años de neoliberalismo sin frenos ni amortiguadores (1990-2006), que no desean volver a ver de cerca, la mayoría de los nicaragüenses ya ha optado : “El comandante tiene nuestro apoyo incondicional : queremos que siga por el mismo camino”.
A Sofía Montenegro, muy en la línea de la embajada de Estados Unidos en Nicaragua y defensora de una “sociedad civil” de ensueño, le cuesta aceptar la realidad. “De todos modos –dice, tajante–, en seis meses, Hugo Chávez (que tiene o ha tenido cáncer) estará muerto ; y Ortega y Murillo van a terminar como los Ceaucescu.” Ese día, ¿habrá que rapar a las mujeres que “colaboraron” ? Entre los sesenta y dos diputados sandinistas electos el último 6 de noviembre, figuran treinta y cuatro mujeres.
(1) Véase al respecto Maurice Lemoine, “Nicaragua tentada por un retorno al pasado”, Le monde diplomatique en español, octubre de 1996.
(2) El País, Madrid, 4 de noviembre de 2011.
(3) Esta condena será anulada el 16 de enero de 2009 por la Corte Suprema de Justicia.
(4) La Constitución, modificada tras el “pacto” Ortega-Alemán, permite ganar con el 40% de los votos o el 35 % si hay una ventaja de cinco puntos entre el candidato que obtiene el primer puesto y su rival más cercano.