Ni la lluvia ni las ventosas noches tunecinas frustraron la 13ra edición del Foro Social Mundial (FSM) que se llevó a cabo entre el 24 y el 28 de marzo de 2015. Fue la segunda vez consecutiva – desde 2013 – que el acontecimiento altermundista se desarrolló en Túnez. En esa época estaba pletórico de la efervescencia política y social que cubría todo el país luego de la caída del régimen de Zine El-Abidine Ben Ali ocurrida el 14 de enero de 2011 [1]. Luego Túnez cambió. Esta vez el FSM ancló en un país en duelo a causa de los atentados yihadistas del museo del Bardo y afectado por las múltiples crisis –económica, social, política y geopolítica – que enfrenta.
Desde los acontecimientos del 2011 ningún gobierno ha mejorado la suerte del país. Lo que es peor, la pobreza y la inseguridad de todo orden no han hecho sino aumentar. Los antiguos partidos son acusados, pero también los religiosos que prometían cambios. De modo que Ennahda una vez en el poder ha aplicado un programa estrictamente ajustado a las exigencias neoliberales en materia económica y social y ha logrado solo alimentar rencores y frustraciones en el seno de la sociedad movilizada por el Islam político. Esta evolución contribuye a la emergencia de corrientes salafistas cada vez más radicalizadas tanto en Túnez como en el resto de una región que “ha entrado en un largo período de fermentación durante el cual la contrarrevolución tendrá tantas dificultades para consolidarse como la misma revolución”, como lo manifiesta el periodista británico Patrick Cockburn en un ensayo esclarecedor dedicado al yihadismo, al Estado Islámico y a la situación de Medio Oriente [2].
En este contexto, el balance del FSM es positivo. El impacto del Bardo no parece haber afectado – o no mucho – la participación en el acontecimiento. Esto ya es una victoria en sí misma. Estar presente luego de aquellos dramáticos acontecimientos constituye un acto de solidaridad política y un test para la credibilidad colectiva del FSM y del movimiento altermundista. Es difícil anunciar cifras verificables en cuanto a la cantidad de participantes pero se calcula y se dice que han sido 50 mil personas procedentes de 125 países. Se puede destacar sin embargo que las participaciones extranjeras de Europa, Asia, de las Américas y del África subsahariana han sido menos numerosas que lo habitual.
Se hallaban representadas más de 5 mil organizaciones (de las cuales la mitad procedentes del Magreb/Machrek). Es imposible detallar la diversidad y la calidad de las 1500 actividades organizadas durante esas jornadas de la « Dignidad y (de los) Derechos ». Es seguro que este FSM habra facilitado a muchas coaliciones y organizaciones preparar algunos acontecimientos definitorios como la Conferencia de las partes de la Convención-marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climáticos (COP 21) que se llevará a cabo en París entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre próximos. Habrá permitido además descubrir las numerosas luchas sociales y ecológicas – como las del gas de esquisto en Argelia –, albergar muchas reuniones referidas a la situación del Medio Oriente o en Europa luego de la victoria de Syriza en Grecia y el potente ascenso de Podemos en España, sobre el tema de las migraciones impuestas por la mundialización, etc.
En el fondo, el FSM puede ser considerado como una especie de Fiesta de la Humanidad internacional abierta a todos y todas y como un punto de encuentro puntual para las coaliciones estables (especialmente ONGs) que por lo general trabajan juntas con recursos ad hoc – desde hace una quincena de años para avanzar sobre agendas internacionales comunes. Ofrece un espacio y una cultura a las organizaciones que auspician estos objetivos. Se entronca con la tradición de la « Feria » medieval, en la que los participantes serían los actores de la « sociedad civil » y los productores intelectuales críticos. En esta perspectiva, el FSM abre un espacio favorable para el establecimiento de vínculos, de intercambio y de transacciones entre mundos alejados pero conectados, en la búsqueda de complementariedades y de la construcción de relaciones provechosas y perdurables. Desde este punto de vista, se trata de un espacio útil. Y es igualmente útil porque es el único existente a nivel internacional.
Sin embargo el FSM no constituye un poder de la « sociedad civil » y está evolucionando en condiciones históricas diferentes que las que presidieron su creación. Inicialmente concebido en 2001 como respuesta de los pueblos al Foro económico mundial de Davos en un momento en que crecían las luchas sociales y políticas en América latina – dinámica que habría de contribuir significativamente a la emergencia del ciclo de gobiernos progresistas de la región – y se trata de ahora en más de un « momento » en la vida de un movimiento de movimientos hiper diversificado dominado por ONGs con recursos estables. Además el FSM evoluciona en un período menos favorable a la izquierda en el mundo.
Desde este punto de vista, no ofrece claves para resolver un tema más global que se plantea a la nebulosa de organizaciones y de movimientos que participan; ¿cual es la estrategia y cuales son los actores y las palancas para transformar el actual sistema económico y político internacional? El FSM no debe ser interpretado por lo que no es. Constituye un sujeto político y social líquido [3], no sólido. Conforma actualmente un momento en que « un todo diversificado » confluye para desplegarse en forma de flujos.
Cómo lo señalara con precisión una de las principales animadoras italianas del FSM en su intervención en el seminario co-organizado por Memoire des luttes [4], la naturaleza del FSM y de los movimientos que lo integran son actualmente de una fragilidad insuperable: « ¿Cuál es la función de nuestros movimientos sociales? » se preguntó. « Inducir a la participación social ». Y agregó: « Pero hoy en día tanto en el FSM como en nuestros países el hecho de que no existe una traducción política de nuestras ideas y de nuestras propuestas nos conduce a una nueva situación: ¡generamos frustración! ».
Allí está el límite del FSM en tanto producto de una realidad material de los movimientos de lucha contra la mundialización neoliberal [5].
Traduction : Susana Merino