En octubre de 1980, ante la crisis social, la represión generalizada y la intransigencia política del gobierno de extrema derecha, cinco organizaciones guerrilleras y sus frentes de masas optaron por la vía armada. Así nació, en El Salvador, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) (1). Dos meses después, esta guerrilla ya quiso buscar una salida política al conflicto. Se dirigió a quien daba las órdenes : propuso un diálogo al gobierno estadounidense del presidente Jimmy Carter. Este no lo rechazó. Pero entonces se produjo el asesinato de cuatro religiosas estadounidenses a manos de militares, el 2 de diciembre de 1980. La Casa Blanca se vio obligada a cortar las ayudas a la Junta gobernante, mientras funcionarios del Departamento de Estado se aproximaron al FMLN. Hasta que, el 21 de enero de 1981, Ronald Reagan tomó posesión del cargo de presidente de Estados Unidos. Dos días después ordenó redoblar el apoyo militar al gobierno derechista de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). La Internacional Socialista se ofreció como mediadora en el conflicto. El FMLN aceptó la propuesta. Washington presionó a la Junta para que no aceptase. Y el 28 de agosto de 1981 se produjo un imprevisto sin precedentes, que le dio otra connotación al conflicto : los gobiernos de Francia y México reconocieron al FMLN como “fuerza política representativa”.
Washington no se inmutó, y procedió a lanzar una campaña de desprestigio contra el FMLN. Se trató a sus miembros de “narcoterroristas”. El Departamento de Estado advirtió que si la guerrilla triunfaba, El Salvador sería otra Camboya, pues sus dirigentes eran “polpotianos”.
En 1986, la Administración de Reagan se tambaleó al estallar el asunto “irangate” y “contragate” (2). El asesinato de seis sacerdotes jesuitas a manos del ejército, el 16 de noviembre de 1989, provocó una condena internacional unánime. La Casa Blanca, cuestionada en lo interno y con aliados desacreditados, aceptó la propuesta de Moscú : pidió al Secretario General de las Naciones Unidas (ONU) que se involucrase en la solución del conflicto. Entre tanto, la oligarquía salvadoreña comprendió que las Fuerzas Armadas no derrotarían al FMLN. A su vez, la guerrilla constató que no podría vencer militarmente mientras Estados Unidos pertrechara y asesorara al ejército. Ambas partes comprobaron, además, que la población civil empezaba a agotarse de la guerra. Y el nuevo escenario geopolítico internacional, surgido después del derrumbe de la Unión Soviética en diciembre de 1991, influyó sustancialmente. Estas circunstancias favorecieron la firma de los acuerdos de paz, el 16 de enero de 1992 en Chapultepec, México.
El número de víctimas de la larga guerra civil de El Salvador (1980-1992) se estima en unos 75.000 muertos y 8.000 desaparecidos. No hay “culpables” porque una ley de amnistía, exigida por el ejército, permitió la impunidad. No existió reparación para las víctimas.
Reconvertido en partido político, el FMLN consigue, en las elecciones de marzo de 1994, victorias locales importantes (alcaldías) y amplia representación en la Asamblea legislativa, lo que lo convierte en la primera fuerza de oposición. En marzo de 2009, Mauricio Funes, un periodista de la CNN en español, miembro del FMLN –pero no combatiente– es elegido presidente. Toma posesión de su cargo en junio. El FMLN hereda de ese modo los inmensos problemas sociales y económicos no resueltos por los gobiernos precedentes de derechas. Porque, aunque se hicieron importantes reformas políticas y militares, la justicia social, principal motivo de la guerra civil, se volvió letra mojada.
En ese conflicto, Estados Unidos invirtió un millón de dólares diarios, pero para alimentar la paz ha dado apenas limosnas. Si la guerra dejó al país cercano a la quiebra, las medidas neoliberales exigidas después por Washington multiplicaron la pobreza aunque las cifras macroeconómicas sean positivas. En 2001, El Salvador adoptó el dólar como moneda oficial, y en 2003 firmó un tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Este ha ido acabando con las medianas y pequeñas empresas, en especial las dedicadas al sector agrícola, al no tener posibilidad de competir con las producciones estadounidenses, cuyos productos de exportación están subvencionados.
Con apenas 6,5 millones de habitantes, El Salvador tiene el 60% de sus habitantes en la pobreza. Y otro triste récord : es uno de los países con mayor violencia, con más de 60 homicidios por cada 100.000 habitantes. Miles de armas quedaron en manos de la población, que ante la pobreza propiciaron las pandillas denominadas Maras, dedicadas a la delincuencia, criminalidad y tráfico de drogas. Excluida socialmente, parte importante de la niñez y la juventud es presa inagotable para las Maras.
La situación podría ser peor sin las “remesas familiares”. La guerra, pero en especial la miseria han hecho que unas 2,5 millones de personas hayan emigrado. El 95% a Estados Unidos, considerado el “Departamento 15” de El Salvador. El dinero enviado a los familiares constituye el 18% del Producto Interior Bruto (PIB), superando en captación de divisas a las exportaciones de café y a las fábricas ‘maquiladoras’. Cada año, esas remesas representan unos 3.500 millones de dólares. Según datos de la organización Intervida, un 70% de familias salvadoreñas reciben giros mensuales que oscilan entre 210 y 425 euros, cantidades que alcanzan apenas para subsistir.
“La pobreza en El Salvador, tanto rural como urbana, no ha aparecido en un año, y lamentablemente tampoco desaparecerá en ese periodo”, expresó el presidente Mauricio Funes. Es cierto. Pero muchos observadores constatan que lo que viene realizando este gobierno son acciones más parecidas a la beneficencia, olvidando lo que prometió durante las elecciones. No se han creado vías alternativas que permitan el desarrollo de la economía. Además de ser un “colchón amortiguador” de más tensiones sociales, las remesas tienen un efecto estratégico en la política exterior salvadoreña : para seguir contando con ellas no debe contrariar a Washington.
Según la información filtrada por WikiLeaks, la embajada estadounidense en San Salvador desarrolló una estrategia de seducción a Mauricio Funes. La primera acción fue una llamada que recibió del presidente Barack Obama, el 15 de marzo 2009, a pocas horas de ser elegido. En cables “secretos”, la embajada mencionó al Departamento de Estado la emoción, el éxtasis, que esto había producido en Funes. La segunda maniobra fue la presencia de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, a la investidura presidencial, el 1 de junio. Ocho meses después, Funes fue recibido por Barack Obama en la Casa Blanca, y en marzo de 2011 el presidente estadounidense le devolvió la visita. Pocos entendieron qué tenía de importante El Salvador para que Obama lo incluyera en su primer viaje por América Latina, junto a Brasil y Chile. Altos mandos del Comando Sur, y el subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos de Estados Unidos, Arturo Valenzuela, también visitaron a Funes.
Ha ido quedando claro que el coqueteo estadounidense busca, en lo interno, la ruptura de Funes con las líneas del FMLN. En lo externo, se trata de alejarlo de la influencia política de Cuba y de Nicaragua, pero en particular del venezolano Hugo Chávez y sus proyectos regionales. Hay que recordar que, justo el día de su toma de posesión, el presidente salvadoreño anunció que restablecería relaciones con La Habana, rotas medio siglo atrás. Por los cables de WikiLeaks se conoce que, durante su visita, Hillary Clinton dio a entender a Funes que, en Washington, no se vería bien que tomara ese camino.
Mauricio Funes no llevaba un mes como presidente, cuando el 28 de junio 2009 se produjo, en Honduras, el golpe de Estado contra su vecino, el presidente Manuel Zelaya. Sorprendentemente, el mandatario hondureño había decidido unirse a la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), liderada por Venezuela y Cuba. Entendiendo que podría correr la misma suerte, Funes dejó en claro, pocos meses después, quiénes eran sus aliados estratégicos, manifestando que su gobierno no daría ni un solo paso hacia el ALBA ni hacia el Socialismo del Siglo XXI (3). También empezó a repetir que una cosa era el FMLN y otra su gobierno.
Entre agosto de 2003 y febrero de 2009, El Salvador envió tropas a Irak a petición de Washington. Funes fue un acérrimo crítico de ello. Ahora el presidente salvadoreño ha decidido enviarlas a Afganistán... Al comienzo dijo que era en el marco de la resolución de la ONU de octubre 2010. Pero cables de la embajada estadounidense, revelados por WikiLeaks, señalan que, tres meses después de haber asumido la presidencia, Funes ya lo había decidido junto a su ministro de Defensa, el general David Munguía Payés. Entonces explicó que la OTAN quiso que algunos países colaboraran en la creación de una fuerza estabilizadora, y que Hillary Clinton le canalizó esa petición. “Es una alianza estratégica la que tenemos con Estados Unidos y colaboramos mutuamente. De la misma manera que Estados Unidos van a colaborar en el plan de seguridad” (4). Dentro de esa colaboración en seguridad, el 10 de diciembre 2010, ambos países firmaron un acuerdo para programas de seguridad fronteriza, operaciones y estrategia antinarcóticos, pandillas, etc.
Y esta colaboración trajo la renuncia de Manuel Melgar, ministro de Seguridad Pública. Fue sustituido por el ministro de Defensa, Munguía Payés, lo que provocó una serie de protestas de dirigentes del FMLN y de organizaciones de derechos humanos. Sostienen que ese nombramiento se hizo por presión de Washington y que viola la Constitución y los Acuerdos de paz de 1992, porque lleva a la “militarización” del ministerio y de la Policía Nacional Civil. Funes respondió que “algunos sectores en la izquierda no han evolucionado lo suficiente y viven con telarañas ideológicas”. Pero días después, el 24 de noviembre del 2011, reconoció que Melgar no era del agrado de “algunos sectores políticos” en Washington. El ex ministro, cuando era comandante guerrillero, supuestamente participó en una acción donde murieron cuatro marines estadounidenses en un restaurante de San Salvador, en 1985. Por ello, Estados Unidos le tiene negado el visado de entrada en su territorio. Fue notoria la ausencia de Melgar durante la visita del presidente Obama, y en la ceremonia de firma del programa de cooperación de seguridad pública con Estados Unidos, el 3 de noviembre de 2011.
Ahora, Estados Unidos tiene a alguien de confianza en un cargo estratégico, que debe llevar las relaciones con las numerosas agencias oficiales que funcionan en El Salvador. De ahí, a tener el control del Organismo de Inteligencia del Estado (OIE), es un paso. El OIE es la institución –creada por los acuerdos de paz– encargada de informar al presidente Funes en materia de política, economía, social y seguridad.
Aunque el FMLN sigue apoyando al presidente Funes, es evidente que importantes sectores adelantan sus propios programas independientes del gobierno. El trabajo de organización con las bases va llevando a la implementación de proyectos sociales y económicos estructurales, no caritativos. El más importante es la planta de almacenamiento de combustibles “Schafik Hándal”. Situada en el puerto de Acajutla, 85 km. al suroeste de San Salvador, tiene el nombre del extinto líder del FMLN, quién iba a ser candidato a la presidencia en las elecciones del 2009. En 2006, una veintena de municipios con alcaldías del FMLN sumaron capital y se asociaron a la estatal petrolera de Venezuela, PDVSA, creando la empresa “Alba Petróleo de El Salvador”. El propósito es vender combustible y lubricantes más baratos.
Éste es el primer acuerdo de cooperación energética no suscrito entre Estados, dada la negativa del gobierno salvadoreño a integrarse en el ALBA. La planta es la más importante de Centroamérica, con capacidad para 350.000 barriles de combustible y 5.000 de gas licuado, por lo tanto podrá abastecer a otras naciones de la región. Se inauguró el 19 de mayo de 2011. A pesar de su importancia estratégica, el presidente Mauricio Funes no asistió.
(1) El FMLN tomó su nombre del dirigente comunista Agustín Farabundo Martí (1893-1932), delegado del Socorro Rojo Internacional, y uno de los organizadores de la insurrección campesina e indígena de 1932. Ese mismo año fue fusilado por el ejército, sin juicio.
(2) Se descubrió que el Pentágono financiaba buena parte de las operaciones militares contra el FMLN y el gobierno sandinista de Nicaragua con dinero proveniente de la venta ilegal de armas al gobierno islamista “enemigo” de Irán.
(3) Léase : “¿Influye el golpe de Honduras en El Salvador ?”, La Jornada, México, 1 de febrero 2010.
(4) El Faro, San Salvador, 22 de agosto 2011.