En Europa, las fuerzas políticas y sociales que dicen situarse a la izquierda de la socialdemocracia se creen “radicales”. Sin embargo, desde hace tiempo dan muestra del más total conformismo sobre tres cuestiones esenciales que plantea hoy la crisis europea: 1) la responsabilidad del euro en la recesión actual; 2) la pertinencia de políticas nacionales de ruptura con el neoliberalismo; y 3) la urgencia de medidas de proteccionismo ecológico y social.
Para la esfera financiera, las grandes empresas y sus representantes en los partidos políticos y los gobiernos –no solo de derechas–, mejor imposible: los Tratados y Pactos europeos sucesivos instauraron una hegemonía del capital y del mercado; hicieron del Libre Comercio un arma de choque al servicio del dumping social, ecológico y fiscal; el dogma de la competencia se transformó en una máquina de pauperización o de privatización de los servicios públicos; bajo pretexto de reabsorber la deuda, de promover la “competitividad” y de “salvar” el euro, se impusieron “reformas estructurales” y planes de austeridad con el objetivo real de desmantelar las conquistas sociales y los derechos laborales. Para impedir cualquier recuestionamiento de esta utopía neoliberal, se creó una policía especializada: la “troika”. Compuesta por la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE), esta “troika” posee plenos poderes para exigir la aplicación de este programa a los gobiernos que recurren a su “ayuda”.
¿Tiene la socialdemocracia europea algo que decir sobre esta operación de regresión democrática y social sin precedentes? La respuesta es: no. Se ha inscrito completamente en su lógica y acepta sus implicaciones.
¿Qué decir entonces de la izquierda llamada “radical” o “crítica”? Ciertamente, denuncia y combate las medidas de austeridad, pero ha sido hasta hoy incapaz de atacar el mal de raíz, por confusión intelectual y al mismo tiempo por temor a “hacerle el juego” a la extrema derecha. Algunos de sus componentes han confundido Libre Comercio con internacionalismo; medidas de ruptura nacionales con nacionalismo; y rechazo del yugo del euro con rechazo del proyecto de unidad de Europa.
Sin embargo, se empiezan a oír voces heterodoxas que permiten abrir un debate por mucho tiempo prohibido sobre estos temas. Por ejemplo, Oskar Lafontaine, ex presidente del Partido Social-Demócrata alemán (SPD) y uno de los fundadores de Die Linke, es ahora partidario de salir de la moneda única y regresar al Sistema Monetario Europeo (SME) que permite devaluaciones y revaluaciones (1). Economistas de izquierda de varios países europeos (2) acaban de publicar un Manifiesto titulado “¿Qué hacer con la deuda y el euro?” en el que recomiendan, si es necesario para poner fin al chantaje de la deuda, una estrategia de ruptura unilateral con la Comisión, el BCE o Alemania, realizada por uno o varios gobiernos y que no excluya una salida del euro y la adopción de medidas proteccionistas (3).
Una Cumbre Alternativa (Alter Summit), que reúne partidos de la izquierda radical, sindicatos y movimientos sociales europeos, tiene lugar en Atenas los días 7 y 8 de junio (4). Podría ser una primera etapa hacia la elaboración de un verdadero programa de emancipación del orden neoliberal europeo. Pero solo una primera etapa: la palabra “euro” ni siquiera figura en el Manifiesto preparatorio del encuentro…
NOTAS:
(1) http://www.medelu.org/Nous-avons-de-nouveau-besoin-d-un
(2) Entre los cuales, por España, Daniel Albarracín, Nacho Álvarez y Bibiana Medialdea.