Helenio Herrera (HH) había sufrido en 1997, a sus 84 años, una crisis cardíaca en Madrid. Se lo llevaron urgentemente a Venecia. Con toda parsimonia dice a los camilleros : “Esperad un poco, pues no terminé de afeitarme.” Después de muerto, y bien rasuradito, en la cama quedó una carta de una forofa perdidamente enamorada de él.
En resumen, murió un caballero del fútbol como pocos. Mantuvo su actitud integra hasta el final : entre sus últimas voluntades figuran la de donar su cuerpo a la investigación científica, y que enterraran los restos irrecuperables “en un lugar alto, donde les diera el sol”.
Sus inicios en la vida se vieron sembrados de sucesos dignos de una novela de Zola. María Gavilán, su madre, había sido “vendida” en el mercado de Gibraltar a una familia inglesa tras haberle mirado la dentadura como a los caballos. Le amañaron un camastro debajo del vertedero de la cocina donde aprendió a leer, escribir y preparar el five o’clock tea.
A raíz del atentado contra los reyes de España de 1906, sus padres se refugiaron en Argentina. Cuando Alfonso XIII y Victoria Eugenia regresaban al palacio después de su boda, una bomba lanzada por el anarquista Mateo Morral frente al número 88 de la calle Mayor de Madrid ocasionó la muerte de 24 personas, y los reyes salieron ilesos por muy poco. El gran pedagogo Francesc Ferrer i Guardia fue considerado el cerebro de la operación y se evadió a Francia, lo que no impidió que lo fusilaran en Montjuïc. Años después, la justicia reconocería su “error”.
La novela de aventuras de HH comenzó en 1914, tras salir al mundo de padres andaluces. Unos dicen el 10 de abril, pero que lo declararon una semana después por distracción de su padre llamado Paco el Sevillano, quien esgrimió muy buenas razones para no cumplir con el reglamento : vivía en una islita, no tenía un barco a mano, y claro, “No podía venir nadando”, le explicó a un chupatintas. Paco era librepensador y anarquista ; como tal, se negó a poner a su hijo el nombre de un santo. Sería Heleno, en recuerdo del paganismo griego. Pero el cura, por ignorancia o venganza escribe Helenio.
Su padre había conocido a María Gavilán en Gibraltar, cuando él trabajaba de carpintero en el arsenal del Peñón. María y Paco tuvieron tres hijos en España, muertos poco después de nacer. En Buenos Aires, engendraron a Aurora (que más tarde fallecería en Marruecos) y a Helenio. La desmesurada Buenos Aires horripilaba a Paco, que desea regresar a su lugar de origen. En 1920, cuando Helenio cumple cuatro años, la familia se establece en Casablanca, no lejos de España a vuelo de pájaro. El crío frecuenta la escuela francesa ; en su casa habla español, y en la playa juega al fútbol en árabe. Pronto se da a conocer. Lo admiten en el Racing de Casablanca ; de ahí salta al equipo “Rocanegra” y gana los campeonatos de Casablanca y de Marruecos. Lo invitan a París. Viaja con una maleta de cartón, pero con toda la confianza del mundo.
Aquí alcanza la miseria. Los jugadores más cotizados cobraban unos 300 francos al mes, y él estaba lejos de los sobresalientes. Para comer vende, de puerta a puerta, los objetos más heteróclitos : chicle, jabón, preservativos, crecepelo, medias de cristal, y comparte la habitación con un individuo que un día le muestra un maletín lleno de carteras.
Luego vende carbón, trabaja en la fábrica de cristales y espejos Saint-Gobain y juega en varios equipos, entre ellos el Stade Français. Acaba siendo entrenador, la actividad por la que sería conocido en el mundo entero. En el Valladolid, Málaga, Sevilla, Belenenses, Barcelona, Inter de Milán, Deportivo de A Coruña y Atlético de Madrid. Allí consiguió uno de los grandes golpes de su vida, al convencer al presidente para que fichase al marroquí Ben Barek (La Perla Negra).
Antes de saltar al campo, HH practicaba con sus jugadores sesiones de Tai-chi y de autosugestión oriental. De igual modo subyugaba a los hinchas de su equipo : los forofos se lo llevaron a hombros del Estadio de Barcelona, Ramblas abajo, aunque hubiera perdido la copa europea frente a su eterno rival. En 1959, con el equipo de Barcelona es campeón de Liga.
A su jugador preferido, Giacinto Facchetti, del Inter, dejó un cuaderno con sus “secretos futbolísticos”. De hojas blancas cuadriculadas, escrito en negro con subrayados en rojo, es una especie de “manual del buen entrenador”. En él figuran los consejos tácticos, sistemas de juego, ética de comportamientos y otras “estrategias mágicas” que bien le vendrían a los energúmenos de hoy. Así, se pueden leer frases como “lo peor es fallar con ideas ajenas”, “cree en ti mismo, pues de otra forma nadie creerá en ti” o “quien no lo ha dado todo, no ha dado nada”. Se leen también sugerencias futbolísticas : “mira siempre el balón si no quieres dejarte engañar por los regates”.
El cuaderno está escrito en un “idioma mágico”, mezcla de árabe, francés, español e italiano. Elegía los vocablos más cortos de cada uno de estos idiomas, puesto que, tanto en la escritura como en el terreno de juego, don Helenio exigía rapidez.
De ahí surge el catenaccio (candado) que lanza hacia 1956 y tantos éxitos le valió, sobre todo en el Inter Milán. Con esta táctica reforzaba la defensa (cuatro jugadores ayudados por un quinto (“líbero”). Con tal disposición de juego parecería a primera vista que el catenaccio de Herrera abandonaba el juego ofensivo ; en realidad dejaba abierta la posibilidad de súbitos contraataques de extremos raudos como Giacinto Facchetti (1) “piensa veloz, actúa veloz, juega veloz”, le aconsejaba, y para sí pensaba “haz correr a los extremos como locos”. Y se le obedecía, pues era todo un gentilhombre : “Evita hablar gesticulando, controla las manos, las cejas, los ojos, la espalda y la serenidad”.
La velocidad de los delanteros, la anticipación o el marcaje sustituyeron a los pases, al regate. Don Helenio impuso un estilo más adaptado a un juego estático, y que a veces puede parecer académico. Así consiguió cambiar el juego del Barça, convirtiéndolo en un equipo dinámico, muy bien organizado desde la defensa hasta sus dos extremos delanteros y un solo organizador : Luis Suárez, único Balón de Oro español.
El mítico viajero de tres pasaportes, confirió a la función de entrenador una nueva dignidad, reconocida en los últimos años de su vida cuando fue enviado por la FIFA a difundir el fútbol y la moral deportiva en los países más rezagados : en Ruanda dirigió un cursillo seguido por futbolistas y entrenadores hutus, y tutsis.
Como nació de la unión de María y un carpintero, a los fanáticos les parecía lo más semejante a un Dios, y en España dieron en llamarle el “Brujo”. Tenían dos argumentos : en 1945 don Helenio se libró de la muerte gracias a una percepción lindante con la hechicería. En Lorient, donde había una base submarina alemana, debía firmar un contrato para entrenar al equipo local. Llega, el cielo estaba cubierto, bramaba el océano. Presa de un impulso irreprimible vuelve a la estación, faltando a la cita con el presidente – algo raro, por lo puntual y cumplidor que era. El día siguiente se entera por los periódicos de que una incursión de bombarderos ingleses había arrasado el estadio, el presidente, los jugadores y buena parte de la ciudad. Como escribía en su célebre cuaderno : “Ten fe absoluta en tus intuiciones”.
Y otra : un día, el guardameta no quería jugar, deprimido porque su esposa le había abandonado. Helenio sabía que sin él la victoria se ponía, más que difícil, imposible. Va y le dice : “El domingo juegas. Te prometo que tu mujer estará en la tribuna. Hablaré con ella y arreglaré vuestros problemas”.
Llega el día del encuentro y, efectivamente, allí estaba ella, con gafas oscuras y el pañuelo de siempre sujetándole el pelo. Su marido la saludó, loco de alegría, y realiza un partido soberbio que da la victoria a su equipo. Al final, el guardameta va a buscar a su esposa, pero no la encuentra. Desaparecida por arte de magia. En realidad, Helenio había buscado en las afueras de París a una actriz de segunda fila, lo más parecida a ella, con una gabardina y un pañuelo exactos a los que solía llevar.
En otra ocasión huyó de París en bicicleta bajo las bombas alemanas. En la postguerra, época de restricciones ficha a Marcel Domingo para el Stade Français. Se había desplazado desde la capital de forma rocambolesca : para llegar antes y que nadie le “pisase” el fichaje, sube a un tren de refugiados y allí, entre enfermeras, se hace pasar por médico.
“El Mago” se imponía baños de aire todas las mañanas –incluso en invierno - desnudo delante de una ventana abierta. Luego, ejercicios de yoga acompañados de una letanía de frases rituales. Creía en el poder de la mente, caja armónica del alma : “el pensamiento forma el carácter”, decía. O : “No se precisa añadir años a la vida, sino vida a los años”, junto a otras moralejas como “Las satisfacciones de amor propio no llevan a ninguna parte”. « Si tienes miedo de abordar algo, piensa que un idiota lo hará en tu lugar”. Se ocupaba de los más mínimos detalles : “No te levantes nunca de una silla, poltrona, diván o taburete sirviéndote de los brazos : utiliza sólo los músculos de las piernas. De este modo ejercitarás los cuádriceps femorales y permanecerás ágil.”
Muchas reglas de vida y de rigor las aprendió con la lectura fortuita de Ignacio de Loyola. Aplicó los ritos espirituales en el terreno de juego, como el silencio, la concentración profunda, e induciendo al equipo a utilizar los cinco sentidos y estudiar los lugares en los que jugarían.
Como Ignacio en la “Oración preparatoria”, aconseja : “Tranquilizarse, relajarse. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto de la habitación, mirando por la ventana sintiendo los latidos del corazón, paseando, leyendo un poema, etc. A medida que se va caminando, ir pensando tranquilamente qué voy a hacer”.
Aparte de sus éxitos inigualables con el Barça y luego con el Inter de Milán, inició la época de las primas astronómicas, llevándose a Luisito Suárez del Barcelona al Inter por el entonces fabuloso récord de veinticinco millones de pesetas.
Hizo historia en el fútbol. Entendió como nadie a los directivos, y supo doblegarles a su modo de entender el ejercicio futbolístico ; de conseguir premios extraordinarios ; de comprender rebeliones sonadas, siempre al lado de sus jugadores. En aquellos años de crítica franquista, el hecho de ser “rojo” le recabó muchas enemistades, a las que hizo callar por el cúmulo de virtudes que le proporcionaron conquistas ligueras o europeas.
Nadie oculta que don Helenio cultivó el ‘show’, pero supo encontrar también la estrategia adecuada para ir de victoria en victoria- por lo cual se le perdonaba todo. Fue un camelista en muchos sentidos, pero también un preparador excepcional, dotado de cualidades poco corrientes y de virtudes originales y siempre positivas. Si el Barcelona fue su gran amor, el Inter le sirvió de pedestal para estos triunfos clamorosos.
(1) Algunos expertos lo consideraron “el mejor puntero izquierdo” de Italia, por la manera en que generaba jugadas de gol a pesar de ocupar la posición de defensa izquierdo.