Durante el siglo XX, el pensamiento crítico latinoamericano fue desarrollándose gracias al esfuerzo de algunos intelectuales que comenzaron a reinterpretar nuestra historia a la luz de sus particularidades e ideosincracias. Sucesivas generaciones de pensadores sociales –entre los cuales José Carlos Mariátegui quizás sea una de sus expresiones más emblemáticas– fueron reconstruyendo la historia de cada uno de nuestros países con lecturas originales e innovadoras. La CEPAL y posteriormente las teorías de la dependencia supieron ampliar esa revolución copernicana en las relaciones centro-periferia, rediseñando un abordaje teórico en el cual el pensamiento crítico se desarrollaría durante las décadas posteriores.
En el marco de los grandes y turbulentos cambios que han vivido América Latina y el mundo durante las últimas décadas, no podemos dejar de interrogarnos sobre los supuestos teóricos que deberían orientar hoy nuestras reflexiones y estudios, dando continuidad al esfuerzo analítico de quienes hicieron del pensamiento crítico una fuente de inspiración regional, innovadora y creativa.
A los efectos de contribuir con el necesario debate acerca de los rumbos del pensamiento crítico contemporáneo, consultamos a cuatro destacados intelectuales cuya obra teórica nos ha permitido comprender el presente y el futuro de América Latina y el Caribe. Quisimos así buscar aportes que permitan precisar los rasgos centrales que definen hoy el pensamiento crítico, tanto desde el punto de vista de sus temáticas, como de sus métodos y perspectivas de análisis.
Como parte indisociable de los procesos históricos, el pensamiento crítico no fue inmune a la contraofensiva conservadora que han vivido y viven nuestras sociedades en el plano teórico e ideológico. De lo que se trata es de hacer un balance de esas transformaciones en el campo teórico, al tiempo de constatar si la recuperación de la iniciativa política y social por parte de las fuerzas de izquierda se refleja en el plano intelectual con un nuevo impulso de creación teórica.
Las cuatros cuestiones que han provocado y orientado las reflexiones de nuestros entrevistados, fueron :
1. ¿Es posible hablar de una tradición de pensamiento crítico latinoamericano ?
¿Podría precisar brevemente sus contornos y señalar temáticas y métodos que lo caracterizan ?
2. ¿Considera que en la actual etapa hay un reflujo del pensamiento crítico en la
región ? Si esto es así, ¿a qué lo atribuye ? En todo caso, ¿podrían señalarse algunos indicios de recuperación ? Finalmente, ¿cuáles son los principales obstáculos para que el pensamiento crítico vuelva a asumir un rol relevante en América Latina ?
3. ¿Cuáles serían para usted los problemas que debería incluir una agenda del pensamiento crítico latinoamericano en el presente ? ¿Cómo cree que una teoría emancipatoria a la altura de los tiempos debe relacionarse con las tradiciones del nacionalismo, el desarrollismo, el dependentismo, el marxismo y las teorías de la democracia de los años ochenta y noventa ?
4. ¿Qué otras preguntas considera imprescindibles para el abordaje del
pensamiento crítico en este nuevo siglo ?
Sus opiniones son una invitación al debate y a la reflexión, una interpelación a los rumbos que ha recorrido y recorrerá el pensamiento crítico en nuestro continente.
Emir Sader, Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y Director del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
Pablo Gentili, Secretario Ejecutivo Adjunto de CLACSO y Director de FLACSO Brasil.
Carlos Altamirano, Sociológo argentino.Investigador del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes, donde dirige el Programa de Historia Intelectual. Integra el Consejo de Dirección de Prismas. Revista de Historia Intelectual.
Según lo entiendo, no sólo la idea, sino también la expresión pensamiento crítico, son modernas e indican un discurso que, en la forma de la tesis, del ensayo, el panfleto o el artículo, pone en cuestión un orden establecido (o una institución central de ese orden), en nombre de determinados valores, por lo general, los de la verdad y la justicia. De acuerdo con este criterio, lo opuesto del pensamiento crítico es el conformismo, cínico o resignado, y la ideología que emana de los poderosos y de sus dependencias.
Por supuesto que en América Latina hay una rica tradición de discurso que responde a esta rápida caracterización, y se ha desarrollado básicamente en torno a dos temáticas : la opresión social, a menudo combinada o conjugada en nuestros países con la opresión racial ; y la condición dependiente de los países del subcontinente. Esa tradición, que se ha alimentado de los conflictos y movimientos colectivos locales y de la recepción de las diferentes corrientes del pensamiento social moderno, desde el anarquismo al socialismo, no ha constituido un espacio intelectual con fronteras estrictas, cerrado sobre sí mismo. A fines del siglo XIX y comienzos del XX se lo halla a veces asociado con el liberalismo, sobre todo en la denuncia de las dictaduras, y desde la década de 1920 la crítica antiimperialista ha reunido el pensamiento de izquierda con temas nacionalistas.
¿Si en la actual etapa hay un reflujo del pensamiento crítico en la región ? Creo que los años decididamente malos, de estancamiento, en que se osciló entre el abroquelamiento, la reacción negadora y la melancolía por los buenos viejos tiempos, fueron los años noventa del siglo pasado. Y en esa paralización han gravitado tanto el terremoto cultural que fue el derrumbe del socialismo realizado en Rusia y en los países del Este europeo, como su contracara, la expansión que parecía sin desafíos ni rivales del capitalismo neoliberal. Ese tiempo ha pasado, la experiencia del neoliberalismo ha producido estragos, el capitalismo ha ingresado en una crisis de efectos planetarios, y una serie de hechos y procesos políticos han hecho más variado el paisaje político latinoamericano. De todos modos, las dificultades del pensamiento crítico no proceden tan sólo del exterior, sino de sí mismo, de sus resistencias a reflexionar sobre sus fracasos, no sólo sobre sus derrotas, siempre atribuibles, en última instancia, a los recursos del adversario.
Desde mi punto de vista, y aunque admito de entrada que se trata de una apuesta, el pensamiento crítico no puede sino orientarse hacia la izquierda, si bien la izquierda no ha sido siempre el cauce del pensamiento crítico. Respecto de las tradiciones que menciona la pregunta, en particular, las del marxismo, el pensamiento de la dependencia y las teorías de la democracia, que son los legados que encierran más riqueza vigente, creo que la actitud sólo puede ser la de atreverse a pensar con ellos, pero también contra y más allá de ellos, las guías para una acción colectiva encaminada a hacer más libres y más igualitarias nuestras injustas sociedades.
Edelberto Torres-Rivas, sociólogo guatemalteco. Doctor en Desarrollo por la Universidad de Essex, Inglaterra. Doctorado Honoris Causa de FLACSO. Organizador y primer director del Programa Centroamericano de Ciencias Sociales del Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA), San José de Costa Rica.
Entiendo por pensamiento crítico los momentos de la conciencia social latinoamericana que respaldan una voluntad del cambio social, que estimulan la crítica radical del orden capitalista abriendo posibilidades para una superación de las relaciones de explotación y subalternidad existentes. Es una etapa que se abrió con la Revolución Cubana y se cerró con el fracaso sandinista : el proyecto de una sociedad socialista. Sin estas referencias históricas, el pensamiento crítico es sólo socialismo de cátedra. Todo lo que apoyaba una lectura revolucionariade la necesidad de cambio ha retrocedido.
Hay una tradición crítica pero discontinua, con un discurso antisistémico, como una razón subversiva ; con luchas populares por la tierra, la democracia y el poder ; culturales, por la forja de una identidad latinoamericana, que se hace a saltos. El pensamiento crítico ha tenido nombres y apellidos, pero en su producción no veo escuela ni discípulos, salvo unas voluntades subversivas.
La fuerza subversiva se reconoce por su capacidad para alterar, cambiar, desordenar. No es el elogio del caos, sino el desorden que antecede un nuevo orden. Una paradoja parecería redefinir el campo analítico : las luchas contra las dictaduras, de los años setenta, plenas de capacidad subversiva, estimularon el discurso crítico al sistema en la misma medida en que las victorias democráticas terminaron por debilitarlo. La forma política –la democracia liberal– correspondió al contenido económico del neoliberalismo : la libertad de mercado fue compatible con la libertad política, arreglo que significó la preeminencia de la economía sobre la política, en donde los intereses del gran capital fueron los ganadores absolutos. Ello explica que en América Latina la democracia política, desde los ochenta, con elecciones, pluralismo, libertades de organización y expresión, juego parlamentario, se acompañara con la bancarrota del sindicalismo obrero, la erosión del valor del trabajo, la pérdida de los derechos sociales, la profundización de la pobreza con incrementos de las desigualdades. Entonces, el Estado subsidiario ya pudo ser democrático.
Ocurrió una derrota en distintos frentes : el capitalismo se rehizo después de los setenta, la ferocidad de la represión desorganizó lo que después la economía debilitó : la fuerza del trabajo. La victoria cultural del neoliberalismo es la crisis de la política y del pensamiento subversivo ; por razones distintas, aquella victoria es paralela a la crisis del marxismo. Ambas crisis fueron anteriores a la debacle del socialismo real de los noventa, lo que produjo una derrota ambidextra. De la teoría y de la historia, de la razón y de la praxis.
La reflexión intelectual extravió el sentido del poder al sustituir el campo de la lucha de clases para instalarse en la competencia electoral, en la reivindicación del desarrollo humano, en las políticas de cohesión social. Pari passu, la debilidad del pensamiento crítico deja el universo del saber en manos del análisis empírico, del individualismo metodológico, la teoría de los juegos ; expulsando a la historia de una realidad microsociológica y fraccionada. Algunas escaramuzas se ganan hoy día en América Latina con gobiernos de izquierda, Estados con políticas sociales sin financiamiento y luchas para una nueva gravitación del pensamiento crítico.
Pero esperamos que este no se agote en los nuevos temas del multiculturalismo, la ecología, el sexismo, las migraciones, las drogas. Una nueva dimensión del mercado con otras formas de subordinación y explotación del trabajo ha surgido, así como formas concentradas de ejercer el poder, sin control, inevitable. Hay que renovar lo subversivo para que no haya propuestas irrenunciables.
Sin fuerza subversiva, es decir, sin perspectiva de poder, el desafío frente al orden se convierte en su aceptación. Sin poder de subversión, la crisis del pensamiento crítico se confunde con el pensamiento único. Sin movimiento revolucionario no hay teoría revolucionaria. América Latina es la única región del mundo en desarrollo donde la democracia es hoy casi universal, al tiempo que se ha convertido en la región más desigual del mundo. ¿Es necesario pasar de la crítica de la democracia a la crítica del sistema ? Es esta otra paradoja, reforzada porque el fin del socialismo real replantea la antinomia clásica, ahora vamos del socialismo científico al utópico. Es posible alterar los rumbos pero la construcción de alternativas no pasa ya por la destrucción del sistema, sino por su modificación. La visión crítica sólo es subversiva en tanto se puedan identificar las profundas carencias del sistema ; la crítica radical conduce a su reforma.
Las luchas sociales subversivas tras nuevas alternativas, para reformar las expresiones del poder violento, explotador, excluyente, ¿conducen a la revolución ? No. Mientras el contenido subversivo sean las reformas, la utopía reinventada no será el socialismo pero sí la incapacidad del capitalismo para continuar. Una utopía crítica. Hay que profundizar el diagnóstico, reforzar el ánimo subversivo, imaginar el futuro. No es posible, hoy día, ir mas allá. Es sólo el punto de partida, no conocemos aún a dónde llegar. Lo grave de la crisis del pensamiento crítico es la opacidad del futuro, la transitoria incapacidad para preverlo, imaginarlo y alcanzarlo.
El pensamiento único tendrá fuerza mientras no haya una alternativa de futuro. ¿Socialista ? No importa el nombre sino que aparezca esa doble condición subversiva, una praxis política, las luchas sociales, la fuerza de la organización de masas ; y una elaboración intelectual, a la que el marxismo antes le daba sustento.
Carmen A. Miró, demógrafa panameña. Directora del Centro Latinoamericano de Demografía, Santiago de Chile, 1958-1974. Premio Mundial de Población de las Naciones Unidas, 1982. Comparte el Doctorado Honoris Causa de FLACSO con Fernando Henrique Cardoso, Ricardo Lagos, Juan Carlos Portantiero y, recientemente, con Luiz Inácio Lula da Silva.
La expresión “pensamiento crítico” ha sido utilizada en medios académicos latinoamericanos para designar, en lo general, aquellas corrientes de opinión que difieren del llamado “pensamiento único” neoliberal, del marxismo-leninismo del tercer cuarto del siglo XX, y del pensamiento liberal-desarrollista dominante en nuestras sociedades entre las décadas de 1950 y 1970, cuyos remanentes mantienen una importante presencia inercial en los ámbitos institucional y académico, y en el lenguaje de la vida cotidiana.
El lugar y el carácter del pensamiento crítico, por tanto, deben ser comprendidos a partir de su relación con los pensamientos único, paleo marxista y liberal-desarrollista en distintos planos de nuestra vida social y política.
En el plano histórico-social, por ejemplo, el paleo marxismo plantea que las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante ; el pensamiento liberal-desarrollista da por supuesto que las tareas del pensamiento tienen vida y ámbito propios en las esferas de la universidad, el gobierno y la empresa privada, y el pensamiento único tiende a restringir esos ámbitos al sector privado, con los otros dos a su servicio. El pensamiento crítico, por su parte, plantea que la fuente más importante de reflexión y conocimiento sobre lo social, lo económico y lo político radica en los conflictos inherentes al desarrollo de la propia sociedad, que incluye por supuesto a los ámbitos universitario, gubernamental y empresarial, pero no se reduce a ellos, pues incluye además las culturas emergentes en los nuevos movimientos sociales.
En el plano histórico-cultural, las tres corrientes antes mencionadas convergen en considerar el desarrollo cultural de la región a partir del conflicto entre la civilización (Occidental) y la barbarie (indígena). El pensamiento crítico, por su parte, concibe ese desarrollo a partir del conflicto entre métodos de conocimiento generados desde otras experiencias civilizatorias, y una cultura propia carente de medios de conocimiento generados desde sí misma. Aquí radica el verdadero núcleo de la cuestión, tal como fuera advertido por José Martí en 1895, al decir que en nuestra América no hay conflicto entre civilización y barbarie, sino “entre falsa erudición y naturaleza”.
Contradicciones de este tipo no son nuevas en la historia de la cultura latinoamericana. Fue a través de sus primeras manifestaciones, por ejemplo, que Bartolomé de Las Casas vino a convertirse, ya en el siglo XVI , en el primer intelectual auténticamente hispanoamericano, no por su cultura de origen, sino de aquella otra, original y nuestra, cuyas semillas supo sembrar. Hoy podemos afirmar que si el pensamiento único tiene sus raíces en la tradición liberal forjada en la cultura de las sociedades que se vinculan entre sí a través de la cuenca del Atlántico Norte, el pensamiento crítico latinoamericano encuentra las suyas en diversas vertientes del pensamiento y la práctica social y política latinoamericanos, entre las cuales destacan, por ejemplo, las siguientes :
- la tradición democrática proveniente del liberalismo radical latinoamericano de fines del siglo XIX y principios del XX, de acentuado carácter antioligárquico ;
- la tradición socialista latinoamericana que va de José Carlos Mariátegui a Ernesto Guevara ;
- la Teología de la Liberación ;
- el renacer de los saberes indígenas en el campo de lo socio cultural y lo político ;
- y las diversas variantes del pensamiento altermundista noratlántico.
Es a partir de estas raíces que el pensamiento crítico contribuye a la formación de una nueva cultura política latinoamericana. En este terreno, la débil articulación de las entidades académicas de la región con los nuevos movimientos sociales de sus propios pueblos constituye un serio problema para la elaboración de una síntesis superior del pensamiento crítico latinoamericano que no sea copia ni calco, sino creación propia, como quería Mariátegui del socialismo indoamericano de su tiempo.
Estos textos se publicaron originalmente en la Revista Crítica y Emancipación (Año I, Nº2, Buenos Aires, CLACSO, 2009).
También disponible en www.biblioteca.clacso.edu.ar