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PROXIMIDAD GEOPOLÍTICA, SOCIO ECONÓMICO

Irán descubre América Latina

dimanche 16 janvier 2011   |   Nicolas Kozloff
Lecture .

Desde su elección en 2005, Mahmud Ahmadineyad ha sido recibido en la mayoría de los países latinoamericanos –incluido Brasil– por primera vez desde 1979. Acercamiento económico, divergencias ideológicas : la alianza entre Teherán y América Latina nos recuerda que en geopolítica no siempre se escogen los aliados.

En diciembre de 2009, el instituto de investigaciones Latin Business Chronicle sacó a la luz un fenómeno que había pasado desapercibido en la mayoría de los medios de comunicación. De 1997 a 2008, el comercio entre Irán y Latinoamérica se había triplicado, hasta alcanzar los 2.900 millones de dólares ; una suma considerable para los flujos comerciales casi inexistentes antes de la llegada al poder de Mahmud Ahmadineyad, en agosto de 2005.

En 2004, el comercio bilateral entre Irán y Venezuela superaba apenas el millón de dólares ; pero dos años más tarde se acercaba a los 51 millones. Mientras tanto, Irán multiplicó los centros de producción en el país caribeño : bicicletas, tractores, coches, cemento. Dado que Caracas sufre de una falta crónica de “saber hacer” y de tecnología, Teherán le ayuda en sus esfuerzos de industrialización, especialmente en el tratamiento de la leche y la producción petroquímica. Aunque, a causa de la crisis internacional, el comercio entre ambos países registró una caída del 33,8% en 2009, Caracas y Teherán su pusieron de acuerdo ese mismo año para crear un Banco de Desarrollo conjuntamente, y firmaron cerca de 70 nuevos convenios de cooperación (de un total de 300). Después de todo, los dos países unían ya sus esfuerzos en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo para revaluar la cotización del hidrocarburo, cuya renta financia sus respectivos programas sociales. Un símbolo del acercamiento entre ambos países son los vuelos semanales que, desde 2007, unen ambas capitales.

A partir de la cabeza de puente venezolana, la penetración iraní en América Latina se intensificó. Entre 2007 y 2008, Ecuador pasó del séptimo al tercer lugar de los socios comerciales iraníes en la región (por detrás de Brasil y Argentina). Mientras las importaciones ecuatorianas pasaron de 0,01 millón de dólares a 168,2 millones de dólares en un año, Quito se convirtió, en 2008, en el primer mercado para los productos iraníes en América Latina (1). Pero Irán no se contenta con vender : el país promete invertir abundantemente, especialmente en los sectores de la energía hidroeléctrica y en la petroquímica. Entusiasta, durante su visita a Teherán en diciembre de 2008, el presidente ecuatoriano Rafael Correa firmó más de 25 acuerdos bilaterales que se suponía acercaban un poco más a ambas economías. Pero con la caída del 91,7% de su comercio con Irán en 2009, Ecuador ya no ocupa más que el cuarto lugar entre los socios comerciales de Teherán en América Latina, detrás de Venezuela, pero aún por delante de México.

En América Central, con mil millones de dólares de inversiones anunciadas, Irán va a construir el puerto de aguas profundas que le falta a Nicaragua, al mismo tiempo que le presta al país los fondos necesarios para la construcción de una central de generación de energía hidroeléctrica. En Bolivia, Teherán ofrece ayudar a optimizar la explotación del gas natural, y también podría participar en las investigaciones preliminares relativas a los vastos recursos de litio.

Pero, por el momento, el 94% de los intercambios entre Irán y América Latina –un total de 2.400 millones de dólares en 2009– pasaron por Argentina y Brasil. Brasil es, por otra parte, uno de los únicos países en los que el comercio con Teherán siguió creciendo en 2009 (un 4%, después de un 80% en 2008), hasta alcanzar 1.927 millones de dólares. Pero todavía es demasiado poco : durante la visita del presidente iraní a Brasilia, Ahmadineyad y Lula se comprometieron a llevar su intercambio a 10.000 millones de dólares de aquí a 2014, gracias “al esfuerzo empresarial mutuo” (2).

Sin embargo, desde las cancillerías es donde a este baile de dólares se le pone música. Chávez realizó nueve visitas a Teherán, donde también recibieron a Correa, Lula, Morales y Ortega –respectivamente, presidentes de Ecuador, Brasil, Bolivia y Nicaragua–, todos los cuales devolvieron la cortesía a su huésped. Además de las embajadas existentes en Argentina, Brasil, Cuba, México y Venezuela, Ahmadineyad abrió otras nuevas en Bolivia, Chile, Colombia, Nicaragua y Uruguay. Por su parte, Bolivia eligió desplazar su única embajada en Oriente Próximo de El Cairo a Teherán.

A Washington esta actividad le preocupa. El 11 de diciembre de 2009, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, advirtió que cualquier acercamiento con Irán era “una muy mala idea”, ya que Teherán “sostiene, promueve y exporta el terrorismo”. Clinton advertía a sus anónimos interlocutores : “Si hay gente que desea flirtear con Irán, haría bien en pensar en las consecuencias. Estados Unidos espera que lo piensen dos veces”. Ahmadineyad, por su parte, no quiere ver en este acercamiento más que las consecuencias de una sana fraternidad : “Con los amigos nuestras relaciones no tienen ningún límite”, resumía el 24 de septiembre de 2009.

Pero, si se trata de “amistad”, es de un viejo tipo del cual un antiguo adagio esclarece su naturaleza profunda : “Los enemigos de mis enemigos son mis amigos”. Que cada uno juzgue. En 2002, Chávez sufrió un golpe de Estado apadrinado por Washington. En 2009, Correa se ganó la ira de la Casa Blanca cuando decidió no renovar la concesión de la base militar de Manta (en suelo de su país), que vencía el 18 de septiembre de 2009. El 5 de agosto de 2010 el presidente boliviano pensaba que Estados Unidos “buscaba pretextos como el terrorismo y el narcotráfico” para intervenir en América Latina, al mismo tiempo que señalaba que “el objetivo central de esta intromisión consiste en poner sus manos sobre nuestros recursos naturales”. La política de los Gobiernos latinoamericanos de izquierdas, dirigida a reducir el dominio económico de las multinacionales y a defender la soberanía nacional en el ámbito de los recursos naturales, irrita a Washington. Teherán, por su lado, no ignora que, como lo reconocía el almirante Michael Mullen el 1 de agosto de 2010, el Pentágono dispone de un plan de ataque contra Irán, país que posee la tercera reserva probada de petróleo en el mundo.

La amenaza de represalias estadounidenses pesa probablemente poco en la política extranjera de dirigentes que, según Chávez, se ven a sí mismos como “gladiadores antiimperialistas”, como “camaradas de armas en la lucha”. Ahmadineyad, por su lado, esclarecía irónicamente, en junio de 2009, la lógica que subyace a su política exterior : “Mientras los países occidentales tratan de aislarnos, nosotros fuimos a buscar el apoyo del patio trasero estadounidense” (5).

Estados Unidos ha reactivado la IV Flota, que surca las costas atlánticas de América Latina. Dispone de múltiples bases militares, tanto en América Latina como en la frontera de Irán. Caracas toma nota y elige extender sus programas de cooperación militar con Teherán, especialmente en la formación de personal y en la producción de municiones. En abril de 2009, el ministro de Defensa iraní, Mustafa Mohammed-Najjar, se comprometió a “ofrecer todo su apoyo para el desarrollo de la capacidad militar venezolana” (6). Es cierto que esta cooperación se explica –también– por el rechazo de Estados Unidos a vender armas a Venezuela, pero Bill Samii, investigador en el Centro para el Análisis Naval de Virginia, piensa sin embargo que “Irán trata de restablecer el equilibrio geopolítico con Estados Unidos”, una manera de decir : “Nosotros también podemos maniobrar en vuestro rincón del mundo”.

La solidaridad “antiimperialista” no se limita al ámbito militar. También consiste en denunciar, entre sus aliados, las “maniobras” que cada uno teme para sí. Por ejemplo, los intentos de desestabilización durante procesos electorales considerados “cuestionados”. Probablemente es la lógica que condujo a Brasil, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Venezuela –donde los observadores internacionales saludaron siempre la transparencia de los escrutinios– a dar su apoyo incondicional a Ahmadineyad durante la elección presidencial de junio de 2009, elección fuertemente criticada por Estados Unidos. Chávez no dudó en denunciar una operación de la CIA… sin estar en condiciones de aportar pruebas. Intercambio de buenos procedimientos : expuestas a las fanfarronadas de la Casa Blanca y reprendidas por sus respectivas oposiciones –con frecuencia alineadas con Washington–, las izquierdas latinoamericanas pudieron felicitarse, junto con Correa, el 7 de marzo de 2009, de que Irán les “mostrara mucha simpatía y empatía”.

Menos “radical”, Lula da Silva se jactaba de entenderse tan bien con George W. Bush como con Chávez. Sin embargo, no se le ha escapado que Estados Unidos cedió su lugar de principal socio comercial de Brasil a… China. Fuerte, con un crecimiento importante, Brasilia trata hoy de hacerse oír en el concierto de las naciones. Rompiendo con la lógica propia del circuito “Elizabeth Arden” de la diplomacia tradicional brasileña (que sólo se interesaba en Roma, París, Londres y Washington), Lula procuró apoyar a los países del Sur para obtener el reconocimiento internacional (y un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU) que desea para su país. Esto debía necesariamente pasar por la demostración de su capacidad para hacer frente al Norte.

Es lo que hizo en mayo de 2010 cuando –con el apoyo del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan– propuso una alternativa a las sanciones de la ONU contra Irán : un acuerdo de intercambio de combustibles. En ese momento, el jefe de la Organización de la Energía Atómica iraní, Ali Akbar Salehi, también vicepresidente del país, pensó que, por primera vez, los países occidentales se habían tenido que rendir ante la evidencia de que “los países emergentes pueden defender sus derechos en la escena internacional sin necesidad de las grandes potencias”, antes de concluir : “Es duro para ellas aceptarlo”.

Aunque la operación terminó en un fracaso, porque Brasil finalmente ratificó las sanciones decididas por el Consejo de Seguridad de la ONU contra Irán, el 10 de agosto de 2010. Según sus defensores, esta propuesta no dejaba de ofrecer la perspectiva de una diplomacia internacional menos sometida a Washington, afirmando el derecho de toda nación a implementar su programa nuclear civil. Derecho que Chávez y Lula da Silva reivindican para sus respectivos países. Sin duda –y Clinton lo formula explícitamente–, semejante solidaridad geopolítica tiene pocas posibilidades de traducirse en un apoyo económico por parte de Washington. Según el presidente Correa, “una política exterior coherente” con su ruptura con EEUU debe tratar de “abrir nuevos mercados, nuevos contactos, establecer relaciones con países [que ven los procesos latinoamericanos] con simpatía”. Sería entonces la “coherencia” de esta nueva asociación geopolítica lo que explicaría este crecimiento del comercio entre Irán y América Latina.

Sin embargo, algunos iraníes, como el candidato a la presidencia iraní Mir-Hossein Mussavi, se sorprenden de que “en lugar de invertir en los países vecinos de Irán, el Gobierno no deja de enviar dinero a los países de América Latina” (7). Tal vez desconocen que las inversiones de Irán en América Latina le permiten sostener su propia economía, especialmente los sectores industriales desarrollados de manera autónoma y a pesar de las sanciones económicas que sufre Teherán : aviación, explotación petrolera y de gas, producción automotriz, etc. En este último ámbito, Ahmadineyad encontró en la persona de Chávez un publicitario sin par. Alabando los méritos del Centauro, un modelo de automóvil iraní vendido y producido en Venezuela, explicaba recientemente : “Es un vehículo de gran calidad y buen precio. (…) Cuesta cerca de 76.000 bolívares [12.900 euros]. Si usted busca un modelo equivalente, por ejemplo, el Toyota Corolla, no se lo venden por menos de 162.000 bolívares [27.700 euros]. ¿Ven la diferencia ? ¡Más del doble !” (8). Sin estar seguro de poder contar con tan talentosos publicitarios –pero, sin embargo, penetrado por la necesidad de “diversificar sus mercados”– el director de la Sociedad Comercial de Petroquímica iraní, Reza Hamzehlou, se regocijaba el 18 de octubre de 2010 por haber encontrado dos nuevos clientes potenciales : Brasil y Argentina (9).

Sobre la base de esta constatación, podría encontrarse muy natural que Irán disponga del estatus de observador en el seno de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) que reúne, entre otros, a Bolivia, Ecuador y Venezuela. Sin embargo, el ALBA no se limita a la complementariedad diplomática y económica. Desde su creación, se ha afanado por defender un proyecto político de emancipación social de una rara radicalidad. Tal vez sea en este ámbito donde la asociación con Irán engendre las contradicciones más agudas, de las cuales no duda en aprovecharse la derecha latinoamericana. 

Si, en el caso boliviano, la alianza con Irán sorprende, es porque Evo Morales, que reivindica su origen aymara, siempre defendió el derecho de las minorías en su país, a diferencia de Ahmadineyad. Este último favoreció la represión política de las minorías étnicas de las provincias periféricas del país, acusadas de desestabilizarlo. En Irán, los kurdos, los árabes, los turkmenos, los azeríes, los baluches y las demás minorías no persas constituyen cerca de la mitad de la población. Algunos, como la minoría proveniente de Baluchistán, tienen una esperanza de vida y una tasa de alfabetización muy inferiores a la media.

En el ámbito del derecho de los trabajadores, aparece una contradicción del mismo orden. En América Latina los Gobiernos de izquierdas han trabajado –en grados diversos– para la mejora de las condiciones de trabajo y para el reconocimiento de los derechos de los trabajadores. Lula da Silva y Morales provienen ambos directamente de organizaciones sindicales. En Irán, el Gobierno mantiene una relación más conflictiva con los movimientos sociales y los sindicatos. Así, cuando los conductores de autobuses de Teherán hicieron huelga para denunciar sus condiciones de trabajo, las fuerzas de seguridad iraníes detuvieron a una buena cantidad de ellos, suscitando la protesta de los trabajadores brasileños ante la Cámara de Comercio Brasileño-Iraní, el 23 de marzo de 2009.

En el plano geopolítico resulta lógico que la “alianza” de circunstancias entre Irán y América Latina esté atravesada por contradicciones políticas que podrían poner en peligro su profundización. Una América Latina que trata de arrojar luz sobre los crímenes de las dictaduras que sufrió entre los años 1960 y 1980 ve mal la forma en que Irán trata a sus opositores. Por ejemplo, tras el cuestionamiento de la votación de 2009, miles de manifestantes fueron encarcelados. Es corriente que en Teherán reuniones pacifistas de disidentes o de mujeres sean violentamente reprimidas.

De la misma manera, las declaraciones de Ahmadineyad sobre el Holocausto exasperan en América. El 22 de noviembre de 2009, cuando el presidente iraní fue a Brasil, militantes homosexuales, representantes de la comunidad judía y supervivientes del Holocausto se reunieron para protestar en la playa de Ipanema, en Río de Janeiro. Peor aún : las expresiones del dirigente iraní suministraron argumentos a la oposición venezolana, permitiéndole sugerir que, al estrechar la mano de su homólogo iraní, Chávez era “también”, antisemita.

Sin embargo, nadie se pregunta sobre el hecho de saber si, cuando Barack Obama estrecha la mano del presidente Lula y lo califica como el “político más popular de la tierra”, demuestra con eso que apoya la política brasileña de prohibición de la interrupción voluntaria del embarazo. ¿No habría una cierta ingenuidad en sorprenderse del hecho de que los Gobiernos de izquierdas puedan considerar necesario acercarse a países cuyos dirigentes no comparten su visión del mundo ? En este ámbito, siempre ha prevalecido el pragmatismo. Tanto se trate de los vínculos entre la Unión Soviética y los países árabes que diezmaban a los comunistas, de aquellos que unieron la China de Mao con el Chile de Pinochet o de la alianza que sigue vinculando a Estados Unidos con Arabia Saudí. La frase de Lord Palmerston, primer ministro de la Reina Victoria (de 1855 a 1858 y de 1859 a 1865) se aplica probablemente a pocos ámbitos fuera de la política exterior : “No tengo amigos, no tengo enemigos, sólo tengo intereses”.

 

(1) “Latin America : Iran Trade Triples“, Latin Business Chronicle, Coral Gables (EEUU), 2 de diciembre de 2009.

(2) “Iran-Brazil trade will amount to dlrs 10bn in five years“, Iran trade news, Teherán, 12 de diciembre de 2009.

(3) “Evo denuncia a Washington por los ataques a Sudamérica”, AFP, 6 de agosto de 2010.

(4) “US Military Chief Admits to Iran Attack Plan“, AFP, 1 de agosto de 2010.

(5) “Israel and Iran compete to expand influence in Latin America“, The Sunday Times, Londres, 12 de noviembre de 2009.

(6) Danielle Kurtzleben, “Alliance Problematic for the U.S., But Not Threatening“, Inter-Press Services, 10 de agosto de 2009.

(7) “Ahmadinejad foreign policy ’rattled’ Iran foes“, Presstv.ir, 25 de mayo de 2009.

(8) “Chávez : ‘Los coches iraníes son mejores que los Toyota’”, El Mundo, Madrid, 24 de junio de 2010.

(9) “Iran targets South America for petchem exports“, Tehran Times, Teherán, 18 de agosto de 2010.





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