La sélection du Monde diplomatique en español

A treinta años de la revolución

Las cuatro vidas del sandinismo en Nicaragua

mardi 25 août 2009   |   Hernando Calvo Ospina
Lecture .

En momentos en que la palabra revolución reaparece en América Latina, Managua celebra el treinta aniversario del fin de la dictadura de Anastasio Somoza. Después de haber llegado al poder por las armas el 19 de julio de 1979, resistido la agresión estadounidense, y haber estado en la oposición, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) está de nuevo en el Gobierno desde el 2006. Sin dejar de ser un partido de izquierdas, a veces su “pragmatismo” conduce a confusiones y maltrata su imagen.

No me rendiré y aquí los espero. Yo quiero patria libre o morir.” Fue la respuesta de Augusto César Sandino a la carta que le había hecho llegar el jefe militar estadounidense, instalado en Nicaragua, donde lo amenazaba con perseguirlo hasta la muerte si no deponía las armas. Para esa fecha Nicaragua ya había sido objeto de varias invasiones estadounidenses, siendo la primera entre 1854 y 1856. El Reino Unido también trataba de apoderarse de su costa Atlántica. Ambas potencias consideraban ese territorio centroamericano esencial para la construcción de un canal interoceánico, que finalmente sería construido por Panamá en 1914.

Con el pretexto de ayudar a dirimir confrontaciones políticas y militares entre liberales y conservadores, el secretario de Estado Philander C. Knox, envió tropas en septiembre 1909, que se quedaron hasta 1925. Al año siguiente más de cinco mil “marines” volvieron a desembarcar, y permanecerían hasta 1933. La razón esgrimida en esta ocasión era que “agentes bolcheviques mexicanos” querían apoderarse de la nación.

Sandino era uno de esos “agentes”. Aunque se decía liberal, desde 1927 había tomado las armas no sólo para combatir al ocupante extranjero, al que catalogaba de “imperialista” y “banda de cocainómanos”, sino a la elite liberal-conservadora a la que señalaba de opresora, explotadora, racista y vende patrias. “Sandino –cuenta el sociólogo Orlando Núñez–, retomó las ideas y la bandera rojinegra de los anarco-sindicalistas mexicanos, el pensamiento clasista del salvadoreño Farabundo Martí (1). En sus escritos dejó plasmada la necesidad de la integración latinoamericana, como lo había soñado Simón Bolívar, y la incorporación de indígenas a las luchas políticas, sin excluir la alianza con empresarios patriotas para enfrentarse al imperialismo estadounidense”.

Hostigadas por las humildes guerrillas de Sandino, el “general de hombres libres”, las tropas invasoras se retiran en 1933. Estados Unidos caía en la Gran Depresión, y mantenerlas era muy costoso. Atrás dejan organizada una Guardia Nacional dirigida por Anastasio Somoza, un militar formado en las academias estadounidenses. El 21 de febrero de 1934 Sandino, quien había aceptado una negociación con el gobierno nacional, es detenido y asesinado al salir de una recepción ofrecida por el presidente Juan Bautista. Pocos años después Somoza reconocerá que el embajador estadounidense, Arthur Bliss Lane, había dado la orden.

Bajo la tutela de Washington se instauró la dictadura de la dinastía Somoza, que duró más de cuatro décadas : Anastasio (1936-1956), Luis (1956-1963) y Anastasio Jr. (1967-1979). Sin embargo las luchas de Sandino no cayeron en saco roto. En 1960, al calor de la revolución cubana, y guiados por los idearios de Sandino, Carlos Fonseca Amador, Tomas Borge Martínez y otros intelectuales darían nacimiento al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Durante varios años los éxitos de esta guerrilla serían bien modestos debido, principalmente, a su inexperiencia en la relación con la población rural. Casi paralelamente, y por causa de los abusos y la concentración de poder de la familia Somoza, totalmente sometida a los intereses estadounidenses, se fue produciendo el descontento de un sector de la burguesía.

Éste calcula que una alianza con el FSLN le permitiría desembarazarse del dictador y recuperar los espacios perdidos o negados. Por su parte, el Frente ve que ese acercamiento podría facilitarle avances a su estrategia. La suma del movimiento de cristianos de la Teología de la Liberación, la Iglesia de los Pobres, fue decisiva. Mientras la represión crecía, las espectaculares acciones militares del Frente levantaban simpatías por el mundo. Ni el gobierno estadounidense de Jimmy Carter (1977-1981) pudo seguir sosteniendo a los Somoza : la insurrección armada triunfa el 19 de julio de 1979.

La revolución sandinista se convirtió en punto de referencia en el mundo. Pocos gobiernos permanecieron indiferentes, en particular los socialdemócratas de Europa. Seguramente la participación de jóvenes de la gran burguesía en las altas instancias del Estado les daba una seguridad en el tipo de sistema político que se impondría. En cambio en Nicaragua quienes tienen la mayor aceptación de la población son los revolucionarios anticapitalistas y de origen popular. El hijo de Carlos Fonseca, quien porta el mismo nombre que su padre, recuerda : “por haber creado una gran efervescencia y motivación, la revolución marcó la vida de la casi totalidad de los nicaragüenses que apenas estábamos entrando a la adolescencia. Se podía soñar y ser optimista”.

Una de las primeras tareas del gobierno sandinista, presidido por el joven Daniel Ortega, fue la Cruzada Nacional de Alfabetización, que en menos de diez años bajó el analfabetismo del 54% al 12%. Los pobres accedieron a los estudios superiores. La atención médica fue dejando de ser privilegio de una minoría. Los campesinos se beneficiaron de una reforma agraria, y se organizó a los pequeños y medianos productores en cooperativas. Se nacionalizaron los recursos estratégicos, mientras se impulsaba la sindicación... El sociólogo Núñez reconoce que “fue un proceso de justicia social y de organización directa del pueblo sin precedentes en la historia de Nicaragua, y, a excepción de Cuba, de América Latina”.

El “problema” es que para adelantar esos proyectos el sistema político y económico debía ser reestructurado. Es ahí cuando surgieron las discordias fundamentales en el interior de la alianza en el poder. El sector de la burguesía aliado al FSLN tenía como simple meta el derrotar a una dictadura, pero nunca cambiar las estructuras del Estado, pues saldría perdiendo. Bien es cierto que los revolucionarios del Frente buscaron utilizar a sus aliados para legitimar la revolución fuera de las fronteras, pensando que así evitarían la agresión exterior o el ostracismo. “La revolución tenía que demostrar –sigue diciendo Núñez– que era democrática y católica, o sea, que era ‘buena’ y de confianza para los intereses de Estados Unidos y Europa”.

Mal cálculo. Si desde el gobierno del presidente Carter ya se apoyaba a ex guardias somocistas en la conformación de grupos contrarrevolucionarios, con Ronald Reagan la confrontación fue total. Asumiendo la presidencia en enero de 1981, Reagan llegará a declarar a esa nación como su “primer problema” de seguridad nacional... Unos meses antes, en abril de 1980, la casi totalidad de miembros de la oligarquía se había retirado del Frente, uniéndose a la elite somocista para plegarse al plan desestabilizador de Washington. En Honduras, El Salvador y Costa Rica, militares y mercenarios estadounidenses y de origen cubano-estadounidense (2) entrenan a las fuerzas contrarrevolucionarias, que serán denominadas simplemente como la “Contra”. Desde la frontera de esos países limítrofes se realizan las mortíferas incursiones. “A mi generación le impusieron esa guerra –testimonia Fonseca Jr–. Yo apenas tenía 15 años cuando me tocó ir a combatir, como a miles de otros nicaragüenses. Pasamos de la infancia a la etapa adulta por culpa de Estados Unidos y la oligarquía nacional”.

No sólo las balas hicieron daño. La campaña de desprestigio contra la revolución fue enorme : “ateos”, “belicistas”, “comunistas”, “totalitaristas”, “exportadores de revolución”, “traficantes de droga”... Y esto se hacía, principalmente, desde medios de prensa de Nicaragua, como La Prensa, aunque la campaña internacional decía que no existía libertad de expresión.

La economía de guerra trajo el desabastecimiento alimenticio, el retroceso de los programas de desarrollo social y el consecuente malestar de un sector de la población. Los sandinistas también pusieron de su parte en el fortalecimiento de la contrarrevolución. A las filas de la ‘Contra’ llegaron campesinos que no aceptaron la prioridad dada a la formación de granjas del Estado, ni el apoyo a las cooperativas, al percibirlo como competencia desleal ; a los “ataques” al libre mercado, a los precios administrados. A esto se sumó que desde 1983, ante la persistente amenaza externa, se implantara el servicio militar obligatorio. El actual diputado del FSLN en el Parlamento Centroamericano, el ex combatiente Jacinto Suárez admite : “No supimos manejar totalmente la relación con el campesinado. Y cuando hoy hablamos con los dirigentes de la “Contra”, nos damos cuenta de que cometimos grandes errores. Se agredió a sectores indígenas y del campesinado (3), porque algunos creían que las armas daban el derecho a imponer la voluntad”.

A pesar de los estragos y crímenes que cometía –se calculan 29.000 muertos al final del conflicto–, la contrarrevolución era un fracaso militar. En 1984 los sandinistas ganan ampliamente las elecciones presidenciales y legislativas. Washington, por estrangular a la revolución, se ve en medio de escándalos : en 1986 se revela la venta ilegal de armas a Irán (Irangate) ; y, peor, el tráfico de cocaína institucionalizado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), desde Colombia. Todo para mantener viva a la “Contra”. Al año siguiente el Tribunal Internacional de La Haya condena a Estados Unidos por el minado de los puertos nicaragüenses. En esos momentos la revolución está económica y humanamente agotada. Llega, entonces, el tiempo de las negociaciones sandinistas–“Contra”, y después las nuevas elecciones... Candidata de Washington y de las fuerzas anti-sandinistas, que se habían reagrupado para la ocasión en la Unión Nacional Opositora (UNO), Violeta Chamorro triunfa en febrero de 1990. Durante la campaña electoral, los sandinistas tenían un apoyo popular del 53%. Pero, según Suárez, una situación inesperada y mal dirigida desequilibró la balanza. “La intensidad de la guerra había bajado por las negociaciones con la ‘Contra’, y, por lo tanto, las muertes mermaron. Se veía el fin de la guerra. Pero cuando se dio la invasión a Panamá (4), se rodeó con tanques la embajada estadounidense en Managua. Los sandinistas, armados, salieron a las calles en solidaridad con aquella nación. Dos días después se midió la opinión y habíamos caído al 34%. Ya fue imposible recuperarse, porque a la gente le dio miedo la reactivación de la guerra”.

Aún en el poder durante algunas semanas, Chamorro y los sandinistas firman un Protocolo de Transición. A pesar de la oposición estadounidense, el nuevo gobierno acepta que se respete la continuidad en el mando de las Fuerzas Armadas, la policía y los servicios de seguridad. Estos últimos pasaron a las órdenes del ejército, pero el gobierno se las ingenió para ir desmantelándolas. Según Lenín Cerna, inspector del Ejército durante la nueva etapa, esta tarea fue entregada a misiones militares europeas, en el cuadro del “proceso de paz”. El entonces presidente del gobierno español, Felipe González, “representó el papel que los gringos no podían directamente –asegura Cerna–. Y fue así como nuestros servicios de inteligencia terminaron en manos de los estadounidenses, en su casi totalidad”.

El que los sandinistas se quedaran con el poder en el Ejército y la policía, aseguraba que el nuevo gobierno no los utilizaría para la represión y la venganza contra el pueblo y la dirigencia. Así, el último alto mando con trayectoria guerrillera y sandinista no pasará al retiro hasta el año 2010.

La “Contra” se disolvió. Sus miembros fueron, con más o menos dificultades, reabsorbidos por el tejido social nicaragüense. Los nuevos gobernantes y la oligarquía empezaron a desconocer los acuerdos, mientras les quitaban a los nicaragüenses todo lo positivo realizado por la revolución. Muy pronto, los que no pertenecían al reducido y exclusivo grupo dirigente de la “Contra”, se dieron cuenta de la realidad. Uno de sus combatientes, Israel Galeano, expresó : “La oligarquía depuso a Somoza con la ayuda de ustedes los sandinistas, y los depuso a ustedes con nuestra ayuda. No ganamos, ni ustedes, ni nosotros los Contras : ganó la oligarquía” (5).

Elena Aguilar, es una ex combatiente sandinista que colabora con la Escuela Obrero-Campesina Francisco Morazán, en las afueras de Managua. Ella explica cómo se ha secuestrado el Estado, y engañado a los campesinos que habían sido favorecidos con el millón de hectáreas distribuidas en los años 1980. “Primero se les dijo que los terratenientes iban a reclamar sus propiedades, pero que el gobierno los indemnizaría. Y pagó, y a un buen precio. A pesar de ello, esos terratenientes pusieron demandas por el ‘robo’ de sus tierras. Los juicios se eternizaron, y ni los campesinos ni las cooperativas tenían dinero para sostenerlos. Entonces llegaron “asesores” que les recomendaron vender sus tierras a los demandantes, o sea a los mismos que el gobierno ya les había pagado. ‘Casualmente’, estos tenían estrechas relaciones familiares o de amistad con el alto gobierno...”.

Con la señora Chamorro llegaron las políticas neoliberales, apuntaladas por las empresas transnacionales, especialmente estadounidenses, aunque también europeas y asiáticas. La oligarquía financiera se dedicó a saquear los bienes estatales y a la especulación económica. Núñez cuenta que en “muy pocos años desplazaron a la incipiente y nunca consolidada burguesía nacional, y destrozaron las oportunidades de pequeños y medianos productores del campo y la ciudad. Sumieron a Nicaragua en la peor de las crisis económica, social y financiera de su historia.” A partir de 1990, tres presidentes –Violeta Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños– arrasaron con lo que realizó la revolución sandinista. Los salarios llegaron a perder la tercera parte de su valor. El subempleo, que rondaba el 45%, se convirtió en la principal fuente de trabajo, y la miseria alcanzó a buena parte de los nicaragüenses.

Ese doloroso retroceso parece no tener freno. “El poco tiempo que duró la revolución –analiza Fonseca–, no fue suficiente para crear un nuevo sistema, por las realidades políticas, económicas y de guerra que nos impusieron. No se hizo la institucionalización de la participación del pueblo en el ejercicio del poder. Si eso se hubiera hecho, el neoliberalismo no hubiera podido tan fácilmente desmontar las conquistas sociales”.

La derecha no logra debilitar al FSLN, pero sí las luchas intestinas. En 1994, durante el congreso de su partido, se enfrentan dos posiciones. Según Fonseca, “unos predicaron la renuncia al antiimperialismo, al socialismo, al carácter de vanguardia del partido. El otro sector, encabezado por Daniel Ortega, exponía la necesidad de hacer un replanteamiento programático sin apartarse de los principios ideológicos del sandinismo.” De los quince cargos de dirección, los sandinistas liderados por Ortega obtuvieron doce. Denunciando el “autoritarismo”, casi toda la dirección nacional, la mayoría de los que fueron ministros, y muchos diputados, dejaron el Frente para fundar el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS) (6).

Sorpresivamente, y a pesar de todas las campañas en su contra, el FSLN y Daniel Ortega regresaron al gobierno en noviembre 2006 (con el 38% de los votos). Para lograrlo, utilizaron una serie de acuerdos políticos que algunos han cuestionado y criticado, incluyendo simpatizantes y amigos, en el país y el exterior (ver recuadro).

Los sandinistas se habían aliado con los conservadores para lograr el juicio y encarcelamiento por corrupción del ex presidente Arnoldo Alemán. Después, le ofrecieron a éste mismo, condenado a veinte años, sacarlo y ponerlo bajo “arresto domiciliario” en su residencia. A cambio, Alemán debía asegurar la “neutralidad” del Partido Liberal Constitucionalista (PLC). Igual estupor creó el pacto de “no-agresión” con quien fuera uno de sus más feroces enemigos en los años 1980, el cardenal Miguel Obando y Bravo. Ante el avance de las religiones evangélicas, esto le convenía a la Iglesia Católica (7).

“Se instrumentó una audaz y ventajosa política de alianzas con los partidos de la oligarquía –justifica Edén Pastora, el mítico Comandante Cero (8)–. Hoy con uno, mañana con el otro. Y mientras avanzaba, sin vender sus banderas, los iba dividiendo y debilitando. Al comienzo yo no lo aceptaba, pero lo entendí. Y si ellas nos llevan al poder, si son para hacer programas sociales, benditas sean las alianzas.” Mientras que CERNA complementa : “Las alianzas que hicimos cuando no éramos gobierno fueron maniobras políticas. Nosotros entendemos de tácticas y estrategias, ¡porque hemos sido guerrilleros, militares y políticos !”. Este pragmatismo es el que muchos no digieren.

En el gobierno desde el 10 de enero 2007, el FSLN pasó a ganar las elecciones en 105 municipalidades, de las 146 existentes, el 9 de noviembre de 2008. Y es que a pesar de insultos y señalamientos personales contra los dirigentes sandinistas, la salud y la educación han vuelto a ser gratuitos. Miles de niños han regresado a la escuela, dejando de trabajar o pedir limosna. El plan “Hambre Cero” entrega un millón de platos diarios en los centros educativos. El mismo plan busca la soberanía y seguridad alimenticia del país, legalizando tierras, y entregando préstamos al pequeño y mediano productor a muy bajo interés. Unas cien mil familias campesinas se benefician con este proyecto administrado por mujeres, organizadas en cooperativas. “Ellas son las más estables y las que casi siempre cargan con la supervivencia de la familia –observa Elena Aguilar–. Mucho más ahora que los hombres deben deambular en busca de trabajo, dentro y fuera del país” (9). Ellas reciben capacitación y les entregan vacas, cerdos, semillas. Del préstamo devuelven el 20%, y el resto deben capitalizarlo para permitirles ser independientes, y convertirse en productoras de alimentos.

El programa “Usura Cero” da financiamiento (a un tipo de interés del 5% mientras que generalmente es del 25%) a una parte de ese 45% de nicaragüenses que trabajan por cuenta propia. Si los bancos lo han recibido como una declaración de guerra, los productores de zapatos, muebles, ropa y otros beneficiados pueden vender más barato al consumidor. “Si la embajada estadounidense y la oligarquía estaban rabiosas por la pérdida del liderazgo político –constata Núñez– también lo están por el acercamiento de muchos empresarios nacionales al Frente”.

La dinámica regional está ayudando sustancialmente... Como miembro de la Alternativa Bolivariana para Nuestra América (ALBA) (10), Nicaragua puede intercambiar petróleo venezolano por fríjol, carne o vaquillas (11). El ALBA financia también una buena parte de los programas sociales. Médicos cubanos operan gratis los ojos a miles de personas, con modernos equipos enviados por Venezuela. Se está alfabetizando con un programa cubano denominado “Yo sí puedo”, por lo cual este 2009 Nicaragua será declarada libre de analfabetismo.

“Estamos avanzando a buen ritmo, con lo poco que tenemos, y el apoyo de los países amigos latinoamericanos y del Caribe –dice la señora Aguilar–. Pero nos han declarado una guerra mediática : ¡Sólo se anuncian problemas ! Quieren impedir que el Frente vuelva a ganar en el 2012”.

En febrero 2008, Robert Callahan llegó como embajador estadounidense. Su presencia abrió muchas heridas. En los años 1980 fue agregado de prensa en la embajada de Honduras, siendo su jefe John Dimitri Negroponte. Desde ese país la CIA dirigía a lo más sanguinario de la “Contra”. Hoy, Callahan, preocupado por los avances de los sandinistas, apoya y conspira abiertamente con la oposición nicaragüense. Una injerencia que, en mayo de 2009, llevó al presidente Ortega a amenazarlo de expulsión. Los representantes de la elite y los anti-sandinistas, dijeron que el mandatario “estaba mordiendo la mano a quien daba de comer.” Con toda seguridad el general Sandino se debió remover en su tumba.

 

Notas :

(1) Fundador del Partido Comunista de El Salvador, Farabundo Martí, fue fusilado tras haber sido aplastada la insurrección popular de 1932, y que produjo más de veinte mil muertos.

(2) Véase “El Grupo de Choque de la CIA”, Le Monde diplomatique en español, enero de 2009.

(3) Hace referencia al conflicto con los Miskitos de la Costa Atlántica.

(4) El 20 de diciembre de 1989, Estados Unidos lanza la operación “Justa Causa” para derrocar y arrestar al general Manuel Noriega : poco demócrata, narcotraficante y… viejo colaborador de la CIA.

(5) Citado en : Nuñez, Orlando. La oligarquía en Nicaragua, CIPRES, Managua, 2006

(6) Sin gran éxito : los disidentes obtendrán tan solo el 1% de votos en las elecciones presidenciales de 1996, y el 7% en las de 2006.

(7) La elite nicaragüense y Washington presionaron al Vaticano para que Miguel Obando y Bravo fuera reemplazado.

(8) El 22 de agosto de 1978, dirigiendo un comando, Pastora tomó por asalto el Palacio Nacional. Fue el preludio de la insurrección general, desatada en septiembre. En 1982, deja de ser viceministro de Defensa y se pasa a la “Contra”, ubicándose en la frontera con Costa Rica. El principal efecto de su presencia fue sembrar cizaña entre la contrarrevolución, y neutralizar el Frente Sur de la “Contra”. Pastora le aseguró al autor que esto fue una estrategia del ministro de Defensa, Humberto Ortega. Que él nunca fue de la “Contra”. Lo cierto es que esto impidió que los Sandinistas fueran atenazados.

(9) Véase Raphaëlle Bail, “El sueños costaricense”, Le Monde diplomatique en español, diciembre de 2006.

(10) Está integrada por Venezuela, Cuba, Honduras, Bolivia, Dominica, San Vicente y Las Granadinas, Antigua y Barbuda, Ecuador y Nicaragua.

(11) Los acuerdos de Petrocaribe, que concierne a una veintena de países, permiten que el petróleo entregado por Venezuela se pague el 50% y el resto a 20 años, con tipos de interés del 1%. La otra mitad no pagada inmediatamente debe ser utilizada para financiar programas sociales.





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