La sélection du Monde diplomatique en español

Lejos del “socialismo del siglo XXI”

Las dos caras de la crisis venezolana

samedi 30 septembre 2017   |   Renaud Lambert
Lecture .

La crisis venezolana, profunda, sangrienta, levanta pasiones. En los grandes medios de comunicación, está al servicio de una obsesión : la crítica a Jean-Luc Mélenchon en Francia, a Jeremy Corbyn en el Reino Unido y a Pablo Iglesias en España. Pero también fuerza a los progresistas a reflexionar, a quienes sumerge en el desconcierto. ¿Cómo interpretar los acontecimientos ? ¿Qué actitud adoptar ? ¿Qué desenlace desear ?

Los dos colosos avanzan, intimidantes. El hombre que les hace frente, con una gorra roja, intenta dialogar. Sin resultado : le empujan, le amenazan... De repente, una cuarta persona se acerca. Se saca un revólver del pantalón y abre fuego. La muchedumbre grita ; el hombre con la gorra se desploma.

En agosto de 2017, este vídeo grabado con un teléfono móvil ha sido visualizado por una gran parte de aquellos a quienes les preocupaba la crisis venezolana. Tres meses antes, el presidente Nicolás Maduro había decretado la elección de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) destinada a reemplazar la Asamblea Nacional, la única institución en manos de la oposición desde las elecciones legislativas de 2015. Desde entonces, la tensión se había agravado : los enfrentamientos entre fuerzas del orden y manifestantes se habían saldado con más de un centenar de muertos, incluyendo –lo que parece haber pasado desapercibido en los medios de comunicación– entre los partidarios del presidente.

“¡Así es como esos hijos de puta de la oposición asesinan a jóvenes chavistas [1] !”. El 4 de agosto, un militante internacionalista presente en Venezuela publicó el vídeo en un foro de discusión. “Fueron a casa de un dirigente de la Juventud Socialista que se escondía : había sido amenazado por las milicias de la derecha. Como su compañero se negó a delatarle, lo mataron”. Mensaje tras mensaje se suceden las reacciones de indignación.

“Atención, la oposición también está difundiendo el vídeo”, advierte entonces otro participante en la discusión, sugiriendo que los enemigos de Maduro utilizan las mismas imágenes para ilustrar la violencia de las autoridades. ¿Se trataba de una manipulación de la derecha ? ¿O bien había inducido la gorra roja (color de los chavistas) a un error de interpretación ? La cólera dio paso repentinamente a la duda y a la diligencia por recabar información, con la preocupación de confirmar su origen. Verificación realizada : la secuencia provenía de una representación teatral al aire libre organizada por un evangelista en Puerto Rico. Sin la menor relación con Venezuela...

El caos político y económico (2) del país latinoamericano ha conducido a las manipulaciones más caricaturescas por parte de ambos bandos, así como en las columnas de los medios de comunicación internacionales, a menudo favorables a la oposición. ¿Un ejemplo ? El 16 de julio, esta última organizó una consulta popular sin el aval de las autoridades. Una de las tres cuestiones planteadas –“¿Demanda a la Fuerza Armada Nacional y a todo funcionario público obedecer y defender la Constitución del año 1999 y respaldar las decisiones de la Asamblea Nacional ?”– formulaba un llamamiento apenas disimulado a la sublevación militar. Según los organizadores, alrededor de siete millones de venezolanos habrían acudido a la cita, rechazando en su inmensa mayoría el Gobierno y su proyecto de ANC (3). La conclusión de The New York Times : “Más del 98% de los votantes apoyan a la oposición” (4). La observación era justa, pero lo habría sido aún más si el diario hubiera precisado que los “votantes” en cuestión solo representaban algo más del 35% del electorado, pues el resto de la población en edad de votar no participó...

La crisis venezolana ha desorientado a muchas personas. Como todas las situaciones de lucha intensa que tienen como objetivo el poder, esta se interpreta a dos niveles. Uno, frío, se sitúa en el ámbito de las ideas : invita a explorar los fracasos, los posibles, lo deseable. El otro, candente, remite a la política concreta y a sus frustraciones : aquí, la lucha política requiere un vencedor, un vencido y, a menudo, la elección de un bando, por muy incómodo que sea. La posición –incluyendo geográfica– de los observadores a menudo les conduce a privilegiar uno de estos dos modos de análisis.

Lejos de Venezuela, va surgiendo poco a poco un debate entre aquellos que se habían interesado por el “laboratorio bolivariano” cuando era portador de esperanza : ¿Cuál es la parte de responsabilidad del poder en la crisis que atraviesa el país ? ¿Cuál es la de una oposición a la que los procesos democráticos nunca le han preocupado demasiado ? (5).

A pesar de que divide poco la idea según la cual el actual presidente se muestra desvaído comparado con su mentor, una primera corriente sugiere que la ruptura en el seno del chavismo sería más profunda. En primer lugar por razones contingentes : además de la personalidad del expresidente, el periodo chavista estuvo marcado por la explosión de la cotización del barril de petróleo. Desde la elección de Maduro en 2013, esta se desploma. Para uno, pues, habilidad política y abundancia ; para el otro, simpleza y escasez. Es decir, el cóctel ideal para que una fuerza de izquierdas acabe pareciéndose a algunas de las caricaturas imaginadas por sus adversarios : la segunda ruptura entre “chavismo” y “madurismo”. Para la mayoría de los venezolanos, el nombre del expresidente evoca la reducción de las desigualdades en un contexto de profundización de la democracia. El de su sucesor se asocia hoy en día al regreso de la pobreza agravado por un endurecimiento político y policial.

“En general, los análisis [de los fracasos de la izquierda] se centran en la incapacidad del nuevo mundo para nacer. Subestiman de manera mecánica la violencia ideológica e institucional que permite al viejo negarse a morir”, escribía el investigador estadounidense Greg Grandin (6). En esencia, es la respuesta de una segunda corriente la que ridiculiza las críticas “de izquierdas”, consideradas como ingenuas. Puesto que las cosas serían en realidad de una simplicidad aplastante : 1) Venezuela posee las reservas petroleras más importantes del mundo ; 2) Estados Unidos pretende controlar los recursos energéticos planetarios y, por lo tanto, 3) Washington maniobra para reemplazar a Maduro por una marioneta más sensible a sus intereses.

Resulta difícil sobrestimar el peso del intervencionismo estadounidense en su “patio trasero”. Y sin embargo, ¿vive realmente la Venezuela de 2017 una reedición de la operación que condujo al derrocamiento de Salvador Allende en Chile en 1973, como intenta demostrarlo la exviceministra Pasqualina Curcio ? (7). ¿Se puede comparar razonablemente la situación de Allende dos años después de su elección con la de Maduro tras unos veinte años de chavismo ? ¿Es Caracas tan frágil como Santiago ante las maniobras del sector privado a pesar de que controla casi la totalidad de la circulación de divisas ? Durante el verano de 2017, el debate ha causado estragos, pues unos subrayan la filiación que une a Maduro y Chávez y otros insisten en la necesidad de salvar la herencia del segundo, amenazada por la deriva del primero...

Y entonces, el 11 de agosto, Donald Trump tomó la palabra.

“Tenemos muchas opciones para Venezuela. Y por cierto, no voy a descartar una opción militar”, clamaba el presidente estadounidense durante una rueda de prensa. Estas declaraciones incomodaron hasta a los Gobiernos más derechistas de la región (entre ellos Argentina, Brasil, Colombia y México), los cuales habían denunciado antes la “ruptura del orden democrático” en Venezuela (8). Y ahora, de repente, condenan unas amenazas intervencionistas de otra época.

En el campo progresista se volvieron a enfundar inmediatamente los floretes ideológicos. No obstante, la izquierda, experta en peleas intestinas, sabe identificar a sus adversarios principales. ¿Salvar a Chávez de Maduro ? Se hacía más urgente salvar a Maduro de Trump, y a Venezuela del Ejército estadounidense...

Por supuesto, se podía meditar el golpe de fuerza del presidente estadounidense, apoyo providencial de Maduro, capaz a la vez de otorgarle el estatus de detractor internacional de la arrogancia estadounidense y silenciar la polémica interna. Pero la posición de los observadores internacionales acababa de acercarse a la de los militantes de izquierdas venezolanos. Estos saben que no basta con desear que exista una fuerza progresista capaz de defender otra concepción de la herencia chavista para que aparezca : resulta imposible refugiarse en lo deseable, hay que lidiar con lo real. Y adoptar otro patrón de lectura...

En esas condiciones, una (pequeña) parte de los progresistas se acercaron a la oposición –a menudo violenta, racista (porque las pieles son más oscuras entre los partidarios de Maduro), revanchista y neoliberal (9)–, como el “chavista crítico” Nicmer Evans. Los otros se preguntan : ¿quién está en condiciones hoy en día de movilizar en la izquierda fuera del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de Maduro ? Conocen la respuesta –nadie– y, por lo tanto, orientan sus fuerzas hacia la lucha contra la oposición, a la vez que a menudo lamentan tener que unirse a una bandera tan poco apasionante...

Pero en el plano de la política concreta, Venezuela se encuentra desde hace varios años en un contexto más cercano a la guerra civil que a los cánones de la democracia liberal : intentar establecer si el bando chavista opera un viraje dictatorial o juzgar el crédito democrático de la oposición proviene entonces de la argucia.

Tras el escrutinio legislativo de 2015, la oposición tomó el control de la Asamblea Nacional. ¿Su primera decisión ? Comprometerse a derrocar a Maduro “en seis meses”, una amenaza que pocos poderes ejecutivos del mundo tolerarían. Réplica del Gobierno : con el pretexto de las sospechas de compra de votos que pesaban sobre tres diputados del estado de Amazonas, declaró las decisiones de la Asamblea Nacional nulas y sin efecto. La reacción en cadena continuó. En vez de dejar que la Justicia hiciera su trabajo e iniciar sus trabajos sobre la base de una mayoría ya considerable (109 escaños de 167), la coalición de los partidos que se oponían a Maduro denunció una ruptura del orden constitucional…

¿Lucha por la democracia ? ¿Batalla por el socialismo ? No, una fría lucha por el poder, incluso aunque cada uno de los golpes de fuerza que las hipérboles del adversario hacían previsibles se caracteriza en defensa del derecho y de la justicia. Los encaprichados en la convivencia sin duda lo lamentarán, pero es así : en sus fases intensas, la lucha política solo finaliza con la derrota de uno de los bandos. Incluso peor, en un país como Venezuela, cuyos dirigentes pueden temer legítimamente las represalias que generaría una victoria definitiva del adversario. El ejemplo de Brasil, donde la llegada –más que cuestionable– de la derecha al poder se traduce en una caza de brujas judicial, debe incitar a desconfiar un poco más al vecino del norte.

Hubo un tiempo en el que el chavismo movilizaba porque esperanzaba, no únicamente porque sus enemigos inspiraban miedo. ¿Se habría cerrado el horizonte para sus herederos, tomados como rehenes de una lucha a muerte en la que uno de los bandos tiene como principal cualidad… no ser el otro ?

En una obra dedicada a las revoluciones francesa y rusa, el historiador Arno Mayer analiza una disposición común de los revolucionarios a confundir dos tipos de adversarios : “La contrarrevolución compuesta por la cima [de la pirámide social] y la antirrevolución espontánea e irregular de la base. (…) Ya que la contrarrevolución de arriba responde a una mentalidad y a un motivo elitistas, no pudo operar ninguna unión con la antirrevolución popular de abajo, lo que la hacía más dependiente de la ayuda y de la intervención militar extranjera” (10). En la Venezuela de 2017 también existen dos tipos de oposición : la –ideológica y sociológica– de la elite ; y la de una base popular abrumada por las penurias.

Ni la contrarrevolución ni la antirrevolución se operan en el plano de las ideas : una desea conquistar el poder ; la otra, comer hasta saciarse. Los chavistas estarían perdiendo el tiempo al esperar la adhesión de la primera, ya que engendran su existencia como la luz produce la sombra. Sucede de manera totalmente distinta en el caso de la antirrevolución, en parte cimentada por los fracasos económicos del chavismo. Además de los graves errores de dirección, estos se explican en gran parte mediante una constatación que formula el periodista brasileño Breno Altman : en un régimen democrático liberal, “los Gobiernos dependen de la buena voluntad de los patronos” para poner en marcha su programa (11). Y el sector privado venezolano se ha mostrado hasta ahora poco condescendiente.

De ahí, para algunos, la idea de la ANC. Sus promotores, a la vez que pretenden permanecer en el marco democrático de ayer (aunque las modalidades del escrutinio hayan inflado la proporción de partidarios de Maduro), sostienen que permitirá una radicalización del proyecto chavista, conduciendo a la eliminación de las instituciones que la obstaculizan y al advenimiento del socialismo…

De acuerdo. Pero, ¿ofrece realmente la formación de Maduro, gangrenada por el arribismo y el mercantilismo, las garantías necesarias para una renuncia serena a los ritos, incluso superficiales, de la democracia liberal ? Por no hablar de los obstáculos del PSUV en el desarrollo de un poder “comunal” –piedra angular del socialismo venezolano–, cuyo auge debilitaría mecánicamente a los potentados chavistas locales.

Sin embargo, de no lograr el éxito en este ámbito, el abanico de la oposición podría acabar atrayendo. 

NOTAS :

(1) Partidarios del expresidente Hugo Chávez, fallecido en 2013.

(2) Véase en nuestra página web “Venezuela, las razones del caos”, Le Monde diplomatique en español, diciembre de 2016. http://www.monde-diplomatique.es/ ?url=mostrar/pagLibre/?nodo=31d378ad-bebf-4e2f-bf90-cbef4690e8b6

(3) Las cifras anunciadas por los organizadores no podrán ser verificadas, pues la oposición decidió quemar las papeletas de votación tras el escrutinio.

(4) Ana Vanessa Herrero y Ernesto Londoño, “Venezuelans rebuke their president by a staggering margin”, The New York Times, 16 de julio de 2017.

(5) Véase Maurice Lemoine, “Los laboratorios de la mentira en Venezuela”, Le Monde diplomatique en español, agosto de 2002.

(6) Greg Grandin y Gilbert M. Joseph (bajo la dir. de), A Century Of Revolution : Insurgent and Counterinsurgent Violence During Latin America’s Long Cold War, Duke University Press, Durham, 2010.

(7) Pasqualina Curcio, La Mano Visible del mercado. Guerra económica en Venezuela, Editorial Nosotros Mismos, Caracas, 2016.

(8) Declaración de Lima del 8 de agosto de 2017, firmada por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Granada, Guatemala, Guyana, Honduras, Jamaica, México, Panamá, Paraguay, Santa Lucía, Uruguay.

(9) Los primeros proyectos de ley de la Asamblea Nacional elegida en 2015 tenían como objetivo, por ejemplo, privatizar el programa de viviendas sociales y devolver las empresas y tierras expropiadas a sus antiguos propietarios.

(10) Arno Mayer, Las Furias : violencia y terror en las revoluciones francesa y rusa, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014.

(11) Véase “Una dependencia de las materias primas nunca resuelta ”, Le Monde diplomatique en español, enero de 2016.





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