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Las nuevas repúblicas bananeras

Sábado 30 de julio de 2011   |   Bernard Cassen
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Fue el escritor estadounidense O. Henry quien, a principios del siglo XX, inventó la expresión “república bananera” para designar a los países de América Central y el Caribe que de república sólo tenían el nombre. Las oligarquías locales estaban totalmente sojuzgadas por la multinacional estadounidense United Fruit Company (rebautizada United Brands Company en 1970, y después Chiquita Brands International, en 1989) o por su competidora la Standard Fruit. Estas dos grandes productoras y exportadoras de plátanos estaban, a su vez, íntimamente vinculadas al Gobierno de Washington que constituía su brazo armado. A partir de la formulación, en 1823, de la doctrina Monroe, ya habían sido incontables, en América Latina, las intervenciones militares, eliminaciones de dirigentes progresistas y golpes de Estado organizados o sostenidos por Washington para preservar los privilegios de sus empresas.

Con este objetivo, la Casa Blanca podía contar con la complicidad y el celo de gobiernos locales corruptos y acostumbrados a obedecer las órdenes del embajador de Estados Unidos. En 1927, un documento del Departamento de Estado sobre América Central resumía perfectamente la situación: “Nuestros embajadores acreditados en las cinco pequeñas repúblicas que se extienden desde la frontera mexicana hasta Panamá han sido consejeros cuyos consejos han tenido fuerza de ley en sus respectivas capitales de residencia”. Pero cuando no existían (o no existían aún) dirigentes suficientemente serviles, Washington tomaba directamente el control de los dos sectores estratégicos de la gestión del país (con excepción de las Fuerzas Armadas y la policía): el de la recaudación de impuestos y el de los servicios aduaneros. Fue el caso, entre otros, de Cuba (mediante la enmienda Platt a la Constitución Nacional en 1902), de Haití, de República Dominicana y de Nicaragua. Se trataba pues de enclaves extra-territoriales (1) de Estados Unidos en donde Washington ejercía la realidad del poder aunque fuesen Repúblicas teóricamente soberanas.

Europa no produce bananas (excepto en Canarias), pero tiene ya sus “repúblicas bananeras”. Para convencerse, basta con sustituir United Fruit por bancos y mercados financieros; enmienda Platt por Pacto para el euro; la troika embajador estadounidense, marines y controlador aduanero por otra troika: Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional. Las capitales de estas repúblicas ya no son La Habana, Puerto Príncipe, Santo Domingo o Managua, sino Atenas, Dublín, Lisboa (y quizás mañana Madrid, Roma, e incluso París). Los Gobiernos de estos Estados han aceptado convertirse en meros protectorados a quienes la única libertad que les queda es la de imponer a sus ciudadanos planes de austeridad a perpetuidad y la liquidación generalizada de sus sectores públicos, según se trame en Bruselas, Frankfurt, Berlín y Washington.

Las técnicas de “persuasión” se han vuelto más sofisticadas. Ya no hay necesidad de esgrimir la amenaza de golpes de Estado militares. Al contrario, la política del “mazazo” financiero es presentada por los medios de comunicación y la mayoría de los dirigentes europeos como de naturaleza casi humanitaria: se trata de “salvar” a Grecia, Irlanda, Portugal, etc. ¡Incluso contra sus propios pueblos! Hasta aquí, los gobiernos no han tenido en cuenta ni las huelgas, ni las manifestaciones, ni los movimientos de “indignados”, ni siquiera las encuestas de opinión que denuncian su sumisión frente a las imposiciones de los mercados. Todos temen, no obstante, el momento en que su servilismo voluntario provocará explosiones sociales que no podrán dominar.

 

(1) Sigue siendo el caso de la base de Guantánamo, en la isla de Cuba.





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