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Pasar la página de la revolución

lundi 10 mars 2014   |   Jean-François Boyer
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La reforma energética del presidente Enrique Peña Nieto completa el sueño de su predecesor Carlos Salinas de Gortari (1). Presidente tecnócrata formado en Harvard, este último privatizó, entre 1989 y 1994, sectores enteros de la economía, y firmó con Estados Unidos y Canadá el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Este tratado abrió el país a los productos, servicios e inversiones de sus vecinos, dando un duro golpe al sector agrícola y a la industria nacional, a excepción de la subcontratación y de la producción deslocalizada de las multinacionales extranjeras. Faltaba todavía “liberar” el sector de la energía. Cuando las leyes de aplicación aprueben la reforma energética de 2013, esto será un hecho.

Caerán en el olvido las conquistas de la Revolución mexicana, la nacionalización de los hidrocarburos en 1938 y de la electricidad en 1960, las políticas de subvención de la gasolina, del gas y de la electricidad, y las grandes obras de infraestructuras impulsadas por el Estado.

En teoría, el petróleo y el gas seguirán siendo “propiedad de la nación”, y Pemex –la sociedad pública de hidrocarburos– y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) seguirán siendo compañías nacionales. Pero, en ese momento, una parte importante de la renta petrolera, gasera y eléctrica escapará de manos del Estado.

Pues, para explorar y explotar nuevas reservas de petróleo y de gas de esquisto, Pemex –encargada, bajo las órdenes de un organismo gubernamental, de definir la estrategia de desarrollo del sector– podrá asociarse a compañías privadas nacionales o a multinacionales extranjeras. Esta colaboración se hará según dos modalidades : los contratos de riesgos compartidos con el sector privado (la inversión privada es remunerada, en caso de éxito, con un porcentaje del valor de mercado del producto) o las licencias de exploración y de explotación concedidas a empresas (que pagan un porcentaje contractual de sus beneficios al Estado, pero conservan la propiedad de los hidrocarburos). La nación perderá, pues, una parte de sus riquezas. En el caso de la petroquímica, del transporte de los fluidos y de la producción de electricidad, nuevas empresas privadas entrarán en competencia directa con las compañías nacionales y se embolsarán la totalidad de la plusvalía de los productos, sin ningún beneficio para el Estado.

El diario Wall Street Journal muestra su entusiasmo : “Aunque la necesidad de abrir los recursos energéticos de México a la empresa privada era evidente desde hacía muchos años, a los ojos de los dirigentes políticos parecía imposible. Las exigencias de la economía –y el sentimiento de que nuevas posibilidades se hacían realidad– triunfaron finalmente sobre la historia y los intereses adquiridos” (2).

La adopción de estas reformas es un logro para México, asegura Peña Nieto, pues estas relanzarán el débil crecimiento (alrededor del 1% en 2013, frente al 2,3% en Brasil), crearán empleos en la producción de electricidad así como en la explotación del petróleo en aguas profundas, del gas de esquisto y de las minas, harán bajar los precios de la energía para el consumidor y reducirán la pobreza, que alcanza al 45% de la población.

La prensa estadounidense, por su parte, ve en ello una victoria de Estados Unidos. El diario Los Angeles Times lo afirma sin rodeos : “El impacto [de estas reformas] podría ser significativo, ampliando el boom de producción de gas de esquisto en Estados Unidos y en Canadá y rediseñando los esquemas de producción y de consumo que definen la realidad geopolítica”. En el mismo artículo, Dallas Parker, accionista de un gabinete jurídico de Texas que trabaja para las grandes compañías petroleras, remacha : “Rusia y Oriente Próximo siguen la situación muy de cerca. Su control absoluto sobre el mercado del petróleo y del gas está seriamente amenazado” (3).

NOTAS :

(1) Véase Renaud Lambert, “Un chevalier pas si blanc”, Le Monde diplomatique, enero de 2012.

(2) Daniel Yergin, “Behind Mexico’s oil revolution”, The Wall Street Journal, Nueva York, 18 de diciembre de 2013.

(3) Richard Fausset y Tracy Wilkinson, “Mexican Senate OKs bill to open oil industry to foreign investors”, Los Angeles Times, 11 de diciembre de 2013.





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