El 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación. Es una ocasión para preguntarse ¿por qué los precios de los alimentos básicos han alcanzado récords históricos ? En febrero del 2011, el índice de precios de la FAO (1) se incrementó por octavo mes consecutivo para superar todos los registros desde que éste se elabora. Alza que se ha mantenido casi sin variaciones en los últimos meses. Los últimos datos, correspondientes a agosto pasado, indican que los alimentos costaban un 26% más que hace un año. Los cereales eran un 36% más caros que en agosto de 2010.
El precio de los productos básicos, como el arroz, el maíz, los lácteos o la carne, vive unos años convulsos. Desde 2007, los mercados mundiales han experimentado vaivenes dramáticos en los precios de los productos básicos alcanzando niveles que no se veían en 30 años, luego se colapsaron en el invierno sucesivo y crecieron rápidamente en los meses siguientes. El maíz, por ejemplo, aumentó un 74% en 18 meses mientras que el arroz se multiplicó por tres (un incremento del 166%). En una veintena de países se registraron disturbios relacionados con los alimentos. Los editorialistas decretaron el fin de los alimentos baratos. Entonces, tras alcanzar su valor máximo en junio de 2008, los precios se desplomaron, disminuyendo un 33% en seis meses, a medida que la crisis financiera y bancaria empujaba a la economía mundial a la recesión.
No obstante el declive duró poco tiempo. En 2010, los precios de los cereales se dispararon de nuevo, aumentando un 50% y han continuado incrementándose durante 2011, con un pico histórico –como hemos señalado- en febrero. Algunos analistas ven una relación directa de las primeras protestas de la “primavera árabe” con el alza de los alimentos (2), protestas que habrían incendiado el matorral de represión política de dichos regímenes para terminar en las revoluciones que hemos presenciado en los últimos meses.
Las fluctuaciones de precios son una característica normal de los mercados agrícolas pero cuando éstas se magnifican y se tornan impredecibles –volatilidad es el término técnico con el que se denomina el fenómeno– pueden tener un efecto devastador para los grupos más vulnerables, es decir, los sectores más pobres de los países en desarrollo. La crisis del 2008 provocó que se superara la triste barrera de las más de mil millones de personas que sufren hambre, según los datos de la FAO. Aunque los informes de este organismo correspondientes a la última crisis se conocerán a finales de octubre, el Banco Mundial calcula que los costes de los alimentos han empujado a cerca de 70 millones de personas a la pobreza extrema. Esa volatilidad en los mercados agrícolas parece que va a seguir con nosotros por un tiempo, lo cual no es una buena noticia.
Pero, ¿por qué suben los precios de los alimentos tan drásticamente ? Veamos las razones de esta última crisis alcista. En primer lugar, las malas cosechas debido a problemas climatológicos entre los grandes países exportadores han afectado a la producción. Rusia sufrió en 2010 la peor sequía en medio siglo, al igual que ocurrió en Ucrania y Kazajistán, que provocó restricciones del gobierno a la exportación de cereales. Hubo grandes inundaciones en Australia, Canadá y Estados Unidos. Sequía en Argentina, inundaciones en Pakistán… Todo ello afectó a unas cosechas que rindieron por debajo de lo esperado, reduciendo la oferta en los mercados internacionales.
En segundo lugar : ha aumentado la demanda de los países en desarrollo, muy especialmente asiáticos y, sobre todo, de China y la India. Los dos gigantes asiáticos superpoblados consumen cada vez más alimentos (y más tipos distintos de comida).
Todos conocemos el ABC de las leyes de mercado, es decir, la oferta y la demanda que establecen los precios. A esa tormenta perfecta, la reducción de la oferta por motivos climatológicos y el incremento de la demanda por parte de países superpoblados como China e India, hay que señalar otros, no tan evidentes pero quizá tan importantes.
Por un lado, la especulación. A la ¨mano invisible¨ del mercado parece que se le ha añadido la “mano alargada” de los fenómenos especulativos en los mercados financieros. El refugio de los fondos de inversión que se retiraron del mercado de materias primas en los años más duros de la crisis mundial y que ahora estarían volviendo con la esperanza de obtener más rendimiento : aunque ese rendimiento sea a costa de vidas humanas. El papel que juega la especulación es muy polémico y los especialistas no se ponen de acuerdo a la hora de establecer en qué medida influye sobre los precios, lo que sí está claro es que esos flujos especulativos exacerban la magnitud y duración de la crisis.
Independientemente de las razones coyunturales, como las malas cosechas, o el papel de los especuladores, los economistas creen que es probable que los altibajos de los precios experimentados desde 2006 se repitan en los próximos años. Es decir, es probable que la volatilidad de los precios de los alimentos haya venido para quedarse. Esto afecta en gran medida a los países pobres importadores netos de alimentos haciendo que les resulte mucho más caro importar. En 2010, los países de bajos ingresos y con déficit de alimentos (PBIDA) gastaron 164.000 millones de dólares en alimentos importados, cantidad que constituye un máximo histórico y representa un aumento del 20% con respecto al año previo. A nivel individual, los agricultores también se ven perjudicados porque necesitan saber los precios que conseguirán sus cultivos en el momento de la cosecha cuando aún faltan meses para ello. Si es probable que consigan precios elevados, plantarán más. Por el contrario, si se prevé que los precios sean bajos, plantarán menos y reducirán costes.
La turbulencia existente hoy en los mercados de productos alimentarios contrasta con la situación que caracterizó los últimos 25 años del siglo XX. Entre 1975 y 2000, los precios de los cereales se mantuvieron sustancialmente estables mes a mes, si bien siguieron una tendencia a la baja a plazo más largo. A pesar del rápido crecimiento de la población –que se duplicó entre 1960 y 2000-, la Revolución Verde lanzada en los años 1960 por Norman Borlaug junto con el ministro indio de agricultura, M.S. Swaminathan, ayudó a que la oferta de alimentos satisfaciese la demanda e incluso la superase.
De hecho, al menos en el hemisferio occidental existía una superabundancia de alimentos causada en gran medida por las generosas subvenciones que los países ricos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ofrecían a sus agricultores. En la actualidad, el panorama es muy diferente. El mercado mundial es estrecho : a la oferta le resulta difícil seguir el ritmo de la demanda y las reservas se encuentran en su mínimo histórico o cerca de él. Se trata de un equilibrio delicado que puede romperse fácilmente si se registran crisis como sequías e inundaciones en regiones productoras importantes.
Para saber cómo y hasta qué punto podemos controlar la volatilidad de los precios de los alimentos es necesario saber con exactitud por qué, en tan solo unos pocos años, el mercado mundial de alimentos que era estable y presentaba precios bajos se convirtió en un mercado turbulento caracterizado por altibajos repentinos de los precios.
El motivo principal de la actual volatilidad tiene sus raíces en las decisiones poco acertadas de los responsables políticos de los últimos decenios que no consiguieron entender que el boom de la producción que disfrutaron muchos países no iba a durar siempre y que era necesario continuar invirtiendo en investigación, tecnología, equipo e infraestructura agrícola. En los treinta años transcurridos desde 1980 hasta hoy, la proporción de asistencia oficial para el desarrollo destinada por los países de la OCDE a la agricultura ha disminuido un 43%. Es probable que la financiación insuficiente continuada de la agricultura por parte de los países tanto ricos como pobres sea la principal causa de los problemas que afrontamos hoy en día.
También contribuye a la actual rigidez de los mercados el rápido crecimiento económico de los países emergentes, como resultado del cual cada vez hay más personas que comen más carne y productos lácteos y, en consecuencia, la necesidad del pienso está aumentando rápidamente. El comercio mundial de harina de soja, el pienso más utilizado en el mundo, se ha incrementado un 67% en los últimos 10 años.
El crecimiento de la población, con cerca de 80 millones de nueva bocas que alimentar cada año, es otro elemento importante que hay que tomar en consideración. La presión demográfica se ve agravada por los fenómenos meteorológicos erráticos y a menudo extremos ocasionados por el calentamiento mundial y el cambio climático.
Otro factor notable de la culpa recae sobre las políticas agrícolas distorsionadas y las políticas comerciales proteccionistas. Son necesarias reglas comerciales y subsidios agrícolas más equitativos : los países de la OCDE destinan más de 385.000 millones de dólares anuales en apoyo a sus agricultores, es decir, ¡más de mil millones diarios ! Para entendernos, es algo así como un partido de fútbol en el que un equipo juega con cinco jugadores, sin portero, y sólo puede tirar desde fuera del área mientras que el otro –los países ricos– juegan con treinta jugadores, tres porteros, no se les aplica el fuera de juego y, además, pueden tocar el balón con las manos. Establecidas estas reglas tan dispares se les dice : ahora ¡que gane el mejor ! ¡qué decida el mercado ! Obviamente siempre pierde el mismo equipo : los países pobres.
Otro aspecto crucial que debe mejorarse es el de la información sobre las reservas de cada país, lo cual no sólo aumentaría la transparencia del comercio en los mercados de futuros sino que garantizaría el que los Gobiernos y los comerciantes tomen decisiones fundamentadas y se evite el pánico y las reacciones irracionales. Algunos países como China o la India mantienen la información sobre sus reservas alimentarias como secreto de Estado, lo cual no ayuda precisamente a planificar (pero sí a los especuladores).
Por lo que respecta a la mitigación de los efectos de la volatilidad, las redes de seguridad nacionales o regionales que incluyan reservas alimentarias de emergencia ayudarán a garantizar el suministro de alimentos a los grupos de población necesitados y vulnerables durante las crisis. También puede beneficiar a los consumidores pobres el uso mediante efectivo o cupones de alimentos, y a los productores mediante insumos como fertilizantes y semillas.
No obstante, en última instancia la estabilidad del mercado de alimentos depende del incremento en la inversión en agricultura, especialmente en los países en desarrollo, donde vive el 98% de las personas que pasan hambre y donde la producción de alimentos deberá doblarse de aquí a 2050 para poder alimentar a la creciente población. La inversión en infraestructura, sistemas de comercialización, servicios de extensión, comunicación y educación, así como en investigación y desarrollo, puede incrementar la oferta de alimentos y mejorar el funcionamiento de los mercados agrícolas locales, con lo que se lograrían unos precios menos volátiles. La cuantía de las inversiones netas necesarias, según la FAO, asciende aproximadamente a 83.000 millones de dólares anuales, monto que ayudaría a millones de personas de todo el mundo a escapar de la pobreza y favorecería la restauración de la estabilidad a largo plazo de los mercados agrícolas.
¿Es mucho dinero 83.000 millones de dólares ? Bueno, todo es relativo. No lo es tanto si se compara con los 385.000 millones de dólares que los países de la OCDE subsidian anualmente en apoyo a su agricultura. O lo que costó rescatar a la banca sólo en Estados Unidos : 787.000 millones de dólares (movilizados en un tiempo record de seis semanas). Claro que estas cifras son casi ridículas si se las compara con los más de 1.340.000 millones de dólares que los Estados gastan anualmente en armamento. O sea, se trata, sencillamente, de una cuestión de prioridades.
(1) El Índice de Precios de Alimentos de la FAO es la medida de referencia a nivel internacional que establece mensualmente la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y que incluye la media ponderada de los precios de exportación de cinco productos básicos : carne, lácteos, cereales, aceites y grasas, y azúcar.
(2) Léase, Ignacio Ramonet, “Cinco causas de la insurrección árabe”, Le Monde diplomatique en español, marzo de 2011.