Por una de esas ironías frecuentes de la historia hay celebraciones, incluso festividades, impuestas por el calendario, pero que más bien tienen sabor a cenizas. Es el caso de la conmemoración del sexagésimo aniversario de la firma, el 25 de marzo de 1957, del Tratado de Roma que instituía la Comunidad Económica Europea (CEE), devenida en Unión Europea (UE) en 1993. Si tenemos un fetichismo por las fechas, todo nos lleva a creer que, en el futuro, el mes de marzo de 2017 estará asociado a la activación, por parte del Gobierno británico, del artículo 50 del Tratado de Lisboa con miras al brexit, la salida del Reino Unido de la UE.
A lo largo de las décadas, la Europa de los Seis de 1957 (Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo, los Países Bajos) conoció seis olas de adhesiones hasta convertirse en una Europa de los Veintiocho, siendo Croacia el último Estado miembro hasta la fecha, con su ingreso en julio de 2013. Ya en aquella época era sabido que la ampliación permanente de la Unión Europea había dejado de estar en la agenda y que los países aún candidatos (1) corrían el alto riesgo de no salir nunca de ese estatuto…
El brexit es la culminación de diversas peripecias, mas igualmente de pesadas tendencias. El Reino Unido, rechazando entrar en la CEE en el momento de su creación, estableció en 1960 una organización rival, el Acuerdo Europeo de Libre Comercio (AELC), también conocido por sus siglas en inglés (EFTA). Tras la inmediata constatación de que la creciente integración económica y comercial de la CEE podía privarlo del acceso a un mercado continental en plena expansión, cambió de estrategia y redobló sus esfuerzos para hacerse miembro. Hecho que ocurrió en 1973, junto con Irlanda y Dinamarca.
El objetivo buscado seguía siendo, sin embargo, el mismo : controlar, pero esta vez desde el interior, la evolución de la construcción europea, obtener el máximo posible de derogaciones de las reglas comunes y moldear así una Europa “a la inglesa”, es decir, para retomar la fórmula de Margaret Thatcher, “todo el gran mercado y solo el gran mercado”. A ese respecto, la ampliación de la UE a diez nuevos Estados en 2003 y, más tarde, en 2007, a Bulgaria y a Rumanía fue uno de los grandes logros de la diplomacia británica en la medida en que, considerando la enorme disparidad de las situaciones económicas de los Estados miembros, reforzaba la potencialidades de dumping que ofrecen los tratados europeos, por ejemplo, con la directiva referente a los trabajadores desplazados.
El primer ministro David Cameron tenía, pues, sus buenos motivos para estar satisfecho con el peso de su país en aquella Europa. Empero, por razones puramente electoralistas, se lanzó a la aventura de un referéndum que nunca pensó que podía perder. El 23 de junio de 2016, la victoria del leave (la salida de la UE) transformó un episodio de la historia británica en el detonador de una reacción internacional en cadena que también revela la fragilidad del proyecto comunitario tal como se fue modelando en seis décadas. El ex inquilino del número 10 de Downing Street tendrá ahora tiempo para leer o releer El aprendiz de brujo : en el poema de Goethe, el mago detiene instantáneamente la inundación provocada por el imprudente joven que hacía cargar cubos de agua a una escoba que se había multiplicado a sí misma en cientos de clones. Pero, en las instituciones europeas, es la “mano invisible” del mercado la que ocupa el lugar de la varita mágica…
NOTAS :
(1) Hay siete países negociando su adhesión a la UE. Cinco de ellos gozan del estatuto de candidato oficial (Turquía, Macedonia, Montenegro, Serbia y Albania). Los otros dos (Bosnia-Herzegovina y Kosovo) son candidatos potenciales. Islandia retiró en 2015 su candidatura presentada en 2009.