— ¿Por qué está grabando ?
— Porque mi papeleta está en esa urna y porque lo que están haciendo es ilegal : ¡hay que hacer de nuevo el recuento voto por voto !
En un documental realizado a partir de más de 3.000 horas recogidas por videoaficionados (Fraude. México 2006, estrenado en 2007), Luis Mandoki desvela los múltiples fraudes que salpicaron las elecciones presidenciales mexicanas de 2006 (1). Se orquestó todo para bloquear el camino al candidato con más apoyos, Andrés Manuel López Obrador (“AMLO”), del Partido de la Revolución Democrática (PRD, centroizquierda).
Varios meses antes de los comicios llovían los golpes bajos en los medios de comunicación. AMLO era el objetivo de los ataques no solo de sus adversarios del Partido Revolucionario Institucional (PRI, centroderecha) y del Partido Acción Nacional (PAN, derechas), sino también los de la patronal. El Consejo Coordinador Empresarial (CEE), violando la ley electoral, atacaba al exgobernador de la ciudad de México con anuncios televisivos poco halagadores que difundían ampliamente los dos grandes grupos mediáticos, Televisa y TV Azteca. “Si López Obrador fuera presidente, nos endeudaríamos aún más y tendríamos crisis económica, devaluación, desempleo. (…) Usted podría perder su casa y su empleo… No vote por la crisis”. Por su parte, la Confederación Patronal (COPARMEX) buscaba provocar miedo respecto de la revolución bolivariana mediante vídeos en los que se asociaba la imagen del candidato del PRD con la del presidente venezolano Hugo Chávez, en una atmósfera angustiante y de violencia.
El 2 de julio de 2006, 41 millones de mexicanos acudieron a las urnas, aunque no sin dificultades. Miles de personas habían desaparecido de las listas electorales y no pudieron ejercer su derecho al voto. “¡Esto es un fraude ! Estoy inscrito, pero no aparezco en el registro, no puedo votar”. Un habitante de la capital mexicana gritaba furioso frente a la cámara : “El IFE [Instituto Federal Electoral] nos cuesta muchísimo dinero, pero es una farsa : nos van a imponer a [Felipe] Calderón”, decía refiriéndose al candidato del PAN. Y concluía : “¡Ya estaba todo arreglado !”.
Semanas antes, unos periodistas habían revelado que el IFE había asignado la gestión de las bases de datos electorales a una empresa con vínculos con el Gobierno (casi 150 millones de dólares de contratos firmados entre 2002 y 2005) perteneciente al cuñado de Calderón. El ambiguo papel del organismo supuestamente responsable de organizar y arbitrar los comicios se confirmó cuando, a las once de la noche, su presidente Luis Carlos Ugalde declaró que el margen de diferencia entre los dos candidatos que habían obtenido más votos –Calderón y López Obrador– era aún demasiado ajustado como para poder determinar el nombre del ganador. Un mal recuerdo volvió a aparecer en la memoria de muchos mexicanos : el de las elecciones presidenciales de 1988, cuando la alianza de izquierdas se vio privada de la victoria por un “fallo en el sistema informático” que hizo que los resultados se anunciaran con una semana de retraso –el tiempo suficiente para modificarlos–.
En 2006, el suspense duró varios días, durante los cuales los delegados del PRI y del PAN organizaban el fraude : más de la mitad de las actas elaboradas por los 130.000 colegios electorales de todo el país presentaban irregularidades (2). En la televisión, un representante del PRD mostró, a modo de ejemplo, una de esas actas : “En el distrito 11, en el estado de Nuevo León, en el colegio electoral número 397, el acta indica 961 votos emitidos (…). Hasta aquí, todo parece correcto, salvo que la ley estipula que no puede haber más de 760 papeletas por cada colegio electoral. Puede verse, además, que Calderón obtiene por sí solo 786 votos. Este resultado, a pesar de ser claramente ilegal, fue computado en el escrutinio definitivo”.
Sobre el terreno, los representantes del PRD se encontraban solos frente a sus adversarios –de mayoría relativa–, que ocultaban las anomalías denunciadas en el recuento de los votos. Precintos de seguridad rotos, papeletas válidas anuladas, actas que presentaban un índice de participación de más del 300%, urnas repletas… Muchas personas grabaron escenas absurdas. En el distrito 12 del estado de Veracruz, por ejemplo, un apoderado de una mesa electoral señalaba : “Se puede ver que esas papeletas electorales no son las mismas que se utilizaron el día del escrutinio por el simple hecho de que no tienen ninguna marca de pliegue. Por lo tanto, no pudieron haber entrado en la urna por la ranura”.
En total, un millón y medio de papeletas electorales “aparecieron de no se sabe dónde, o bien se volatilizaron” –explica Luis Mochan, investigador en la Universidad Autónoma de México–. “Nuestra estrategia consistió en promover la participación, pero no pensamos en que había que reforzar la protección de los resultados. Ese fue nuestro error”, reconoció más tarde AMLO, cuya derrota fue anunciada oficialmente por el IFE tras cuatro días de elevada tensión. Finalmente, Calderón fue declarado vencedor de las elecciones presidenciales con el 35,89% de los votos, con una diferencia de apenas 0,58 puntos.
Durante varios meses, una parte del centro de la ciudad de México DF se encontró paralizada por simpatizantes del PRD –hasta dos millones de personas en el momento de mayor movilización– que exigían un recuento “voto por voto, mesa por mesa”. Se presentó un recurso ante el Tribunal Electoral, el cual rechazó la petición de volver a examinar los resultados de los comicios : “Si bien es cierto que en ciertos distritos se violaron precintos de seguridad de los depósitos donde se encontraba el material electoral y que se abrieron algunas urnas, eso no indica necesariamente que haya habido un manejo inapropiado [de las papeletas electorales] (…). Ninguno de los elementos observados permite concluir que haya habido vicios de procedimiento durante las elecciones” (resolución del 5 de septiembre de 2006). A principios de septiembre, los magistrados confirmaron la validez de los comicios que dieron la victoria a Calderón.
Seis años más tarde, el PAN era consciente de sus escasas posibilidades de conservar la presidencia debido a la gran desilusión que provocaron sus dos sexenios en el poder. A la cabeza del Movimiento Progresista, AMLO volvió a probar suerte frente al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto (“EPN”). Con una sonrisa impecable y un cabello prolijamente engominado, EPN, que recientemente se ha casado en segundas nupcias con una atractiva exactriz de telenovelas y el más joven de los candidatos (46 años), quería deshacerse de la etiqueta de corrupción adherida al viejo partido tricolor, el PRI. Peña Nieto contó con la benevolencia de los grandes medios de comunicación (véase las páginas 18 y 19), mientras que AMLO tuvo que soportar una nueva salva de anuncios que lo presentaban como un antidemócrata. En un material hábilmente editado se le mostraba diciendo que estaba dispuesto a tomar el poder por las armas.
En 2012, la batalla comunicativa ya no se libraba solamente en los medios de comunicación, sino también en la Red. “Cuanto más sube Obrador en las encuestas, más se devalúa la moneda”, se afirmaba por ejemplo en una de las 30.000 cuentas falsas de Twitter al servicio del equipo de comunicación del candidato EPN (3). Sin embargo, el PRI tampoco se apartó de las técnicas clásicas de fraude electoral y clientelismo. El partido, aprovechándose de los elevados niveles de pobreza de una gran parte de la población, orquestó una operación de compra de votos, que más tarde pasó a popularizarse como el “Sorianagate” (4), por el nombre de una cadena de hipermercados. Los meses previos a las elecciones, los Gobiernos de algunos estados dirigidos por el PRI desviaron una parte de los fondos públicos destinados a programas sociales para entregar bolsas de alimentos de la cadena de hipermercados Soriana a personas con escasos recursos económicos, construyéndose así una buena imagen a costa del contribuyente. Coste aproximado de la operación : 440 millones de dólares (5).
Posteriormente, se entregaron miles de monederos electrónicos de Soriana a cambio de compromisos de voto o incluso de credenciales para votar, con la promesa de que el saldo del monedero (entre 20 y 40 dólares) se activaría al día siguiente del escrutinio si ganaba EPN. “Me dieron esta tarjeta el domingo por la mañana antes de que fuera a votar. Me pidieron que, a cambio, votara al PRI”, explica una mexicana al canal Telesur (telediario del 4 de julio de 2012). Abundaban los testimonios en las redes sociales y en las cadenas de información extranjeras. Los adversarios de EPN denunciaban una “compra masiva de votos” (6).
El “Sorianagate” no representó más que la punta del iceberg, que disimulaba una financiación ilícita de la campaña en la que estaban implicados no solo el grupo financiero Monex y el gigante brasileño de la construcción y obras públicas Odebrecht, sino también empresas directamente vinculadas con los cárteles de la droga (7). Con un gasto que superó los 340 millones de dólares (es decir, más de diez veces el límite autorizado por la ley), la campaña hollywoodense del PRI no dejó ninguna posibilidad a sus rivales. Peña Nieto se situó a la cabeza en los resultados del domingo 1 de julio de 2012, al término de un día agitado : más de mil irregularidades observadas por distintas organizaciones ciudadanas –robos de urnas, miembros de colegios electorales secuestrados, tiroteos…–. Sin embargo, el presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, anunciaba por la noche en una comparecencia televisiva que el país acababa de vivir “una jornada electoral ejemplar, participativa, pacífica y realmente excepcional”.
El Instituto tardó cinco días en proclamar los resultados oficiales, que confirmaron la victoria del carismático candidato, con el 38% de los votos emitidos y la aprobación de la delegación de observadores de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Derrotado con una diferencia de más de seis puntos, López Obrador estimaba que se habían comprado varios millones de voto y denunciaba una operación de “delincuencia electoral organizada” (8). Las demandas de su partido quedaron una vez más sin efecto. El tribunal electoral consideró que las irregularidades observadas no eran suficientes para reconsiderar la validez del escrutinio y, a finales de agosto, confirmó la legitimidad del proceso electoral, así como la victoria del PRI. El IFE, alegando costes de archivo demasiado onerosos, solicitó la destrucción de las papeletas electorales utilizadas en las elecciones de 2012 y de 2006…
En junio de 2017, el primo de Peña Nieto, Alfredo del Mazo Maza, ganó las elecciones para la gobernación del estado de México frente a la dirigente local del partido encabezado por López Obrador, Delfina Gómez Álvarez. Para derrotar a una candidata mejor posicionada que él, el hombre del PRI habría recurrido a un fraude que combinaba los métodos utilizados en 2006 y en 2012 (9). No obstante, AMLO ha anunciado que se presentará de nuevo a las elecciones presidenciales de 2018…
NOTAS :
(1) Salvo que se indique lo contrario, las citas proceden de la película mencionada.
(2) John M. Ackerman (bajo la dir. de), Más allá del acceso a la información : Transparencia, rendición de cuentas y Estado de derecho, Siglo XXI, México, 2008.
(3) Jordan Robertson, Michael Riley y Andrew Willis, “How to hack an election”, Bloomberg Businessweek, Nueva York, 31 de mayo de 2016.
(4) En referencia al “escándalo Watergate”, que terminó con la caída del presidente estadounidense Richard Nixon en 1974.
(5) “Estados compraron $ miles de millones a Soriana en despensas”, 6 de julio de 2012, http://aristeguinoticias.com
(6) “Repudian en 16 estados la ‘compra masiva de votos’ a favor del PRI”, La Jornada, México, 8 de julio de 2012.
(7) “Cártel de Juárez, proveedor del PRI y financiador en la campaña de Peña Nieto (Reportaje especial)”, 16 de marzo de 2016, http://aristeguinoticias.com
(8) Luis Prados, “López Obrador acusa al PRI de comprar cinco millones de votos”, El País, Madrid, 9 de julio de 2012.
(9) Pedro Miguel, “Fraude”, La Jornada, 6 de junio de 2017.