Tres imágenes de la cantante saharaui Aziza Brahim : cruzada de piernas en el suelo de una casa de adobe en el Sahara Occidental, envuelta en el melfa (1) tradicional, hablando de política ; con las piernas colgando del escenario del increíble teatro romano en Mérida, cantando ante un público de turistas de un día ; y de un humor de perros y con una voz ronca en un almuerzo en Londres, a la espera de una larga noche y nerviosa ante el concierto que tiene por delante.
Empecemos por la última imagen : Aziza Brahim, que acababa de situarse número uno en la lista de Músicas del Mundo del influyente eMusic.com con su disco Mi Canto, estaba en Londres a petición del Festival de Música Africana que cada año celebra la ciudad. En el camerino del Queen Elizabeth Hall, más tarde durante ese mismo día, una procesión de entusiastas jóvenes seguidores querían pasar unos minutos con Aziza. Sin embargo, su entusiasmo no se debía solamente a la música ; algunos parecían conocerla poco. Lo que les apasionaba era la causa que ella defiende.
Aziza los recompensó, desde el escenario, presentando cada una de sus canciones con concisas proclamaciones de su visión política. Llevaba con ella una bandera, y habló de una patria “enriquecida con la sangre de los caídos”. Tras el concierto habló de negocios, en privado, con representantes de un par de pequeños sellos discográficos de World Music.
Eso fue el verano pasado. Al igual que su visita improvisada a Mérida, una parada en el largo recorrido hacia el norte desde Sevilla, donde había dado un concierto al aire libre, hasta León, ciudad en la que reside. El día era caluroso, y Mérida ofrecía un descanso oportuno de la fatiga de la carretera. Aziza Brahim entró sola en el enorme y vacío auditorio romano, se subió al escenario y se sentó en el centro, en su corazón. Empezó a cantar, y el auditorio se llenó de una canción de guerra, de familia y de desierto. Trajo al antiguo auditorio romano una música cuyos antecedentes quizás se habían escuchado antes en los márgenes del sur del Imperio Romano. No hubo proclamas políticas, y regresó a la carretera, liviana y refrescada.
En octubre pasado, tras un verano de exitosos conciertos por toda España y otros lugares de Europa, Aziza se dio un respiro. Voló a Argel y después tomó un vuelo interno hasta Tinduf, en el suroeste, cerca de la frontera con Marruecos. Allí la recogió un amigo, y la condujo más al sur, en un jeep. Pasaron un control militar que indicaba que estaban saliendo de Argelia, aunque no se encontraban cerca de la frontera internacional, y después otro control, aparentemente sin nadie, lo cual señalaba que estaban entrando en un nuevo territorio. Dejaron la carretera y circularon por una pista del desierto ; en breve llegaron a una casa de ásperas paredes de cemento y adobe con un tejado de hierro laminado y una luz que irradiaba desde pequeñas ventanas, a nivel del suelo. Eran las tres de la madrugada.
La puerta de acero de la casa se abrió al aproximarse el vehículo, y salieron niños en tropel, seguidos de sus padres. Dentro, se extendía una mesa larga y baja con platos de dátiles y galletas, y la música sonaba en un viejo equipo estereofónico alimentado por una batería de coche. Aziza saludó a todo el mundo, y presentó a su soñolienta hija de tres años : era la prima, la sobrina y la nieta de las personas que se apiñaban alrededor. Comenzó una fiesta, que terminó justo antes del amanecer con la familia esparcida por alfombras y almohadones por toda la casa. Aziza Brahim estaba en su hogar.
Cuando Aziza Brahim habla de su pueblo, se refiere a su gente, la que vive aquí, en la Hamada del Sahara. Ella nació aquí hace treinta y cuatro años. Y cuando habla de su patria, no se refiere a este lugar, sino a otro rincón del desierto, a unos cientos de kilómetros al oeste : un lugar menos árido, y mucho más desarrollado ; y que no se halla en Argelia, sino –actualmente– ocupado por Marruecos.
La gente de Aziza Brahim son los saharauis del Sahara Occidental ; antaño conocido como “Sahara español” y que actualmente –dependiendo de quién lo diga– es una provincia o una colonia de Marruecos. Marruecos reivindica la soberanía histórica y precolonial sobre el territorio (el cual tiene ricos yacimientos de fosfatos y una zona marítima de gran interés para la pesca) y lo ha ocupado desde la retirada de España en 1975 ; pero el fallo del Tribunal Internacional de Justicia de 1975, que alega que el territorio tiene derecho a la autodeterminación, justifica la reivindicación de los saharauis sobre su tierra.
A continuación de dicho fallo, el rey Hassan II de Marruecos movilizó a trescientas cincuenta mil personas para que avanzaran hacia el Sur adentrándose en el Sahara Occidental como si fuera una invasión pacífica, conocida como la Marcha Verde. A la vez, pero más discretamente, envió a su ejército. Muchos saharauis huyeron hacia el este, al otro lado de la frontera argelina, donde se congregaron en campos de refugiados. Marruecos luchó contra las fuerzas de liberación saharaui, el Frente Polisario, hasta 1991, fecha en la que se acordó un alto el fuego supeditado a un referéndum sobre el estatus final del territorio. Las tropas de las Naciones Unidas encargadas de mantener la paz (Minurso) llegaron para supervisar el referéndum ; aún se encuentran allí ; el referéndum todavía no se ha celebrado. Marruecos ha salido del paso con éxito.
Los campos de refugiados en la región de Tindúf (Argelia) han terminado por institucionalizarse, y acogen al Gobierno del Polisario en el exilio. Existe una Administración básica en los campos de refugiados, algo de paupérrima libre empresa y muy escaso empleo formal. Los saharauis sobreviven gracias a la ayuda humanitaria y a las remesas de la diáspora emigrada, como la propia Aziza Brahim.
Volver a casa es un lujo que Aziza no puede permitirse a menudo : ésta era su primera visita en tres años. Pasó la semana casi exclusivamente en los alrededores de la casa familiar ; bailaron al son de música popular mauritana por la noche, compraron melfas, prepararon y bebieron un sinfín de pequeños vasos de té con menta fresca, y conocieron a cada uno de los niños de los demás, quienes jugaron juntos, descalzos, en el polvo.
Uno de los niños más mayores transfirió, con su MP3, una copia de una de las canciones de Brahim a su teléfono móvil, y pronto fue pasando de un teléfono a otro por todo el campamento, mediante el sistema inalámbrico bluetooh.
Una de las tardes de la semana, Aziza nos llevó a la puerta de al lado, a casa de su abuela, Ljadra Mint Mabrúk. El abuelo de Aziza murió hace unos meses este mismo año y su abuela estaba de luto. No podía salir de casa ni recibir a visitantes varones. Por eso, colgó una gran cortina que dividió en dos su habitación, y nos permitió sentarnos con Brahim en una de las partes, mientras nos hablaba desde la otra. Su silueta era visible a través de la cortina, mientras movía un dedo o agitaba los brazos cuando hablaba de la música de su nieta.
Ljadra Mint Mabrúk es una de las poetisas saharauis más famosas. Conocida como la “poetisa del rifle”, sus poemas de guerra se han convertido en himnos de la lucha saharaui. Himnos a los que su nieta les ha dado una nueva voz y un nuevo ritmo : muchas de las canciones de Brahim son versiones de los poemas de su abuela, interpretados mediante la fusión del canto tradicional saharaui y del blues-rock occidental. La canción estrella de Brahim, La sensación del tanque, es un poema de su abuela que describe la sensación de subirse a un tanque marroquí capturado, imaginando lo que ha sucedido dentro de éste.
La obra de Ljadra Mint Mabrúk, compuesta oralmente en hassanía, el dialecto árabe que hablan los saharauis, casi no se ha publicado y menos aún se ha traducido (Aziza la canta en hassanía). Un poema sin título, traducido al español por el escritor saharaui Bahia MH Awah, termina con las siguientes frases : “Les mostraremos que el Sahara no es Agadir / Ni tampoco Casablanca / Es simplemente el Sahara / Una gente que aspira a su libertad / Y que ha luchado por ella a lo largo de un siglo.”
“Nunca imaginé que mis poesías se llevaran al blues o al rock”, declaró Ljadra Mint Mabrúk (traducción de Aziza Brahim). “Las ponen en la radio y en la televisión, aunque jamás pensé en estas cosas cuando las escribí. Evidentemente, las circunstancias en las que fueron escritas limitaron su impacto, pero mi intención cuando las escribí fue que se escucharan donde fuera. Lo que escribo quiero que llegue al mayor número de gente posible”.
“Siempre quiso luchar a través de su medio natural, la poesía”, me dice Aziza acerca de su abuela. Ésta es la lucha que la cantante prosigue, sin descanso. “Mientras mi gente esté oprimida y condenada a vivir en campos de refugiados, no pienso parar”, afirma.
“Voy a intentar llevar el dolor y las protestas de mi gente a donde vaya. Estoy muy orgullosa de ser saharaui, de representar mi causa."
De momento, Aziza Brahim representa esa causa desde su base en León, utilizando la música para promover la causa, a la vez que esa causa ayuda a atraer la atención sobre su música. Para Salek Baba Hassena, ministro de Cooperación del Gobierno del Polisario, Aziza es una excelente portavoz.
“Representa a las generaciones que nacieron, crecieron y se educaron aquí, en los campos”, declara. “Representa las etapas del exilio y de los primeros años de los campos – los peores años, los años de la guerra –, y también ha vivido la etapa que empieza en 1991, la que siguió al alto el fuego, aguardando el referéndum. Y espero que viva la etapa de la libertad y de la independencia”. Del exilio a la futura libertad, afirmó, su modernizada música saharaui “abarca estas diferentes etapas”.
Esa libertad, declaró, es “inevitable”. “El día de la victoria es una realidad. Estamos seguros de que ese día llegará, puede que no dentro de poco, pero sin duda lo veremos.”
Pregunté a Aziza Brahim lo que haría cuando tal día llegase. “Cuando mi país sea libre, volveré y viviré con mi gente”, afirmó, “y les cantaré otras cosas : sobre la vida cotidiana, el amor y el desamor ; sobre cosas que no puedo cantar ahora, porque no significan nada para mí, de momento.”
Pero aunque, por ahora, su música esté íntimamente ligada a la política, Aziza es demasiado compleja como músico y demasiado ambiciosa como cantante para que su música sea esclava de su causa. La política, para ella, en el fondo trata de su gente y de su familia : como en esa calurosa mañana en Mérida, trasciende la especificidad de su lucha ; el lamento se vuelve inspirador.
Y si una música nacionalista es característica de modernidad, Brahim es en otro sentido postmoderna : tiene múltiples identidades que le permiten pasar fácilmente entre mundos completamente diferentes a través de los cuales su familia y su música la transportan. Éstas son las distintas imágenes de Aziza. Cualquiera de ellas es simplemente una foto. El hilo que las une es su música.
© lmd edición en español
Notas :
(1) El melfa es un pañuelo de vistosos colores que, en el Sahara y en los países del Sahel, cubre el cuerpo de la mujer.