Si, la península, como muchos otros países del viejo continente, está viviendo una crisis económica, social y política profunda que los medios no dejan de comentar desde hace meses.
No, no se trata del fruto de una “maldición” a la italiana cuyas raíces se hundirían en la sicología de un pueblo siempre listo a echarle un vistazo a la posibilidad de encontrar soluciones “populistas” o “autoritarias”
No, no los electores italianos no se han dejado atrapar por un encantador de serpientes. La situación política y social del país, por el contrario, evoluciona siguiendo un camino de implacable racionalidad.
El escritor Curzio Malaparte, un actor/observador de primer plano, se preguntaba regularmente, al día siguiente de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, sobre el hundimiento de Europa. Y se preguntaba: “Me obsesiona entender cómo y porqué llegan a pudrirse las sociedades, si llegan a pudrirse por sí mismas o bajo la presión de una fuerza externa contra empujes sociales contra los cuales no tienen más defensa que pudrirse” [1]
Propuesta de impactante e inquietante actualidad. Existen muchas cosas podridas en la vida política interior de Italia. La corrupción. Esta última casi institucionalizada está intrínsecamente vinculada a la historia del Estado italiano, como lo está la mafia. Nuevamente una serie de escándalos político-financieros de gran magnitud han plagado la campaña electoral. Han salpicado al Pueblo de la libertad (PDL) de Silvio Berlusconi y a la Italia de los valores (IdV) del antiguo juez anticorrupción Antonio Di Pietro en varias regiones (Lacio, Lombardia,etc.) A todo esto se le ha agregado algunos días antes de la votación, la revelación, del asunto de los sobornos del grupo de aeronáutica y de defensa Finmeccanica en la venta de helicópteros a la India.
Pero ha sido más bien el escándalo del Banco Monte dei Paschi de Siena, tercer banco del país y considerado el más viejo del mundo que condicionó la secuencia electoral…y se convirtió en dulce para Silvio Berlusconi y Beppe Grillo.
Mencionado en una investigación por corrupción y estafa, ha sido acusado de haber recurrido a contratos con productos tóxicos con el objeto de maquillar sus cuentas y sus abismales pérdidas de entre 2006 y 2009. Sin embargo se había beneficiado con una ayuda pública acordada por el gobierno de Mario Monti - 3,9 mil millones de euros - para evitar la quiebra. Esta suma, poco o mucho, equivalente a los ingresos esperados a través de la reintroducción, por el mismo Mario Monti, del impopular impuesto financiero (IMU). El antiguo jefe del “gobierno técnico” – literalmente barrido en las urnas – está sospechado, por amplios sectores de la opinión pública, de haber cerrado los ojos ante la situación y las fraudulentas prácticas de la augusta casa Toscana.
Otro quid, esa institución es uno de los principales apoyos financieros del partido demócrata (PD) Destacados miembros de ese partido presidido por Luigi Bersani constituyen así mismo las dos terceras parte del Consejo de Administración de la Fundación Monte di Paschi di Siena que no es otra que el primer accionista del banco.
Existen muchos otros ingredientes que pudren la vida política italiana: la influencia del Vaticano en la vida pública, la fractura siempre abierta entre el Norte industrial y financiero (actualmente muy afectado por la crisis, el desempleo, el empobrecimiento y la precariedad) y el Sur, históricamente pobre o también y con seguridad, las sucesivas promesas incumplidas de la clase política.
Sin embargo hay una que ha sido cumplida siempre a rajatabla por el conjunto de partidos gobernantes, de derecha, de centro o de izquierda. Y todo con el apoyo de los diferentes aliados de las coaliciones gubernamentales que se han sucedido desde mediados de los años 90. Esta promesa no ha sido hecha nunca en nombre del pueblo italiano, sino por cuenta de los mercados financieros y por el patronazgo, y luego, a partir de 2009, en forma combinada por la troica [2] de Berlin y accesoriamente de París.
Y ha sido aplicando rigurosamente, en los años 1990 y 2000, las medicinas neoliberales prescriptas por la Unión europea (UE) y luego por todos los gobiernos europeos en la línea de las crisis de las subprimes, de la austeridad. Ha sido igualmente contra esa cicuta de la austeridad contra la que los italianos se han rebelado lúcidamente.
En su caso, es necesario recordar, que la deuda pública se vió socavada por la cantidad de delirantes inversiones, en términos de costo, realizadas en decenas de “grandes obras” (tren de alta velocidad Turín, Milán, Roma, Nápoles), autopistas en varias regiones, etc.) Esas obras podían a su término, llegar a costar más de diez veces lo que cuestan obras equivalentes en otros países como Francia. Es por otra parte en la conformación de los muchos comités o de los movimientos ciudadanos organizados desde hace varios años contra esas “grandes obras” donde se originó el movimiento liderado por Beppe Grillo.
Otra de las cosas podridas que se encuentran en la vida pública italiana es Europa. Como lo refleja juiciosamente Jacques Sapir “el primer elemento que emerge de estos resultados es evidentemente la magnitud del desacuerdo con las políticas inspiradas por Bruselas Y Berlín, pero también, hay que recordarlo, París. Los partidos que defienden estas políticas no suman más que el 40% de los electores (el PD de izquierda de Bersani, 29,5% y la alianza de centro de Mario Monti 10,5%). Los partidos que rechazan estas políticas y en realidad la lógica del euro alcanzaron el 54% de los sufragios (el PDL de Silvio Berlusconi 29% y el Cinco Estrellas (M5S) de Beppe Grillo el 25,4%)” [3] El tsunami del M5S (ha sido – en Italia - la primera fuerza política que ha abarcado todo el territorio) no será un “golpe” efímero. Este “movimiento líquido” interclasista, que aglutina fragmentos de las clases medias (especialmente entre la juventud estudiantil) y populares, como artesanos y pequeños comerciantes es epidémico y moralizador. También lo es ambivalente por su capacidad de reciclar tanto elementos programáticos progresistas (afirmación de la soberanía y de la participación popular, ambiciosa política salarial) como reaccionarias (el problema de las migraciones, el papel de los cuerpos intermedios en las sociedades democráticas).
Independientemente de su comportamiento institucional en el corto plazo (no se puede excluir que como el pujadismo francés luego de las elecciones de 1956, los nuevos electos no escojan finalmente tejer alianzas de variable geometría con diferentes partidos, especialmente con el PD) este movimiento perdurará. Es en efecto hijo de la crisis de la derecha y de la izquierda, el deshecho desorientado de los fracasos, de las renuncias, de las conversiones, de las connivencias, de los negociados de los partidos de la oligarquía.
En el fondo su explosión pone de manifiesto que Italia es el primer país del centro de las economías europeas en llegar a ese momento “gransciano” en el que se evidencia la incapacidad estructural de un sistema político para dar solución a los problemas concretos de una población.
De este bloqueo de la superestructura nace un nuevo período, un “interregno” – (la crisis consiste justamente en que lo viejo muere y que lo nuevo no termina de nacer “- en el que se observan los más variados y mórbidos fenómenos “ [4] ahora el M5S ha hecho descarrilar el bipartidismo italiano y modificará en el país, aún con inciertas perspectivas, la geometría de los poderes existentes.
Los italianos, como los demás pueblos europeos han comprendido que los temas que estructuran la vida cotidiana (economía, moneda, finanzas) no dependen de las democracias nacionales ni de las asambleas, sino de arreglos institucionales (a veces informales) hechos a puertas cerradas en Bruselas entre gobiernos, instituciones europeas (Comisión europea y Banco central europeo especialmente) y lobbys industriales y financieros.
En los países de la periferia europea, el furor, lejos de las coberturas mediáticas, amenaza también. En Bulgaria un nuevo gobierno acaba de caer. El primer ministro Boiko Borizov renunció el 20 de febrero, luego de varias semanas de protestas contra la carestía de la vida y las medidas de austeridad. Se anticiparán las elecciones (que debieran tener lugar en julio de 2013) para la primavera. El aumento de las tarifas de electricidad familiar [5] (oficialmente en un 14%, pero en más del 100% según los manifestantes) ha echado a las calles de una quincena de ciudades a una población harta. Se han producido tres inmolaciones en dos semanas- Catorce personas han sido heridas por las fuerzas del orden en oportunidad de las manifestaciones que precedieron a la dimisión del señor Borizov. En ese país el 52% de los niños estarían amenazados por la pobreza [6].
En Kosovo está por desatarse en el país una similar ola de protestas contra la carestía de la energía (la empresa Kosovo Electricity Corporation (KEK) concentra todas las críticas). Allí habría aumentado un 200%! [7]
Nada se puede conservar de esta Europa neoliberal y austeritaria. No es “pedagogía” lo que necesitan los pueblos. Su inteligencia y su lucidez son absolutas. Es el autismo de las élites dirigentes y dominantes, tanto como su voluntad de imponer su modelo, lo que desemboca en las actuales situaciones.
Que se trate de Italia, ubicada en el centro neurálgico de Europa, de Bulgaria o de los marginados Balcanes en la periferia continental o en otros países del sur de la región (Grecia, España, Portugal) las actuales convulsiones políticas que arden ante nuestros ojos son el espejo vivo del patente y terminal fracaso de la Unión europea, de su forma política como de sus políticas.
Su caída no debe ser temida. Su fuerza propulsora se ha apagado. En este incierto e inestable “interregno” abierto por la fase austeritaria de la construcción europea ¿cuáles son las políticas que debe aportar la izquierda que ha caído, fuera de Francia y Grecia (secundariamente de Alemania y Francia) bajo el umbral de credibilidad?
La reivindicación de una Europa social que promueva la armonización hacia arriba, con nuevos derechos para los pueblos y los trabajadores, con criterios ambientales, con transferencias presupuestarias solidarias hacia las zonas más pobres de Europa, con control de los movimientos de capitales, etc. Es ciertamente deseable o mejor aún necesaria. Pero no se logrará a escala de la UE con la actual relación ideológica y de fuerzas. Como se ha comprobado estas propuestas no cosechan sufragios.
En estas condiciones, la izquierda transformadora, a un año de las elecciones europeas del 2014 debe – por lo menos – conducir la justa y lúcida cólera popular en contra las dimisiones políticas de los gobernantes. Debe explicar lo que haría o lo que exigiría si accediera a desempeñar responsabilidades ante el fracaso europeo: asumir romper unilateralmente con los tratados europeos, no aplicar ni las directivas, ni los reglamentos de liberalización y de privatización que socavan nuestras sociedades, tomar en sus manos la política monetaria y el control de los bancos centrales nacionales y el BCE [8] A riesgo de ser excluido del euro.
Estas medidas no entrarían en contradicción con la construcción de una solidaridad europea porque producirían el activo apoyo de los pueblos y tenderían a aplicarse en todas partes.
No asumir esta orientación con el pretexto de que la extrema derecha se ampara en estos argumentos – con otros fines, como la explotación de los trabajadores por cada uno de los patronazgos nacionales (¡qué bello negocio!) acarreará, en el incierto período que se inicia, el hundimiento de la izquierda. Aquel en que “se observan los fenómenos mórbidos más variados”
Traducción : Susana Merino