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CINCUENTA AÑOS DE REVOLUCIÓN CUBANA

Estados Unidos y Cuba, ¿hacia la normalización ?

vendredi 2 janvier 2009   |   Salim Lamrani
Lecture .

Cuba celebra el quincuagésimo aniversario de la victoria revolucionaria de Fidel Castro sobre la dictadura de Fulgencio Batista en enero de 1959. Por su parte, el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, toma posesión de su cargo el 20 de enero y suscita extraordinarias expectativas en el mundo. Las autoridades cubanas confían poder entablar con él un diálogo constructivo y resolver, por fin, sus diferencias.

La elección de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos es una revolución sin precedentes. Por primera vez, un hombre de color alcanza el puesto supremo. Al escoger al candidato demócrata, los electores estadounidense han querido cambiar también la línea de la política exterior, después de la desastrosa Administración de Bush (1).

Ello representa igualmente un buen augurio para las futuras relaciones entre La Habana y Washington. Como un símbolo, Obama es el primer candidato presidencial demócrata que gana el voto hispano del estado de Florida, donde residen cerca de 800.000 cubanos, por un amplio margen del 57% (2).

Los cubanos de la Isla acogieron la elección de Obama con una mezcla de prudencia y satisfacción. “Sin duda es más inteligente, culto y ecuánime que su adversario republicano”, declaró Fidel Castro con respecto a él. Se trata del “mejor orador político de Estados Unidos de las últimas décadas”, añadió, alabando sus “ideas bien articuladas” (3).

De todos modos, las cosas no podrán ir a peor. La Administración de Bush exacerbó las tensiones con La Habana hasta un nivel inédito desde la época de Ronald Reagan (1981-1989) y aumentó singularmente las sanciones económicas. Desde que llegó al poder, en enero de 2001, el antiguo gobernador de Texas declaró su voluntad de derrocar al Gobierno cubano. Por eso, resulta poco sorprendente que Cuba haya emitido una preferencia por Obama en detrimento del republicano John McCain, considerado el heredero de George W. Bush.

Desde el principio, la Administración de Bush se mostró agresiva hacia Cuba. En abril de 2002, John Bolton, entonces subsecretario de Estado para el Control de Armamentos y la Seguridad Internacional, acusó a La Habana de fabricar armas biológicas y exportarlas a terceros países, amenazando a la isla con represalias. En mayo de 2002, durante una visita histórica a Cuba, el ex presidente estadounidense James Carter desmintió las acusaciones de Bolton, lo que obligó a Washington a dar marcha atrás (4).

En septiembre de 2002, James Cason fue nombrado jefe de la Sección de Intereses Norteamericanos de La Habana (SINA), que hace oficio de embajada ya que Cuba y Estados Unidos no tienen relaciones diplomáticas. A su llegada, el 10 de septiembre, Cason declaró su intención de “acelerar el proceso de transición hacia una Cuba democrática”. Una semana después, reunió a las principales figuras de la oposición cubana en su residencia y puso a su disposición una ayuda material y financiera para llevar a cabo sus actividades contra el Gobierno. En marzo de 2003, 75 opositores que habían aceptado el dinero que les brindó Washington fueron arrestados y condenados a penas muy severas de prisión por “asociación con una potencia extranjera” (5).

Cason también intentó fomentar una crisis migratoria al negarse a otorgar visados a los candidatos cubanos a la emigración, violando así los acuerdos migratorios de 1994. Éstos estipulan que Estados Unidos otorgará como mínimo 20.000 visados al año a Cuba. Sin embargo, entre el 1 de septiembre de 2002 y el 28 de febrero de 2003, la SINA sólo proporcionó 505 visados, es decir, apenas un 2,5% del total establecido. A título de comparación : en 2002, Washington había otorgado, en el mismo periodo, 7.237 visados, 8.300 en 2001, 10.860 en 2000 y 11.600 en 1999 (6).

Al mismo tiempo, con el objetivo de desestabilizar el país, la Administración de Bush, usando sus emisoras de propaganda Radio Martí y TV Martí, estimulaba la emigración ilegal prometiendo a todos los emigrantes ilegales la protección de la ley de Ajuste Cubano. Ésta permite a cualquier cubano que emigra legal o ilegalmente a Estados Unidos la obtención automática al cabo de un año del estatuto de residente permanente y muchas ventajas más (7).

La empresa fue exitosa. Efectivamente, entre agosto de 2002 y abril de 2003, ocurrieron siete secuestros, entre ellos uno mortal, en Cuba. Varias personas pudieron alcanzar la Florida donde fueron liberados bajo fianza, incluido el responsable del asesinato de un marino, lanzando así un mensaje claro a todos los cubanos que desearan emigrar. Entretanto, Roger Noriega, entonces subsecretario de Estado para los Asuntos Interamericanos, declaró que todo flujo masivo de emigrantes sería “considerado como una amenaza para la seguridad de Estados Unidos y exigiría eventualmente una respuesta de orden militar”. Frente a esas amenazas explícitas, las autoridades de La Habana se vieron obligadas a reaccionar quizá demasiado drásticamente, juzgando y ejecutando a tres secuestradores en abril de 2003, poniendo así fin a la crisis (8).

En mayo de 2004, el presidente George W. Bush impuso nuevas sanciones establecidas por la Comisión de Asistencia a una Cuba Libre. Dichas sanciones limitan a catorce días, cada tres años, las visitas a Cuba de los cubanos residentes en Estados Unidos, separando así a numerosas familias. También reducen las remesas de dinero a sólo 100 dólares mensuales. Además, la Comisión multiplicó los fondos destinados a la oposición, las transmisiones de programas subversivos y lanzó una campaña de propaganda internacional para desprestigiar al Gobierno de La Habana, con la complicidad de muchos medios y periodistas a sueldo. La Casa Blanca designó también a Caleb McCarry como “procónsul” encargado de la transición en una Cuba posrevolucionaria (9)

De igual modo, mofándose de la legislación internacional, la Administración de Bush no vaciló en aplicar sanciones económicas contra Cuba de manera extraterritorial. Varias delegaciones cubanas fueron expulsadas de diferentes hoteles donde estaban alojadas en México, Noruega y Reino Unido, bajo el pretexto de que dichos hoteles pertenecían a multinacionales estadounidenses. Washington también multiplicó las provocaciones contra el Gobierno cubano y canceló la mayoría de los intercambios deportivos, culturales y académicos entre las dos naciones (10).

En julio de 2006, Bush elaboró otras sanciones y fijó en 18 meses el plazo para librarse del Gobierno de Fidel Castro. Para ello dedicó un presupuesto de 80 millones de dólares que incluía un incremento de la financiación de la disidencia interna, la multiplicación de las transmisiones subversivas contra Cuba, una ofensiva diplomática hacia las naciones aliadas para reforzar el estado de sitio y las sanciones contra todo país que comerciase con la Isla (11).

El 24 de octubre de 2007, George W. Bush pronunció un discurso violento en la sede del Departamento de Estado, en Washington, y anunció la creación de un “Fondo de la libertad para Cuba” de varios miles de millones de dólares, destinado a llevar de nuevo a Cuba a la esfera de influencia de Estados Unidos. Afirmó : “La palabra básica en nuestras futuras relaciones con Cuba no es ‘estabilidad’ [sino] ‘libertad” (12).

El ensañamiento contra Cuba llegó a tal punto que un informe de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (United States Government Accountability Office – GAO) del 19 de diciembre de 2007, alertaba contra las consecuencias negativas para Estados Unidos del endurecimiento de las sanciones económicas : Estas medidas, dice el documento, “reducen la aptitud de los servicios aduaneros para llevar a cabo su misión, que consiste en impedir que los terroristas, criminales y otros extranjeros indeseables entren en el país” (13).

Las medidas fueron un fracaso. Las sanciones económicas suscitaron un rechazo unánime. El mundo de los negocios, la opinión pública estadounidense y la comunidad internacional se opusieron a ellas. El 29 de octubre de 2008, por decimoséptimo año consecutivo, 185 de los 192 miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas se pronunciaron en favor del levantamiento de ese castigo que azota a los cubanos. Jamás se había alcanzado tan aplastante mayoría. Desde que se impusieron, en 1960, las sanciones han costado a la economía cubana la bagatela de 93.000 millones de dólares (14).

El nuevo presidente Barack Obama ha afirmado su disposición a entablar conversaciones bilaterales con el Gobierno de La Habana, “normalizar las relaciones y suavizar el embargo que ha presidido las relaciones entre nuestros países durante los cinco últimos decenios”. Obama es el primer presidente estadounidense, desde 1959, que anuncia un eventual levantamiento del estado de sitio económico contra Cuba (15).

Conforme a su promesa de campaña, el nuevo presidente debería levantar rápidamente las restricciones a los viajes y al envío de remesas de dinero. “Se trata a la vez de una cuestión estratégica y humanitaria. Esta decisión [...] ha tenido un impacto profundamente negativo sobre el bienestar del pueblo cubano”, declaró Obama. Como presidente, dijo, “otorgaré a los cubano-estadounidenses derechos ilimitados para visitar a sus familias y mandar dinero a la isla” (16).

Por su parte el Congreso, dominado hoy por los demócratas, podría poner fin a la prohibición de viajar a Cuba de los ciudadanos estadounidenses. La isla caribeña podría volver a ser un destino turístico importante para los estadounidenses. Por otra parte, el Congreso facilitaría también los trámites administrativos para permitir que La Habana adquiera más fácilmente productos agrícolas estadounidenses ; y eliminaría las restricciones impuestas a los intercambios académicos, culturales y deportivos.

Un modus vivendi entre Cuba y Estados Unidos es concebible. Desde 1959, La Habana ha tendido varias veces un ramo de olivo a Washington. Y cada vez ha recibido un rechazo obstinado. El Gobierno de Raúl Castro, quien ha propuesto en tres ocasiones un diálogo con Washington desde 2006, declaró que estaba dispuesto a resolver todos las diferencias con la nueva Administración demócrata, sobre una base de respeto de la soberanía, de reciprocidad y de no injerencia (17).

El presidente Barack Obama tiene una oportunidad histórica para poner fin a una política obsoleta e inhumana contra el pueblo cubano. Si logra escapar a la probabilidad de un atentado contra su vida, entonces será posible considerar por fin una solución honorable para las dos naciones después de cincuenta años de relaciones conflictivas.

© LMD EN ESPAÑOL

 

Notas :

(1) The New York Times, 4 de noviembre de 2008.

(2) The Miami Herald, 5 de noviembre de 2008.

(3) Cuba Debate, 3 de noviembre de 2008.

(4) The Miami Herald, 14 de mayo de 2002.

(5) Cuba Socialista, septiembre de 2003.

(6) Salim Lamrani, Fidel Castro, Cuba y los Estados Unidos, Editorial José Martí, La Habana, 2008.

(7) Ibid.

(8) Ibid.

(9) Léase Colin L. Powell, Commission for Assistance to a Free Cuba, United States Department of State, Washington, mayo de 2004.

(10) Rebelión, 16 de enero de 2007.

(11) Condolezza Rice y Carlos Gutierrez, Commission for Assistance to a Free Cuba, United States Department of State, Washington, julio de 2006.

(12) The Miami Herald, 24 de octubre de 2007.

(13) Economic Sanctions. Agencies Face Competing Priorities in enforcing the U.S. Embargo on Cuba, Report to Congressional Requesters, The United States Government Accountability Office, Washington, noviembre de 2007.

(14) The Associated Press, 29 de octubre de 2008.

(15) The Miami Herald, 21 de agosto de 2007.

(16) Ibid.

(17) El Nuevo Herald, Miami, 6 de noviembre de 2008.





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