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CINE Y POLÍTICA

La izquierda y los superhéroes

mercredi 4 novembre 2009   |   José Saturnino Martínez García
Lecture .

El cine está siendo invadido por superhéroes de cómic. Muchos ciudadanos, que reivindican una cultura de izquierdas, rechazan estas películas. Sin embargo, los propios maestros de la Escuela de Francfort (Walter Benjamin, Theodor Adorno, Herbert Marcuse) insistieron en la importancia de analizar críticamente estas expresiones de la cultura de masas para poder conectar con la cultura popular, y especialmente con la de los jóvenes. Algunas de esas películas, como las sagas de Spiderman o de los X-Men, son especialmente interesantes para ese fin. Aunque Watchmen nos ha demostrado recientemente que, en el fondo, todos los superhéroes son de derechas, pues luchan contra injusticias particulares, sin cuestionar el orden social que genera esas injusticias.

En un reciente artículo, el historiador marxista Perry Anderson (1) analiza la debacle actual de la izquierda italiana. Uno de los elementos que, según él, ayuda a explicar el hundimiento de una de las izquierdas más fuertes y creativas de Europa es su escasa relación con la cultura popular. El Partido Comunista Italiano (PCI) fue capaz de captar a parte de la élite cultural italiana, pero al precio de hacerse a su vez elitista y despreciar la cultura popular. Es decir : el cine, la música, la literatura… que consumen el campesinado, la clase obrera y la pequeña burguesía. La idea del PCI era que había que “formar” y “educar” a estos grupos para que alcanzasen un nivel elevado de “refinamiento cultural”. El resultado fue un divorcio cultural de las clases populares.

Este análisis de Perry Anderson nos obliga a pensar en uno de los subgéneros populares más activos : el de los superhéroes de cómic llevados al cine. Y el desprecio con el que es tratado por las elites culturales y por buena parte de las izquierdas. Como todos los géneros o subgéneros de la producción cultural de masas, se pueden encontrar historias deleznables, pero también algunas de gran calidad. Además, son historias con muchas lecturas posibles. En vez de condenar los gustos de la juventud calificándolos de “cultura basura” es sin duda más útil políticamente hacer una lectura de estas obras en clave de moral y política progresistas.

Es posible hacerlo, por ejemplo, con algunas de las más señeras del género, como Spiderman o X-Men. Mención aparte merece Watchmen, pues no obedece a los patrones habituales del género. Pues Watchmen es a las historias de superhéroes lo que Don Quijote a las novelas de caballería : una obra maestra que desmonta a todo el género, y que lleva a sus respectivos medios, la novela y el cómic, a fronteras expresivas nunca imaginadas.

Spiderman, el “hombre araña”, como otros superhéroes de la editorial Marvel es una creación del fructífero Stan Lee. Los personajes Marvel rompieron con la idea del superhéroe como persona con una vida privada muy limitada por la tarea heroica, que toma sus decisiones en situaciones en las que el Bien y el Mal están perfectamente definidos. No es casualidad que fuesen superhéroes nacidos en Estados Unidos de los años 1960, en plena lucha por los derechos civiles, con una juventud que cada vez se reconocía menos en el patrón de desarrollo que le dejaba trillado sus mayores.

De esos superhéroes, sin duda el más popular es Spiderman. Parte de su gracia la debe a su situación personal : Peter Parker es un joven fotoperiodista precario, de esos que parece que acabamos de descubrir. Nunca llega a fin de mes, no tiene una relación laboral estable, y es maltratado por su jefe, el director histriónico de un periódico que inicia campañas arbitrarias de ataque a personajes públicos sin dejar que la verdad estropee sus “noticias”. En los cómics que se siguen publicando, Peter Parker, la identidad secreta de Spiderman, ya ha terminado sus estudios de ciencias, y es profesor en un instituto con adolescentes problemáticos que no le hacen mucho caso, sin fondos suficientes para atender las necesidades de sus estudiantes. Sus heroicas acciones de atrapar pillos durante la noche, llevan a la cárcel a los hermanos mayores de sus propios alumnos que viven en familias desestructuradas, fracturadas por la droga (2)… En las próximas publicaciones de Spiderman, para adaptarlo a la crisis que estamos viviendo, Peter Parker perderá su empleo y volverá a las dificultades económicas...

Las historias del hombre araña en su versión cinematográfica están centradas en la responsabilidad del poder. Desde el punto de vista más político, la trilogía puede resumirse en la frase del tío de Spiderman asesinado : “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Es decir, el mero hecho de tener la potencia para realizar un acto, nos hace responsables de si decidimos ejecutar el acto o no, no cabe el pasotismo, ni decir “¡Ah !, eso no va conmigo”.

En la primera parte, la inacción de Spiderman conlleva graves consecuencias sobre su propia vida, y eso le hace pasar a luchar contra el Mal. En la segunda, esta responsabilidad no le reporta ningún beneficio, y su carga es tan abrumadora que prácticamente tira la toalla. El esfuerzo de hacer lo correcto es enorme, no sólo porque los malos le infligen mucho daño físico, sino por las renuncias en su vida personal. En Spiderman III, descubre que el poder puede terminar poseyendo a quien lo tiene… Es otra forma de contar El Señor de los Anillos : el poder (arácnido o el anillo) cambia a quien lo usa, y lo cambia con sus propias reglas, te hace peor persona, pues posees un recurso que el resto no tiene. Es fácil caer en la tentación de emplearlo de forma arbitraria y egoísta.

Spiderman procura no matar a los malos, prefiere detenerlos, y los “maleantes” de Spiderman tienen razones para ser malos, no suelen serlo por puro placer, ambición o avaricia, como nos tiene acostumbrado la corriente principal del cine de acción. Por ejemplo, el Hombre Arena (tercera parte) tiene un hijo al que alimentar, y la precariedad económica lo conduce al hampa. Hay malos que se pueden redimir.

Los seguidores de Spiderman no podrán imitarlo en subir por las paredes o lanzar telas de araña, pero sí en su compromiso de participar en lo público, en la búsqueda de un mundo más justo, así como en su interés por la ciencia y en ser aplicados en los estudios. Rasgos de Peter Parker más desdibujados en la pantalla ; en los cómics, el razonamiento (pseudo)científico suele ser más importante que la violencia física para vencer a los supervillanos.

Los X-Men (Patrulla X, se llamaban en España) plantean el conflicto político de forma mucho más explícita. Está surgiendo una nueve especie, evolución de los seres humanos con superpoderes, como la telequinesia, volar, atravesar paredes, producir hielo, controlar el clima, controlar los metales… El homo sapiens no sabe qué estrategia seguir ¿eliminarlos o integrarlos socialmente ? No es casualidad que la primera parte de la saga comience con uno de sus protagonistas siendo apresado por los nazis. Pero los mutantes también están divididos, entre quienes creen que deben poner sus superpoderes al servicio de un proyecto compartido con los homo sapiens o quienes consideran que la humanidad es un estado anterior de la evolución y un peligro para la integridad de la nueva especie.

Con este planteamiento se consigue que no haya coincidencia entre ser mutante y bueno o humano y malo. Hay humanos y mutantes trabajando por el entendimiento, y humanos y mutantes obrando por la aniquilación del Otro. En la segunda película, el éxito político de quienes desean exterminar a los mutantes fuerza a los mutantes buenos a aliarse con los mutantes malos. O la discriminación que sufren los mutantes lleva a que seamos capaces de comprender por qué Pyro deja de trabajar con los buenos para pasar al bando de los malos.

Es decir, X-Men plantea un mundo moral que no es en blanco y negro, como acostumbra a hacer el cine de acción, y en el que el mal uso del poder político puede fortalecer el poder de nuestros enemigos. Si donde dice mutantes decimos musulmanes, veremos la actualidad de la historia…

Esta saga es ideal para explicar las dificultades del multiculturalismo, el problema de integrar a grupos distintos, el equilibrio inestable de la convivencia de las diferencias. No es nada difícil ver esta trilogía como una fábula de la marginación, los mutantes pueden ser los judíos de la Alemania nazi, los negros del sur de EEUU en los años 1950, los musulmanes en la Europa actual, los inmigrantes en España... Un grupo distinto, visto como amenaza.

Desgraciadamente, la última película de esta saga, Lobezno, no está a la altura de las anteriores. Cuenta la típica historia del cine de acción de Hollywood : el muchacho busca venganza por la muerte de un ser querido. No es bueno matar por la revolución, es bueno matar por la familia… Es decir : lo público ha muerto, viva lo privado.

En Lobezno se suaviza la bestialidad de la puesta en escena del personaje de los cómics, y, sobre todo, se evita contar una historia más madura que recuerde a la de Primo Lévy en su libro Si esto es un hombre. Lobezno es una persona sometida a tal cantidad de sufrimiento que pierde su humanidad, al igual que los presos de los campos de exterminio eran reducidos a una condición subhumana. Se le niega expresamente su condición de humano, como mutante. Eliminada su memoria y resentido física y moralmente de tanto sufrimiento, Lobezno se comporta como una bestia. Pero una bestia que se puede redimir cuando encuentra una comunidad que le da identidad de grupo, afecto, comprensión, es decir, que lo vuelve a tratar como a un ser humano (era ya la apuesta de David Lynch en The Elephant Man). Las condiciones de existencia determinan la conciencia.

El barniz progre de Lobezno se debe a que los malos son miembros del complejo industrial-militar, que, como dice Slavo Zizek (3), es lo que más da de sí el progresismo hollywoodiense. Los malos son hombres blancos y maduros que trabajan para grandes corporaciones avariciosas. Dadas las limitaciones de lo políticamente correcto, los malos que levantan menos protesta en el cine son, precisamente, los que tienen más poder en el mundo real : los varones de mediana edad WASP (blancos anglosajones y protestantes). Este progresismo made in Hollywood no tiene en cuenta que las “malvadas multinacionales” no son más que la realización de las relaciones capitalistas, que pocos se atreven a cuestionar. El capitalismo es bueno, pero algunos capitalistas no, nos dicen. Tal y como creen algunos que ha pasado con la crisis actual.

El fértil mundo de los superhéroes se estaba agotando en los años 1980, los guiones cada vez eran más sosos, y no había una exploración del potencial del cómic como lenguaje propio. El cómic no acababa de crecer, parecía un “cine de pobres”. Y en eso llegó el guionista excepcional Alan Moore junto con el también excepcional dibujante Dave Gibbons, en 1986, y rompieron con todo, en el fondo y en la forma, creando Watchmen (Los Vigilantes).

La película (realizada por Zack Snyder en 2009) presenta un mundo donde queda claro que los superhéroes, en el mejor de los casos son de derechas, en el peor, psicópatas fascistas. No luchan por cambiar las reglas de este mundo, que son las que generan la injusticia real. Por tanto, son un elemento sustancial de un sistema social injusto. Su manera de evitar una guerra nuclear es matar a millones de personas para que no mueran cientos de millones. Una lógica del Bien y del Mal implacable, que no cuestiona “el modo de producción capitalista”, lleva casi necesariamente a ser coherente con una pureza moral que se alinea con lo más reaccionario. El personaje más coherente, y más logrado en la pantalla, Rorschach, es un perturbado fascista, pero es el único que mantiene una moral humana, donde lo decente es no matar a inocentes y, en todo caso, ser responsable de los propios actos, no ocultarlos. Si damos por buena las reglas del capitalismo ¿el desarrollo moral coherente es ser fascista… ?

En vez de despreciar la cultura popular, es posible emplearla como medio para que sus aficionados hagan un análisis crítico de la sociedad en la que vivimos. Muchos de los superhéroes de cómics muestran personajes con problemas cotidianos y morales que pueden ayudarnos a reflexionar sobre diversas cuestiones prácticas. Pero el progresismo de estas historias es limitado ; nunca cuestionan el orden social existente, sólo nos ayudan a vivir con dignidad sobre ese orden. En algún momento a Spiderman se le llega a plantear el problema, pues es obvio que simplemente deteniendo a delincuentes no mejoran las condiciones de vida de los oprimidos. Si hubiese buenas políticas sociales, el Hombre Arena no necesitaría robar ; si hubiese buenas políticas sanitarias, el Buitre no necesitaría robar para pagar un tratamiento contra la leucemia de su nieto... Este problema también asoma en algunos cómics más recientes de Spiderman los supervillanos aparecen como una creación del poder establecido, para desviar los esfuerzos de los superhéroes y desactivar así su potencial para cuestionar los fundamentos del orden social (4).

Conclusión : es posible disfrutar del puro espectáculo de estas obras de la cultura popular, y es posible reflexionar con ellos de su limitada crítica social. En el fondo son superhéroes con la moral del multiculturalismo, pues sólo hablan de integración de distintas identidades sin cuestionar las reglas del capitalismo. Los ciudadanos de izquierdas deberían hacer judo con la cultura de masas : reapropiarse de lo mejor que tiene esta cultura, mostrar sus limitaciones y ser capaces de lanzar un discurso progresista que conecte con los jóvenes en particular y con los aficionados a estos géneros en general. Habrá quien piense que es mejor enseñar a apreciar el cine de Andrei Tarkosky, pero mientras tanto, no está demás ver con los ojos de la ideología crítica el cine de masas que ellos ven. 

© lmd en español

Notas :

(1) Perry Anderson (2009) “An Invertebrate Left” en London Review of Books 31 (5). URL : http://www.lrb.co.uk/v31/n05/ande01_.html, traducido en Viento Sur, nº 104, junio 2009.

(2) Véase la serie El asombroso Spiderman, con los guiones de Joe Michael Strazynski.

(3) In defense of lost causes, Verso, Londres, 2008.

(4) Véase, por ejemplo, Marvel Knights Spiderman, nº 9.





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