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EL LARGO MARTIRIO DE UN PUEBLO

Los gitanos, seis siglos discriminados

dimanche 1er avril 2012   |   Ramón Chao
Lecture .

El 8 de abril ha sido declarado “Día Internacional de los Roms”, nombre genérico con el que los gitanos (o calós, o romanís, o bohemios, o cíngaros) del mundo se autodenominan oficialmente. En España, la palabra “gitano” procede del vocablo “egiptano” pues se pensaba que la rama llegada en el siglo XV a la península procedía de Egipto. Muy pronto fueron objeto de discriminación. Al principio, como algunos eran herreros nómadas, se les acusó de haber forjado los clavos que sirvieron para crucificar a Jesucristo… Desde entonces, en España, Francia, Italia, Portugal, Alemania y los países del Este, el racismo más o menos violento contra ellos no ha cesado.

El origen de los gitanos constituye un enigma. ¿Descenderán de Adán y de una mujer menos mojigata que Eva ? ¿Son hijos de una tribu desgajada de Israel ? El poeta persa Firduzi y el cronista árabe Hamza cuentan que, entre los años 430 y 443, el general persa Bahram VI llamó a unos diez mil gitanos para divertir al pueblo con su música. Hoy, los lingüistas han establecido que su idioma se acerca al sánscrito “hindi-rajastani”, aunque su vocabulario se enriqueció en sus infinitas migraciones.

Proceden, al parecer, del Sind, al norte de la India, y es probable que, al igual que otras tribus, formasen una federación con lazos muy distendidos. Se ignoran los motivos por los que en los siglos IX y X de nuestra era, cruzaron Irán para llegar al Imperio bizantino y Grecia. En 1150 se instalaron en Constantinopla. A su larga permanencia allí se debe la incorporación de tantos modismos griegos en su idioma. Aparecen en Europa central en el siglo XIV, “época dorada de los gitanos”. Allí les llamaron los Rom, derivado de la palabra india Dom (hombre).

Vivían de la forja de metales, del mercadeo y cuidado de caballos, de la música y de la buenaventura. Una crónica sueca de 1320 les atribuye el oficio de caldereros, y como predecían el futuro, los griegos los designaban con el apelativo de una secta herética, los “tzigani”. De ahí se derivan en otras lenguas Zigeuner y Ciganos. Los ingleses les dicen Gipsys, deformación de Egipcios y en Francia Gitans, influencia del Gitanos español (1).

Sus tradiciones y modos de vida nómada chocaban con las poblaciones sedentarias. Se les tildaba de infieles, enemigos del Estado y de la Iglesia. Por carecer de una religión estructurada propia, aparecían como enemigos de Cristo y del islam. Los Ortodoxos de Europa occidental les negaban su ayuda, incluso cuando se declaraban cristianos.

La peculiaridad de esas personas llegadas de tan lejos no dejaba de pasmar a los autóctonos occidentales. Sorprendía su aspecto –amplias mantas multicolores a modo de capotes ; cabellos rizados y largos, negrura de sus rostros–. En París, en 1427, les prohibían entrar en la ciudad ; las gitanas (la Esmeralda de Victor Hugo en Nuestra Señora de París es gitana) eran tratadas de brujas y el obispo de la capital excomulgó a todos los que propusieran echar la buenaventura.

En el País Vasco asistían a misa detrás unas verjas de la iglesia. Los predicadores musulmanes aconsejaban que, durante el mes de Ramadán, no se les diese limosnas so pena de que una parte de la maldición destinada a los parias recayese en las espaldas del donante. El arzobispo Pietri de Suecia decretaba en 1560 : “La Iglesia no ha de ocuparse de los gitanos. No se les enterrará, ni sus hijos serán bautizados”. 

El primer grupo de gitanos llega a Cataluña el 11 de junio de 1447 y se dirige a Barcelona. Desde allí, pequeños contingentes se expanden por la península ibérica. Llegan a Andalucía en 1470, concretamente a Jaén y Andújar, donde son acogidos con simpatía por el Condestable Lucas de Iranzo. Pero poco después, en 1499, mediante la Pragmática de Medina del Campo firmada por los Reyes Católicos, en una época en que se expulsa a los judíos y se persigue a los musulmanes, se les margina como “grupo peligroso”.

Actualmente, el notorio crecimiento de la discriminación gitana en la Unión Europea preocupa a sus líderes. Las políticas dirigidas contra ellos se observan en Bulgaria, Francia, Hungría, Italia, Eslovaquia, República Checa y Rumanía, varios partidos xenófobos los designan como blanco de sus ataques mediante un lenguaje cada vez más agresivo y peligroso. No sólo la extrema derecha, sino también partidos conservadores y centristas.

Este discurso ha llegado a convertir al pueblo romaní en chivo expiatorio de una serie de problemas sociales. Y lo más delicado es que la idea ha ido tomando cuerpo en la opinión pública. Recientemente, en Italia, el ex Presidente del Consejo, Silvio Berlusconi, estableció un estado de emergencia centrado en los gitanos para extirpar lo que él llamaba ‘el problema de la inmigración’, mientras que, en Francia, obligan a regresar por la fuerza a sus países a comunidades romanís procedentes de Bulgaria y Rumanía.

En Portugal también la situación es preocupante. Hasta el momento no ha sido realizado ningún estudio de ámbito nacional sobre la población romaní, pero la organización comunitaria Health and the Roma Community (Salud y Comunidad Gitana) estima que su número ronda las 33.500 personas. En general viven en barrios apartados, en casas de pésima construcción, muy lejos del estándar promedio, en malas condiciones higiénicas, apartadas de los centros urbanos y sin medios de transporte, lo cual impide la escolaridad de los niños.

El Comité Europeo de Derechos Sociales publicó una resolución en la cual considera que Portugal viola los derechos de los gitanos a disponer de una vivienda adecuada. Además, condena la creación de barrios segregados que fomentan el aislamiento, así como la exclusión de las comunidades gitanas. Al levantar muros de separación, en varios municipios del país los gitanos se ven obligados a vivir en barrios sin agua potable, escondidos detrás de colinas, sin accesos viales y ocultos desde la carretera. En Beja, a ciento ochenta kilómetros al sur de Lisboa, se construyó un barrio social “con un muro de separación, lejos del centro urbano y cerca de una perrera. Aguas rebosantes de excrementos animales que pasan por las viviendas, con obvias consecuencias para la salud de sus habitantes”.

Otra situación preocupante es la de Rio Maior, a ochenta y cinco kilómetros al norte de Lisboa, “donde catorce familias gitanas fueron colocadas en casas precarias de madera, encima de una dañina mina de carbón y separadas por un denso bosque del resto de la población”. En Vidigueira, a ciento sesenta kilómetros al sur de Lisboa, existe una comunidad que vive detrás de ruinas medievales, y la policía les cortó la única fuente de agua potable accesible para ellos.

El caso portugués es solo una muestra que ilustra “la falta de políticas de la Unión Europea (UE) que incidan en la inclusión social de las comunidades romaníes y, cuando estas existen, muchas veces tienen un efecto perverso”.

A pesar del reconocimiento constitucional de la igualdad de trato, en España, los gitanos componen uno de los grupos peor valorados socialmente. El último barómetro del CIS constata que a uno de cada cuatro españoles no le gustaría que sus hijos compartieran clase con alumnos gitanos, o que más del 40% se sentiría muy o bastante molesto de tenerlos por vecinos.

No por ello los gitanos dejan de estar presentes desde hace seis siglos en la vida, incluso en la cultural, por sus facultades musicales y quirománticas.

En las Farça das Cigalas (1521), Gil Vicente presenta a cuatro gitanos leyendo las líneas de la mano. Igual el autor serbio Cubranovic en el mismo año y Molière en 1664 en El casamiento forzoso.

La Iglesia empezó temprano a desconfiar de los nuevos venidos, que le disputaban el terreno de lo irreal. Hizo divulgar la creencia de que los gitanos procedían de una unión obscena y contra natura : Eva había fornicado con Adán muerto, y dio a luz el primer gitano. Al final de la Edad Media la adivinación y la magia competían por los poderes sobrenaturales que se otorgaban los curas. Sacerdotes y quirománticos rivalizaban por atraer los espíritus supersticiosos del pueblo y de la nobleza. El catolicismo emprendió contra ellos una guerra de colores : gitanos negros como demonios y creyentes blancos como angelitos. El monje Cornerius de Lucbek lanzó la cruzada en 1417 al describir “sus rostros horrendos, negros como los tártaros”, seguido por el beato Rufus : “El mismo sol consigue blanquear el lienzo y ennegrecer a los gitanos”.

A los españoles no les sorprendieron sus morenos semblantes, acostumbrados como estaban a la presencia de africanos (esclavos), árabes y judíos. Pero la Iglesia los mantuvo a raya por las razones antes expuestas. La primera fulminación contra ellos data, como dijimos, de los Reyes Católicos y su Real Cédula de 1499 “para que los egipcianos no anden vagando por el reino”. El siguiente golpe les cae en pleno reinado de Carlos V. Un conato de expulsión : Real Cédula “para que los egipcianos tomen oficio y se asienten, o salgan del reino” (Toledo, 24 de mayo de 1539).

Ya entrado el siglo XVII, la opinión oficial les es unánimemente desfavorable. La historia literaria, sin embargo, se ofrece pronta a plasmar en tipo literario al gitano, ya en la primera mitad del siglo XVI. Gitanos y gitanas presentados con cierta simpatía aparecen en el teatro de Lope de Rueda, Juan de Timoneda y sobre todo en La Gitanilla de Cervantes. En esa novela, asistimos a una ceremonia en la Corte animada por los cantos y bailes de los gitanos. Cervantes destaca el amor por la libertad total (circulan a su antojo por los caminos, escapan a la ley del trabajo y de la productividad, como también de las costumbres y de la vida confortable).

Por eso, los rigorismos étnicos y religiosos que caracterizan el reinado de Felipe II, forman una cerrada falange contra la gitanería, aunque en el siglo XVII las ciudades de Granada y Sevilla tuvieran las comunidades gitanas más numerosas de todo el Reino, influyendo muchas de sus costumbres y especialmente su folclore en la cultura andaluza.

Pero aún hubo que esperar a finales del siglo XVIII para que Carlos III promulgase el cese de hostilidades. El pueblo andaluz se interesa por sus modos expresivos hasta entonces clandestinos. La música gitana entra en el flamenco e inicia su primera etapa de difusión fuera del hogar caló. Crean un estilo, un prisma propio para la interpretación de algunos palos flamencos, como la seguiriya y la soleá. Según el diccionario, flamenco : “dícese del andaluz que tiende a hacerse agitanado”. También nos indica que es el “término con que designa el conjunto de cantes y bailes formado por la fusión de ciertos elementos del orientalismo musical andaluz dentro de unos peculiares moldes expresivos gitanos”. Con estas definiciones se puede estar o no estar de acuerdo, pero lo cierto es que de esta fusión entre gitanos y andaluces surge la concepción del mundo, de la música y de la vida más original y profunda que España haya conocido.

El flamenco mantiene su íntima y dramática condición ritual dentro de los reductos privados de la gitanería y sufre ciertos reajustes, sobre todo en los estilos “festeros”, para atraer el interés del público payo. Es utilizado como un producto de tran­sacción comercial que permite sobrevivir.

Sin embargo, la persecución religiosa no ceja. En 1520, el Papa Pío V ordena que se envíe a galeras a todos los gitanos varones de los Estados vaticanos a pelear en la batalla de Lepanto.

A partir de 1933, los gitanos fueron considerados por los nazis como un “elemento asocial” que debía ser extirpado del seno de la nación. Ya en 1920, Karl Binding y Alfred Hoche habían presentado el concepto de “vidas indignas de la vida”, donde proponían que los gitanos fuesen “esterilizados y eliminados”. En 1922 se puso en marcha el proceso mortífero. Primer paso, todos los gitanos debían ser fotografiados y se tomarían sus huellas digitales. Una vez fichados, empezaron a poblar campos construidos “ad hoc” en Baviera. En 1933 los nazis introducen una ley para legalizar su esterilización. Su suerte fue similar a la de los judíos. De los 44.000 gitanos que vivían en el Tercer Reich, la mayoría fue enviada a campos de concentración después del comienzo de la guerra. Otros, internados en campos de tránsito, salieron de allí deportados a guetos y campos de exterminio.

En 1934, en los campos de Dachau, Dieselstrasse y Sachsenhausen, empezó el proceso de la castración. Entre el 12 y 18 de junio de 1938 se produjo “la semana de limpieza gitana”. Miles de gitanos fueron detenidos en Alemania y Austria, golpeados, y encarcelados. Al tiempo, en el campo de concentración en Buchenwald, los nazis utilizaron a 250 niños romanís como conejillos de Indias para experimentar el cristal de gas de cianuro... En 1941, el general de las SS, Reinhard Heydrich, monta la maquinaria “para matar a todos los judíos, gitanos y pacientes psiquiátricos”. Su aplicación comienza en Hungría, con una familia de sedentarios, los Sarkozy, “aparcados en un gueto donde permanecieron tres años”.

El verdadero Holocausto comienza el 1 de agosto de 1944, cuando cuatro mil gitanos fueron gaseados e incinerados en Auschwitz-Birkenau en una acción de masas, recordada por los sobrevivientes como Zigeunernacht. En total, se estima que unos 80 000 gitanos fueron exterminados por los nazis durante la Segunda Guerra mundial. Al final de la contienda, entre el 70% y el 80% de la población rom de Europa había sido aniquilada. Ningún gitano fue llamado a declarar en el Juicio de Nuremberg. Nada les fue asignado. Y esta parte del Holocausto cayó en el olvido.





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