La cuenta atrás llega por fin a cero. Una nube blanca se forma en la pantalla de China Network Television (CNTV) y la emoción invade el rostro del presidente Evo Morales. Los brazos articulados de la rampa liberan el cohete Larga Marcha 3B que, rápidamente, se desprende de la atracción terrestre. Ese 21 de diciembre de 2013, el lanzador chino pone en órbita al primer satélite de telecomunicaciones de la historia de Bolivia, el Tupac Katari (TKSAT-1).
El acontecimiento, histórico para la nación andina, ilustra el estrechamiento de las relaciones diplomáticas, económicas y tecnológicas entre el gigante asiático y América Latina desde mediados de los años 2000. Estados Unidos ha cedido a China su puesto de primer socio comercial de algunos de los países de su antiguo “patio trasero”. En La Habana, durante la segunda cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), los días 28 y 29 de enero de 2014, los treinta y tres países miembro decidieron con Pekín el establecimiento de un foro de cooperación permanente ; una evolución de gran importancia dentro de una asociación hasta entonces limitada a las relaciones bilaterales. Presentada como una señal de la emancipación de la región, ¿esta dinámica podría sugerir un cambio más profundo de los equilibrios mundiales ?
La reorientación del comercio mundial hacia la región Asia-Pacífico no excluye a América Latina. Aunque Estados Unidos se mantiene como el socio principal con un volumen de transacciones de alrededor de 843.000 millones de dólares en 2012, el banco HSBC no duda en predecir que China le arrebatará el título de aquí a 2030 (1). Entre 2000 y 2013, los intercambios de hecho han pasado de 10.000 a… 257.000 millones de dólares (2).
China, preocupada por seguir manteniendo su modelo de desarrollo a través de su mercado interno, pretende asegurarse su abastecimiento de materias primas. Desde este punto de vista, América Latina se coloca al mismo tiempo como proveedora y como socia. Las industrias chinas ya constituyen el primer destino de las exportaciones de Brasil, Perú o Chile (el segundo para Colombia, Cuba, Uruguay o Venezuela). Cereales, minerales e hidrocarburos representan el 70% del total.
Reproduciendo los antiguos circuitos comerciales, cuando las embarcaciones británicas llevaban cobre, azúcar y especias a Liverpool antes de transportar productos terminados hacia América Latina, los buques y cargueros latinos que navegan hacia China se cruzan en el camino con portacontenedores salidos de los puertos de Shanghái o de Tianjín. Cargados con productos manufacturados (el 91% de las exportaciones chinas hacia América Latina), ya representan la principal fuente de aprovisionamiento del mercado brasileño y la segunda para la mitad de los demás mercados latinoamericanos (3).
Durante mucho tiempo, este tipo de relaciones engendraba un problema conocido con el nombre de “desequilibrio en los términos del intercambio” : el valor de los productos no procesados decrecía paulatinamente, mientras que el de los bienes manufacturados aumentaba a medida que incorporaban nuevas tecnologías. Las exportaciones latinoamericanas de materias primas se desvalorizaban y sus importaciones de bienes se encarecían : al continente le costaba equilibrar su balanza comercial.
Durante la década del 2000, la cotización de las materias primas se disparó, y la de los bienes manufacturados empezó a caer a medida que el taller del mundo se desplazaba hacia el Este. En lógica, Latinoamérica debía beneficiarse de esta situación. Sin embargo, no fue el caso. La evolución de los términos del intercambio a favor de la región reactivó otra amenaza, más antigua todavía.
Siglo XVI. La corona española organiza el saqueo del nuevo mundo. El oro y los metales preciosos que inundan la península ibérica transforman a los mercaderes españoles en rentistas opulentos. No obstante, su riqueza beneficia más que nada a las industrias nacientes del resto de Europa : la fabricación de bienes en España disminuye y precipita la decadencia del imperio ibérico. “España tenía la vaca, pero otros tomaban la leche”, resume el escritor uruguayo Eduardo Galeano (4).
Poco han cambiado las cosas. El valor añadido que se incorpora a los procesos industriales está todavía muy lejos de la región, cuya relación con China acentúa la “reprimarización” de las economías : una dependencia que aumentó en el mercado mundial y en el sector primario, y que genera pocos empleos y pocas riquezas. En resumidas cuentas, por más que Latinoamérica tenga ahora la vaca, en realidad no consume la leche…
La intensificación de la demanda de materias primas exacerba además otra dificultad. “Si uno mira por la ventana –observaba recientemente Andrés Velasco, ex ministro de Economía de Chile–, uno puede ver cómo se acerca un inmenso tsunami de riqueza. Y ese fenómeno, que hace algunos años era percibido como algo positivo, a mí me parece aterrador. ¿Por qué ? Porque este tsunami nos va a complicar la vida políticamente (…) y va a volver delicados nuestros arbitrajes macroeconómicos” (5).
El problema que identifica Velasco tiene un nombre : la “enfermedad holandesa”, relacionada con el descubrimiento del mayor yacimiento de gas natural del mundo en la provincia de Groninga, al norte de los Países Bajos, a finales de los años 1950. Las exportaciones de gas se propagaron y atrajeron divisas extranjeras, al mismo tiempo que se disparaba el valor de la moneda holandesa, el florín. Consecuencia : los productos del país se encarecieron en los mercados extranjeros, mientras que el coste de las importaciones disminuía. Resultado : un encogimiento del sector industrial.
La América Latina moderna se encuentra en una situación similar. Bajo la afluencia de divisas extranjeras (ligadas a las exportaciones, pero también a las inversiones), las monedas de la región se apreciaron considerablemente durante los años 2000. El valor del real, por ejemplo, subió un 25% entre 2010 y 2011, provocando que el ministro de Economía brasileño, Guido Mantega, denunciara una “guerra de las monedas” (ampliamente alimentada por el “socio” chino) (6). Durante un viaje a Pekín, en abril de 2011, la presidenta brasileña Dilma Rousseff instó a sus interlocutores a “reequilibrar” los intercambios comerciales.
Se pueden destacar ciertos logros, como la reciente obtención de una transferencia de tecnología en la fabricación de trenes gracias a la instalación de una fábrica china en territorio brasileño. Pero por lo demás, América Latina sigue desprovista de grandes avances tecnológicos. China cuenta con una ventaja de peso en relación con sus socios : logra evitar las situaciones de dependencia en el campo energético. Así, cuando en abril de 2010 Argentina impuso ciertas medidas antidumping a diversas importaciones chinas (calzados, textiles, aceros), Pekín respondió con la interrupción de sus compras de petróleo argentino, sin por eso poner en peligro su abastecimiento. A Buenos Aires no le quedó más opción que dar marcha atrás…
El gigante asiático financia masivamente a los países latinoamericanos gracias a inversiones directas estimadas en alrededor de 10.000 millones de dólares por año (contra los 244.000 millones de Estados Unidos) (7), así como también al otorgamiento de préstamos, sobre todo a través del Banco de Desarrollo Chino (CDB, por su sigla en inglés). Garantizados con petróleo, minerales o soja, estos tratados que apuntan a la construcción de infraestructuras agrícolas, energéticas y minerales, de transporte, de vivienda, o a proyectos científicos y técnicos, alcanzaron los 102.200 millones de dólares entre 2005 y 2013 (8). Pekín, además, ha conseguido ingresar en el seno del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Banco de Desarrollo del Caribe (BDC). Esta zona, que cuenta con cinco de los veintitrés países que reconocen a Taiwán, ha visto las inversiones chinas multiplicarse por cinco entre 2003 y 2012.
Desequilibrada, esta asociación presenta, sin embargo, una ventaja política para los dirigentes latinoamericanos. Alimenta la emergencia –celebrada por la prensa internacional– de una “nueva clase media”, caracterizada por un despegue del consumo. Ahora bien, según el economista brasileño Marcio Pochmann, cercano al Partido de los Trabajadores (PT, actualmente en el poder), la expresión designa en la práctica a los “nuevos trabajadores pobres”, que sólo descubren los supermercados porque ahí pueden encontrar a partir de ahora productos baratos, fabricados en el exterior (9).
Con motivo de la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica) en Fortaleza, Brasil, del 14 al 16 de julio de 2014, el presidente chino Xi Jinping realizó su segundo viaje a América Latina. China se mantuvo discreta en lo que respecta a los conflictos “calientes”, como la actual crisis en Venezuela, el golpe de Estado en Honduras en 2009, la tentativa de golpe de Estado en Ecuador en 2010, etcétera. China respeta los cinco principios del informal “consenso de Pekín”, que guía su política exterior : respeto a la integridad territorial y a la soberanía absoluta de los Estados ; no agresión ; no injerencia en los asuntos internos ; igualdad y búsqueda de ventajas mutuas ; coexistencia pacífica. En el subcontinente, la ruptura con los métodos de Washington no pasa desapercibida…
En la búsqueda de autonomía económica y política, la mayoría de los países de la región cuenta con China : a ojos de los gobiernos surgidos de la oleada progresista de los años 2000, esta nueva dependencia sigue siendo preferible a la precedente. La segunda potencia económica mundial encarna la promesa de una diversificación de las alianzas. Esta relación permite, dentro de una perspectiva de construcción de un mundo multipolar, una distensión de la subordinación a la arquitectura financiera internacional –FMI y Banco Mundial, principalmente– y a la potencia tutelar estadounidense.
¿Se desprende de todo esto la formación de un “gran Sur”como prueba del debilitamiento del sistema económico dominante y de sus lógicas depredadoras ? ¿O estamos más bien asistiendo a una redistribución de los roles entre viejas y nuevas potencias en la lucha por la hegemonía ?
NOTAS :
(1) Citado en “Chinese enterprises in Latin America”, People’s Daily Online, 19 de febrero de 2014.
(2) Mark Keller, “China-Latin America Trade : An end to the good old days”, Latin Business Chronicle, Coral Gables, 11 de junio de 2014.
(3) Comisión Económica de la Organización de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (Cepal), noviembre de 2013.
(4) Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI, Madrid, 2012. (1971, 1ª edición).
(5) Citado por Chrystia Freeland, “US policy no longer stands alone”, International Herald Tribune, Neuilly-sur-Seine, 22 de abril de 2011.
(6) Léase Laurent L. Jacque, “Guerra de divisas, de mitos y de realidades”, Le Monde diplomatique en español, enero de 2011.
(7) América Latina capta el 13% del total de las inversiones extranjeras directas (IED) chinas en el mundo. Por su parte, las IED latinoamericanas en China representaban en 2010 menos del 0,1% del total para China (entre 70 y 80 millones de dólares).
(8) “China to finance major projects in Latin America”, Reuters, 15 de junio de 2014.
(9) Marcio Pochmann, Nova classe média ? O trabalho na base da pirâmide social brasileira, Boitempo Editorial, Sao Paulo, 2012.