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La social democracia en crisis

Alianzas : porqué y con quién hacerlas ?

Lunes 4 de mayo de 2015   |   Fabien Escalona
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En nuestras crónicas anteriores hemos analizado en detalle las evoluciones electorales contemporáneas de la social democracia. Ahora es crucial interrogarse sobre lo que sucede « el día después », es decir cuando se trata de formar un gobierno dirigido por un partido social-democrata o bien con la participación activa de uno de ellos.

El fenómeno reciente de multiplicación de « grandes coaliciones » entre la izquierda y la derecha incita a interrogarse una vez más sobre una de las cuestiones que atraviezan al movimiento obrero desde sus orígenes : qué alianzas se pueden pactar para alcanzar los objetivos sin arriesgar perder la identidad? Antes de suponer que el acceso a las responsabilidades gubernamentales es posible, es bueno recordar que los progresos del Estado democrático y del Estado social rara vez han sido conseguidos sólo con la fuerza de los trabajadores organizados [1]. En algunos casos las élites tradicionales o burguesas han « concedido » algunos progresos de manera a debilitar los intentos de subversión del órden establecido. En otros casos las conquistas se han obtenido no sólo gracias a la mobilización popular organizada por el movimiento obrero sino también porque las élites de este movimiento han actuado simultaneamente en las instituciones donde sus propios intereses se articulan con los de otros grupos sociales dirigentes.

Además, incluso cuando los partidos del movimiento obrero han ganado escrutinios en un régimen democrático, sólo en raras ocasiones han sido capaces de componer un gobierno ellos solos. Como numerosos países utilizan el cálculo proporcional para determinar el número de elegidos, siempre ha sido difícil conseguir una mayoría parlamentaria, salvo si se obtiene el 50 % de los votos, lo que muy pocas veces se logra. Es por esta razón que muchos conservadores han promovido la regla proporcional : en Suecia por ejemplo, la extensión del sufragio estuvo claramente condicionada por la adopción de este modo de escrutinio.

En ciencia política, pocas reflexiones sistemáticas han sido directamente consagradas a las estrategias de alianza de la social democracia. Entre ellas, el aporte de Daniel Louis Seiler [2] puede ayudar a comprender lo que está en juego hoy día, sobre todo cuando aumentan las « grandes coaliciones » de izquierda/derecha. Este especialista de partidos recuerda que dos grandes imperativos han circunscrito el campo de las posibles alianzas de la social democracia : el primero, su orígen en la separación de clases (la representación de los « trabajadores asalariados » contra los « pudientes») ; el segundo, las características del sistema nacional de partidos. Por una parte, el legado doctrinal y cultural de las organizaciones socialistas limitaba las opciones aceptables para sus militantes y electores ; por otra parte, la gama de opciones dependía de la cristalización política de las otras líneas de separación (las cuestiones religiosa, nacional y agraria sobre todo).

De esto ha resultado que los socialdemócratas hayan generalmente evitado las alianzas con las fuerzas mas reaccionarias, ya sea las ligadas al Antiguo Régimen o las que sostienen un nacionalismo autoritario y xenófobo, pero también con los partidos que defienden con más pasión la propiedad capitalista. Sin embargo, otras alianzas sí han sido pactadas con los liberales de comienzos del siglo XX partidarios de la democratización de los regímenes, o más tarde con los representantes del movimiento agrarista y demócratacristianos que tenían una base social con intereses compatibles con un intervencionismo económico muy fuerte y con la extensión de la protección social. Una retrospectiva de los sistemas de alianza de esta familia política nos deja una gran lección : si ellos a menudo surgen más de una obligación que de una elección, las alianzas han estado al servicio del proyecto social demócrata (parlamentarismo + Estado social). Como lo ha escrito Seiler « las alianzas se piensan en relación directa con el programa y se justifican en función de su realización concréta ».

La ruptura con las estrategias de alianza anteriores

Desde los años 1990-2000 et más todavía después de la gran crisis económica de 2008, varias alianzas de gobierno parecen desajustadas con sus puntos de referencia. Antes de la victoria de Syriza en Grecia, el movimiento socialista panhelénico (Pasok) se encontró aliado con un partido dirigido por la derecha conservadora (Nueva democracia) y pasó algunos meses en compañia del Laos, un partido de la derecha radical. La existencia de esta « gran coalición » en un país estructurado por el bi-partidismo no ridiculiza la hipótesis de un entendimiento en España entre los socialistas y la derecha, si se confirma el avance de Podemos en las próximas legislativas.

La apelación misma de « gran coalición » proviene de Alemania donde el Partido social demócrata (SPD) juega de nuevo el rol del « junior partner» de la Unión demócrata cristiana (CDU) de Angela Merkel. Contrariamente a lo que se cree, esto no es banal en ese país, puesto que es sólo la tercera vez que esta configuración se produce desde la post-guerre. En Finlandia, en los Países Bajos y en Irlanda encontramos la misma posición minoritaria en los gabinetes dirigidos par la derecha. En otros países donde los socialdemócratas dirigen el gobierno, los acuerdos que van más allá de la izquierda son muy corrientes. En Suecia, aunque solos en el poder con los ecologistas, los socialdemócratas pasaron un acuerdo de largo plazo con lo que antes se llamaba el « bloque burgués ». En Dinamarca o en Italia, Helle Thorning-Schmidt y Matteo Renzi deben componer con la centro derecha en el seno de sus gobiernos. Por el contrario, las alianzas más de izquierda, salvo con los ecologistas, son rechazadas de inmediato por los socialdemócratas o bien duran poco.

En todo caso, la negociación de alianzas que van más allá de la oposición derecha/izquierda no es algo inédito. Lo que sí es nuevo o más frecuente, es por una parte la elección de interlocutores perteneciendo claramente al sector « pudiente », y por otra parte la instauración de políticas públicas conformes con el modelo neoliberal y con « el consenso de Bruselas ». Es por lo demás la razón por la cual la participación de los socialdemócratas en numerosos ejecutivos de la Unión europea (UE) tiene un impacto cuantitativo (en términos de votos para la izquierda en el Consejo europeo) pero no necesariamente cualitativo (en términos de capacidad de reorientar la integración europea).

Esta situación puede considerarse como la convergencia de varios fenómenos. Primero, los aliados que históricamente han ayudado a los socialdemócratas a llevar adelante su proyecto están todavía más debilitados que ellos, sobre todo los demócratacristianos. Enseguida, la agenda social demócrata se ha empobrecido. Hemos explicado ya hasta donde la economía política de la centro izquierda pareció anacrónica ante la gran crisis de 2008. Y finalmente, los aliados que podrían aportarle un refuerzo doctrinal para construir un nuevo proyecto, es decir los ecologistas y la izquierda radical, son a menudo sus oponentes en segmentos electorales similares (urbanos, diplomados de alto nivel, empleados del sector público).

Los escenarios para el futuro

En este contexto y mientras la social democracia no muestre de nuevo su capacidad de adaptación a las necesidades de las sociedades europeas, en los Estados donde está en el gobierno se presentan ante ella dos tipos de estrategia:

1-la búsqueda de alianzas a cualquier precio con los partidos « de centro » contra los partidos de oposición de derecha o de izquierda, puesto que la lealtad con la integración europea parece ser un criterio esencial de « respectabilidad ». Esta es la opción que traducen las grandes coaliciones. El inconveniente es el riesgo de encerrarse en un rol minoritario. Así, podemos imaginar que el SPD intentará reconstruír una alianza de izquierda capaz de quitarle la cancillería a la derecha, a condición que Die Linke acepte de renunciar a varias partes de su programma, incluso mismo a su identidad.

2 - la acumulación de reglas electorales que permitan marginalizar a las fuerzas no subordinadas a una bi-polarización entre la centro derecha y la centro izquierda. Es la opción que ha elegido Matteo Renzi con su proyecto de reforma electoral que busca claramente confortar la hegemonía del Partido demócrata. Pero los sistemas más mayoritarios pueden sin embargo ser contrariados por los grandes movimientos del electorado, que es lo que se está produciendo en Gran Bretaña. En Francia, el temor del ala derecha del Partido socialista de ver marginalizada a la izquierda partidaria, la lleva a promover una evolución de las reglas electorales que faciliten las alianzas con el centro, incluso con una fracción de la Unión por un movimiento popular (UMP).

Con estas nuevas configuraciones en preparación, nos encontramos lejos de los primeros años de existencia del Partido socialista francés y de la II internacional, cuando un cierto Jean Jaurès dijo : « Si debiéramos condenarnos al aislamiento total por ser fieles a nuestro ideal, si sólo pudiéramos esperar salir del aislamiento abandonando un átomo de nuestro pensamiento, de nuestra fé, de nuestra esperanza social, nos quedaríamos aislados para siempre con nuestra intransigencia antes que consentir una disminución , un equívoco o un retroceso » [3]. Esto pasaba hace un siglo… como dice la canción : una eternidad.

 

Traduction : Rosa Gutierrez
Edition : Mémoire des luttes




[1Ruth Berins Collier, Paths Toward Democracy. The Working Class and Elites in Western Europe and South America, Cambridge University Press, 1999 ; Peter Baldwin, The Politics of Class Solidarity. Class bases of the European Welfare State 1875-1975, Cambridge University Press, 1990.

[2Daniel-Louis Seiler, « La social-democracia y la elección de alianzas y coaliciones », en Pascal Delwit (dir.), Adonde va la social democracia ? Bruselas, Ediciones de la ULB, pp. 105-136.

[3Cámara de diputados, sesión del 6 de abril 1908, citado en Gilles Candar y Vincent Duclert, Jean Jaurès, Paris, Fayard, 2014, p. 469.



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