La sélection du Monde diplomatique en español

Otra Europa es posible

Dos robos semánticos: “reforma” e “izquierda”

Miércoles 12 de noviembre de 2014   |   Bernard Cassen
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La usurpación de identidad es una forma de delincuencia cuyas víctimas se cuentan por miles en un país como Francia. A partir de la obtención fraudulenta de datos y el robo de documentos personales, el usurpador sustituye la identidad de otra persona y la utiliza para cometer todo tipo de delitos.

La usurpación de identidad no afecta solo a individuos. Existe igualmente en la retórica política en la que es típico tomar como rehén una palabra para vaciarla de su sentido original y, mediante lo que se asemeja a una transfusión, inyectarle un contenido exactamente opuesto. Podríamos multiplicar los ejemplos, pero tomaremos tan solo dos que constantemente se hacen presentes en el debate político nacional y europeo: los de “reforma” y de “izquierda”.

Históricamente, en el campo político y social, la noción de reforma ha estado asociada al progreso, a la emancipación de los trabajadores, a la conquista de derechos. Hoy, contrariamente, en el vocabulario de lo que podríamos llamar la “Internacional neoliberal” –que va desde el FMI al Banco Central Europeo, pasando por la casi totalidad de los Gobiernos occidentales–, la palabra “reforma” significa en realidad “contrarreforma”, es decir, desmantelamiento de los servicios públicos y de la protección social, privatizaciones, extensión de la precariedad bautizada como “flexibilidad”, etc. Esta palabra “reforma”, a veces complementada por el epíteto “estructural”, vuelve una y otra vez de manera obsesiva al discurso europeo actual. Cada Gobierno, criticado por la Comisión Europea, se ve obligado a “reformar” más y más. Con los resultados desastrosos que ya conocemos.

Este discurso sigue el orden natural de las cosas para los liberales que tienen todos los motivos para felicitarse por el éxito de una alquimia semántica mediante la cual el plomo de la regresión social se transforma en el oro de la “reforma”. Pueden agradecer a la socialdemocracia europea que, renegando de tres cuartos de siglo de su propia historia –a la que está asociada la implementación del Estado de Bienestar–, se unió a esta usurpación. Con el celo de un converso, multiplica incluso los actos de arrepentimiento para hacerse perdonar sus errores pasados. ¡El primer ministro francés, el “socialista” Manuel Valls, llevó recientemente este ejercicio a nivel de caricatura yendo a declarar su amor al business ante una platea de banqueros de la City de Londres que no pedían tanto!

La transfusión de sentido sufrida por la palabra “reforma” ha desnaturalizado igualmente la palabra “izquierda”, con consecuencias aún más graves. Es efectivamente una categoría política estructurante –cuyos antecedentes se remontan a la Revolución Francesa– la que se ve privada de toda pertinencia si aceptamos que la socialdemocracia todavía forma parte de la izquierda. Intentando definir esta noción, Frédéric Lordon escribió que, en última instancia, la misma consiste en el rechazo de la soberanía del capital. Al sacralizar la libertad absoluta de las finanzas, la construcción europea ha contribuido fuertemente en la desaparición de cualquier diferencia entre la derecha y la izquierda llamada “de Gobierno” con un doble resultado: por un lado, la socialdemocracia da cuenta de su inutilidad; por otro, desacredita, ante la opinión pública, la idea de izquierda en sí misma. Para las fuerzas progresistas, uno de los retos es darle nuevamente sentido a esta idea y denunciar a los usurpadores.

 

NOTAS:

(1) Ha pasado de 60 a 58 años para los hombres y de 60 a 55 años para las mujeres que tengan tres hijos o más.

(2) Véase John Mill Ackerman, “El gobierno de México ha privatizado su petróleo”, Atlas de los conflictos de la energía, Le Monde diplomatique en español/Fundación Mondiplo, 2014.

(3) El 28 de junio de 2013, un suplemento de Financial Times llevaba como título: “El tigre azteca empieza a afilar sus garras”. Esta operación de afilado había concluido aparentemente el 16 de diciembre siguiente, ya que The Wall Street Journal saludó entonces, en un editorial, “El modelo mexicano”.





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