América Latina está viviendo un período de efervescencia diplomática y política en momentos en que el centro de gravedad de la economía mundial se inclina hacia el Asia/Pacífico. En un lapso de pocas semanas la región ha sido sede de varios acontecimientos de envergadura que aceleran y dan forma a las políticas de integración regional: cumbres de la Alianza del Pacífico (19/20 de junio) [1] y de los BRICS (14/16 de julio), la visita del presidente chino Xi Jinping a Argentina, Brasil, Cuba y Venezuela (17/23 julio) – cuatro países enfrentados a Washington –, cumbres del Mercosur (29 de julio) [2] y de la Unión de naciones suramericanas (UNASUR) el 21 y 22 de agosto en Montevideo (Uruguay).
Las decisiones de los Brics están contribuyendo a la progresiva reconfiguración de los equilibrios financieros y monetarios mundiales [3]. Los anuncios del presidente chino han confirmado en este entorno, el anclaje y la creciente influencia de los países de oriente en el Nuevo mundo. Xi Jinping ha descrito el futuro que él concibe para la relación China/América Latina según una fórmula absolutamente matemática: « 1+3+6 » que tiene a definir un marco permanente entre dos actores : « 1 » con relación al Plan de cooperación China/America Latina/Caribe 2015-2019; « 3 » para indicar los tres motores (comercio, inversiones, cooperación financiera); « 6 » para identificar los sectores en que se aplicará (energía y recursos naturales, construcción de infraestructura, agricultura, industria, innovación científica y tecnológía de la información). Por otra parte el presidente chino ha propuesto junto a sus pares peruano y brasileño, la conformación de un grupo trilateral de trabajo para la construcción de una vía ferroviaria transcontinental suramericana que una la costa del Atlántico a la del Pacífico, conectada a los mercados asiáticos. También ha anunciado varios compromisos financieros en la región: préstamos preferenciales e inversiones en infraestructura (transportes, minería, terminales portuarias) por un monto superior a los 23 mil millones de dólares, suspensión de la deuda cubana, aumento de las inversiones de las empresas chinas en una mayor cantidad de países (han sido previstos 250 mil millones para los próximos diez años).
En este contexto en que América Latina se ha convertido en un desafío en la batalla por la hegemonía entre EE.UU. y China en el Pacífico, y en el que todos los países latinoamericanos han diversificado sus relaciones económicas y geopolíticas - adentro y afuera - del subcontinente, pareciera plantearse una nueva secuencia para la integración regional. A iniciativa de la presidente chilena Michelle Bachelet (centro izquierda), los miembros de la Alianza del Pacífico expresan su deseo de acercarse económica y comercialmente al Mercosur - especialmente a Brasil cuyo mercado es especialmente significativo para sus economías [4]. Piensan proponerle una asociación que les permitiría beneficiarse con un acceso directo al Pacífico y que de facto lo impulsaría a consolidar sus relaciones económicas con ellos alrededor de la promoción del libre comercio. En esta perspectiva, Michelle Bachelet se expresaba el 20 de junio en los siguientes términos: « Tenemos que seguir avanzando en lo que es nuestra relación con la región de Asia-Pacífico y en la relación con otras instancias de nuestra región como el Mercosur (…). Nos parece que más allá de las legítimas diferencias, es perfectamente posible en un futuro alcanzar niveles de acuerdo entre países de la Alianza del Pacífico y el Mercosur (...). No sólo nos parece posible, creemos que es necesario ». Y agregaba: « el Pacífico (puede convertirse en) puerto y puente para toda América Latina. » [5]
Esta propuesta no contradice los intereses de los EEUU. La primera potencia mundial cuenta con acuerdos de libre comercio con cada uno de los miembros de la Alianza y algunos como México, se hallan completamente integrados a su economía (o en menor medida Colombia). Comprende también que no puede exigir que no comercien con China que constituye una parte creciente de sus intercambios comerciales. Washington desearía, pese a las dificultades del asunto Snowden, seducir a Brasil con el objeto de establecer con él una asociación económica y energética que la incluiría progresivamente en un nuevo sistema de alianzas.
Por su parte los países del MERCOSUR – especialmente los que son miembros de la Alianza bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA) - quisieran ver al campeón regional incluido en su propio sistema de alianzas y profundizar su integración económica. En tal sentido acaban de lograr en oportunidad de la cumbre del Mercosur en Caracas, que la propuesta del 2013 por el presidente de Venezuela Nicolás Maduro, comience a concretarse. El bloque regional se compromete de aquí en más a « promover una zona económica complementaria entre el Mercosur, el Alba-TCP, Petrocaribe y el Caricom ».
Se tratará, de acuerdo con el punto 18 de la Declaración final de la Cumbre, de buscar « la integración y la complementariedad económica entre las partes para avanzar en el proceso de integración de América Latina y del Caribe ». Este espacio constituirá un « instrumento para impulsar el desarrollo integral y luchar contra la pobreza y la exclusión social (II) se basa (rá) en la complementariedad, la solidaridad, la cooperación y la consideración de los diferentes grados de desarrollo económico existente entre las partes » [6].
Esta perspectiva inédita en la historia del Mercosur constituye un innegable avance formal para su dinámica de ampliación geográfica y política. Pero es demasiado pronto para conocer el real alcance y las perspectivas de su puesta en marcha. En efecto Brasilia se halla atrapada entre el poderoso ascenso de su socio comercial chino, el regreso del interés de los EE.UU. en la región y las luchas por la influencia existente entre las élites y en el gobierno en cuanto a saber cual debe ser el nivel de inversiones – y para qué clase de proyecto – que debe proveer el país en cuanto a la integración regional. El gobierno de Dilma Rousseff se halla así enfrentado a una compleja ecuación geopolítica y neoeconómica. Sus elecciones y sus alianzas no son aisladas en realidad. La presidenta saliente empieza una campaña para su reelección en condiciones sociales, políticas y económicas difíciles. China refuerza su influencia en el inmediato ecosistema del país, al punto que algunos observadores señalan el riesgo de una progresiva marginación de su hegemonía en el subcontinente! Al mismo tiempo, varios influyentes sectores financieros e industriales del país desarrollan actividades pro Washington y pro inserción en el libre comercio internacional. Consideran que Brasil debe imponerse prioritariamente en los mercados mundiales gracias a sus exportaciones y contener el poderío chino y hasta la competencia en algunos sectores económicos donde fuere posible. Desde sus puntos de vista, el gobierno debe aliarse prioritariamente con los EEUU y los países europeos antes que jugar la carta de la integración regional suramericana. Son ellos los que han urgido a Dilma Rousseff a concluir las negociaciones con la Unión europea (UE) para llegar a la firma de un acuerdo de libre comercio UE/Mercosur, o Brasil/UE en el marco de un acercamiento bilateral [7].
Por su parte, los países del Mercosur [8] desean que se fortalezca la presencia brasileña en el seno latinoamericano y por eso impulsan a Brasilia a asumir un liderazgo más fuerte en los procesos de integración regional. Según estos, dichos procesos deberían desembocar en la concreción de un verdadero mercado interior continental. Esta orientación es compartida en Brasil por otros actores económicos y políticos vinculados al gobierno y al Partido de los Trabajadores (PT), por una parte de la jerarquía administrativa y del patronazgo industrial, por los sindicatos y los movimientos sociales. Se trata de conducir una política que tenga al mismo tiempo en cuenta la obtención de una autonomía continental con relación a los EEUU y el desarrollo de un mercado interior regional estimulado por la potencia productiva y financiera del país, el pleno empleo y el apoyo al desarrollo de una clase media consumidora. Los promotores de esta orientación llamada « desarrollista » no dejan de recordar que la mayor parte de los productos manufacturados brasileños son exportados a los mercados suramericanos. Esta estrategia forma parte del desarrollo de una más estrecha relación – pero más equilibrada – de Pekin con la región.
En el marco de este complejo panorama, Dilma Rousseff respondió a la oferta que le hizo Michelle Bachelet en la Cumbre de Caracas, aunque el tema no fuera luego incluido en la declaración final. La presidente brasileña pidió así oficialmente a sus colegas que la prevista eliminación de las barreras aduaneras con los países de la Alianza del Pacífico que debería concretarse en 2019 – especialmente con Chile, Perú y Colombia – comenzara a funcionar a partir de 2015.
Como primera reacción, el ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, Elias Jaua, en calidad de representante del país anfitrión de la Cumbre, ha respondido que: « El Mercosur es un mecanismo abierto y puede vincularse a todos los bloques económicos y comerciales del mundo sin ninguna clase de contradicciones (…). Sin embargo la resolución más importante de nuestra Cumbre debe avanzar creando precisamente los mecanismos que permitan promover la conformación de un espacio económico y complementario con el Caribe » [9].
Dilma Rousseff decidió en consecuencia dar garantías a todos sus colegas y satisfacer parcialmente sus exigencias particulares, mientras que sus principales adversarios en la elección presidencia del 5 de octubre y del 2 de noviembre próximos, de derecha y de centro derecha – Aécio Neves y Eduardo Campos (N.de T. fallecido recientemente en un accidente aéreo y sustituido por Marina Da Silva) exigen mayor « independencia » del país con relación al Mercosur. Para Aécio Das Neves, Brasil estaría sometido « a algunos de sus vecinos (con los cuales) se halla ideológicamente alineado (…) y que le están haciendo perder mercados » [10].
Brasil se halla en una encrucijada. ¿Desea consolidar su posición de líder de la integración regional luego de su profundización en los años de Lula? Si sí ¿Cuál es el contenido que piensa darle en materia de desarrollo económico y politico? ¿Pasa siempre este proyecto por la profundización de las alianzas con los países del bloque progresista muy receptivos a las inversiones brasileñas y hostiles a la supremacía de los EEUU en la región? O inversamente ¿piensa el país-continente abandonar esta dinámica en beneficio de una mayor adhesión a las corrientes mundiales del libre comercio?
Las respuestas a estas preguntas dependerán significativamente del futuro y de las formas de integración latinoamericana.
Traduit par Susana Merino